En Terán anidan en la biblioteca
Los alumnos del colegio Manuel Llano construyen un nido para participar en el proyecto promovido por la Fundación Botín, 'Educación Responsable'
El colegio Manuel Llano de Terán, en Cabuérniga, tiene un nido gigante en la biblioteca. Un nido de herrerillo, ave silvestre común en Cantabria, con ... su musgo, sus ramas, hojas, plumas, lanas y hasta luz. Sí, luz, con bombillas. En su interior caben los 13 niños y niñas que estudian Segundo de Primaria en el centro educativo y su profesora, Águeda Gruber. A pesar de que el colegio de Terán destaca en la comarca por la promoción de los valores y juegos tradicionales y el conocimiento de la fauna y la flora del entorno, es extraño que un nido tan grande ocupe la biblioteca. Y choca. Hasta que Águeda lo explica. «La iniciativa de construir este nido se enmarca dentro del proyecto que cada año pone en marcha la Fundación Botín en colaboración con la Consejería de Educación, que se titula 'Educación Responsable', en el que nuestro cento suele participa». Cada año, la Fundación lanza una propuesta artística relacionada con una de las exposiciones que alberga el Centro Botín de Santander. En este caso, el programa ha girado en torno a la muestra de la escultora y grabadora Cristina Iglesias. Por la exposición, que se centra en los espacios, las texturas y las formas y su relación o interacción con las personas, han pasado los alumnos de los más de ochenta centros educativos de Cantabria que participan en el proyecto. Después, el Centro Botín ha lanzado a cada colegio la propuesta de crear una obra colectiva, con la que se pudiese interaccionar, basada en un refugio o un espacio.
Los trece niños y niñas de Terán que han participado en esta iniciativa decidieron construir un nido de herrerillo. Tienen entre 7 y 8 años y están encantados de decir sus nombres: Guillermo Renedo, Laura Narváez, Paula Díaz, Rebeca Gómez, Eva Puente, Noa Saiz, Ander Saiz, Alfonso Lamadrid, María Serdio, Lucas Crespo, Luna Díaz, Hugo Muñiz y Gael Toral. «¿Por qué decidimos construir un nido?», pregunta la profesora. «Porque somos herrerilloooooos y herrerillaaaaaas», responden al unísono. Es el nombre del aula que utilizan desde que tenían tres años y estudiaban el Ciclo de Infantil con la misma profesora, que a día de hoy ya se sabe los colores favoritos de sus alumnos de memoria, conoce dónde veranean y cuáles son sus preferencias culinarias. Además, el herrerillo es una de las aves que estudian y que a veces se encuentran en el patio del colegio, situado en un entorno natural de gran valor ecológico. También cumplía los requisitos del proyecto: «Tenía que ser un refugio, del que se pudiera entrar y salir, donde debían encontrarse texturas, como en la muestra de Iglesias».
«Cada niño y cada niña debía elegir una textura especial de su casa o entorno familiar»
Águeda Gruber | Profesora
La creación de estas texturas ha sido una tarea curiosa en la que se han implicado las familias. «Cada niño debía elegir alguna textura especial de su casa o su entorno familiar». Guillermo eligió la huella del zapato de su madre; Laura un palo y una hoja; Paola arena de la playa de La Maruca; Rebeca la huella de su perra; Eva un bolso de cuero; Noa y Ánder se fueron a Extremadura a recoger texturas de la viña de sus abuelos; Alfonso y María cogieron una muestra del patio del colegio; donde pasan mucho tiempo; Lucas un balón; Luna una piedra de la ventana de la cocina donde se sienta a leer; Hugo una piña y Gael un tronco. «Pasamos todas las texturas a escayola y las enmarcamos dentro del nido», relata Águeda.
«Se trataba de crear una obra colectiva, con la que se pudiera interaccionar, basada en un refugio»
Águeda Gruber | Profesora
Después invitaron a participar en la construcción del nido a padres, madres, abuelos, abuelas y demás miembros de la familia. «En seguida se pusieron manos a la obra». Podrían haberlo terminado en dos o tres días, pero en mitad del proyecto un argayo de enormes dimensiones cayó sobre la carretera de Ruente y partió en dos la vida del colegio. La mitad de los alumnos fue trasladada a una escuela improvisada en Ucida y la otra mitad se quedó en el centro, «así que decidimos no hacer más hasta que no volviéramos a estar todos juntos», aseguran los pequeños. O todos o ninguno. Cuando las aguas volvieron a su cauce, continuaron con el nido y hasta hoy. ¿Cuánto habéis tardado? «Buuuuf, semanas», dicen unos. «Meses», comentan otros sin ser del todo conscientes aún del paso del tiempo, por suerte. Dentro del nido, hay cojines, un edredón blanco que lo hace confortable y las texturas famosas. Un lugar ideal para que Águeda lea cuentos rodeada de sus pequeños aprendices.
Un proyecto original que pega con la filosofía del 'cole' Manuel llano, que se basa en dos pilares: «la recuperación de los juegos tradicionales y la puesta en marcha de un plan de sostenibilidad y aprovechamiento del entorno natural». En primavera empieza el campeonato de canicas. «También tenemos un aula etnográfica con material donado por familias y celebramos eventos como la magosta». El nido ha sido fotografiado junto al resto de obras realizadas en otros centros y las imágenes se exponen a gran tamaño en el Centro Botín estos días. «Otro de los objetivos de esta iniciativa es que los pupilos conozcan las emociones que experimentan y hablen de ellas». «Hay estudios que demuestran que si un niño está bien emocionalmente, su rendimiento será mayor», asegura Águeda. Una asignatura, la de las emociones, que hasta ahora ha permanecido en un segundo plano en la educación reglada. Hasta ahora.
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