A la venta dos de las plantas y un bajo del Palacio de la Bodega de Cabezón
Uno de los actuales propietarios del inmueble vende su parte de un edificio que ha pertenecido a la misma familia desde 1850
n de la sal. La mayor parte de las paredes del Palacio de la Bodega de Cabezón de la Sal exhibe motivos florales y grietas ... de humedad como las arrugas de una belleza marchita. La polilla 'taladra' los muebles de madera. Flores secas por toda la casa intentan recuperar las pulsaciones del edificio. Abundan los cuadros, que tapizan los muros, donde también se ven escudos heráldicos. Las puertas, ciegas o con cristales, se abren y se cierran sobre alfombras densas. Sillones aterciopelados, lámparas de araña, mesas para doce comensales sobre las que se elevan copas estilizadas. Así es, al menos, lo que se muestra en las fotografías del portal inmobiliario donde se anuncia la venta de una parte del emblemático edificio neoclásico, situado en el centro del municipio, que parece reinar sobre el resto de construcciones.
Rosa María González Amaliach de la Bodega, una de las propietarias –el otro es su hermano, Jesús–, vende más o menos la mitad del inmueble –centímetro cuadrado arriba, centímetro cuadrado abajo–, que ha pertenecido a la misma familia durante cinco generaciones. «Piso en venta de 800 metros cuadrados, ocho habitaciones, cuatro baños, bajo exterior, sin ascensor, 1.095.000 euros». Es una de las entradas que aparece si uno teclea en Google venta Palacio de la Bodega de Cabezón de la Sal. Lo anuncia una inmobiliaria con sede en Santander. El edificio es de planta rectangular, con fachada principal en tres alturas y altillo. Rosa María, que aún reside en el monumental palacio, y su hermano Jesús –que va muy de vez en cuando– poseen además dos bajos cada uno.
«Es complicado, requiere mucho mantenimiento y aunque le tengo cariño, mis hijos no lo disfrutarán», dice uno de los dueños
Según explican desde la promotora, se vende un piso con terraza en la primera planta, un dúplex en la segunda con buhardilla y uno de los bajos. El comprador podrá renovar el interior, pero la fachada del palacio es un bien protegido. De momento, no ha habido muchos interesados –una persona preguntó con la intención de crear alojamientos turísticos–. «Es complicado, porque requiere un gran mantenimiento y aunque yo le tengo mucho cariño, mis hijos ya no lo van a disfrutar», explica Jesús, que se ha mostrado dispuesto a compartir la historia del palacio, porque es, en parte, la suya propia.
Dice el copropietario del vetusto inmueble que ahora la vida es distinta y los jóvenes piensan en otras cosas. No en arreglar un canalón, cambiar el tejado o tapizar los muebles, algunos de los arreglos que Jesús ha realizado en el edificio. El palacio es para el municipio más monumento o legado patrimonial que vivienda.Resulta extraño escuchar a Jesús hablar de casa, de infancia y de veranos entre pasillos interminables.
Empezó a construirlo el Caballero de Alcántara, Juan Antonio de Ceballos Gayón, superintendente que dirigía el comercio indiano en el siglo XVIII. Con los trabajos de edificación aún en marcha, decidió comprarlo un médico llamado don Ángel de la Bodega, tatarabuelo de los ahora propietarios, que finalizó la obra en 1850. El edificio conserva un escudo en su parte frontal que representa ambos linajes. Desde entonces, el legado se ha ido transmitiendo de padres a hijos, hasta que llegó a manos de María Rosa de la Bodega Ortueza, que se casó con Antonio González Amaliach, y de cuyo matrimonio nacieron los actuales herederos.
El aspecto del palacio que se levantó hace dos siglos no ha cambiado mucho. Habitaciones con cortinas interminables, «salones de más de cien metros cuadrados, cocheras, desván...», cuenta Jesús. Hasta una capilla. «La construyó mi bisabuelo para que se casara su hija». Luego está la terraza lateral, que da a la plaza del pueblo, donde se celebraban las fiestas de la farándula en verano.
Con el paso de los años, algunas zonas del palacio se pusieron al servicio del Ayuntamiento para albergar el Belén Viviente en Navidad o la llegada de los Reyes Magos. Incluso se llegó a organizar algún acto cultural. En uno de los bajos, la familia de Rosa María montó un café, que parecía una extensión del palacio y que se llamaba precisamente así, 'El Palacio'. Después, ha habido más negocios de hostelería. Si uno llama a la puerta, nadie abre. Pero todo el mundo puede ver las estancias en internet e imaginarse la vida en palacio.
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