«Le veo la cabeza, ya está aquí»
Siri Wences, bisnieta de lebaniegos, nació el martes en mitad de una carretera de Estocolmo, en pleno bosque, camino del hospital
La pequeña Siri Wences, descendiente de lebaniegos, nació el pasado martes 24 de agosto en el arcén de una carretera secundaria, en mitad de ... un bosque de Estocolmo, rodeada de caballos, cuando sus padres, John y Luisa, iban camino del hospital.
La recién nacida es bisnieta de Paco Wences, emblemático hostelero de Potes, y nieta de Wences Rodríguez, al frente del restaurante El Cenador del Capitán. El padre de Siri, mitad lebaniego y mitad sueco, vive en Estocolmo, donde ejerce como entrenador personal y ha formado su familia con Luisa, de nacionalidad sueca. John fue quien, en pleno bosque, sacó a la recién nacida con sus manos, siguiendo las indicaciones que le daba una matrona a través del teléfono en manos libres. «Todo ha salido bien y estamos entusiasmados, deseando que Siri Wences conozca a su extensa familia en Liébana, donde tengo a más de 50 primos, además de tíos y primos de Siri», declaró John a este periódico. «Ha sido una experiencia dramática, pero al mismo tiempo, una feliz aventura», añadió.
Siri Wences ya tiene un hermano, William, que con solo un año y medio asistió al parto de su hermana desde el asiento trasero del coche, primero «asustado y llorando al ver a su madre gritar tanto y mis manos llenas de sangre», pero después, «sentadito en silencio y observando con mucha curiosidad a su hermanita», describió su padre, que explicó que su esposa «tardó más de un día en ponerse de parto con el primero», así que esta vez pensaron que sería parecido. «Con William nos dijeron en el hospital que nos habíamos precipitado en llegar y esta vez ha sido al contrario». Luisa comenzó a sentir contracciones el lunes, pero no fue hasta la madrugada cuando anunció en casa que había que «salir corriendo». Nerviosos, en mitad de la noche, toda la familia se subió al coche rumbo al hospital, a media hora de distancia, demasiado tiempo de espera para Siri, que estaba ya impaciente por salir. En el trayecto, la parturienta gritó desesperada: «Para el coche que le veo la cabeza, ya está aquí».
Entonces, John aparcó en el arcén de una vía secundaria, estrecha y sin iluminación, rodeados de vegetación y las típicas cabañas suecas de madera roja y blanca. En el silencio de la noche solo se podía escuchar a Luisa chillar: «Va a nacer aquí y ahora, ¿qué hacemos?». El padre reaccionó de manera instintiva, tumbó el asiento de la madre y llamó al hospital. Una matrona fue dirigiendo a John. «Me dijo que no cogiera al niño por la cabeza, que no tirara, y que fuera la madre quien empujase. Como el bebé se retorcía sobre sí mismo, me indicaron que le cogiese por un hombro y le ayudase a girar. Una vez expulsado el bebé del cuerpo, lo envolví rápidamente en una sudadera y se lo puse a su madre en la tripa para hacer el piel con piel», relató John. Una ambulancia les recogió poco después y les llevó al hospital, donde comprobaron que ambas estaban bien.
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