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Manuel Alonso Sañudo. Diccionario Biográfico de la Real Academia de la Historia. DM
Historias pasiegas

El Maestro de sabios

El catedrático de Patología y Clínica Médica Manuel Alonso Sañudo, hijo de pasiegos de San Roque de Riomiera, figura entre los más grandes de la historia de la medicina en España

José Javier Gómez Arroyo

Vega de Pas

Lunes, 3 de octubre 2022, 13:09

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Fue uno de los profesores más apreciados por el eminente médico y científico Gregorio Marañón y, al igual que él, contaba con ascendencia pasiega de la villa de San Roque de Riomiera desde al menos el siglo XVI hasta sus propios padres. Habiendo venido al mundo en Madrid en 1856, Manuel Alonso Sañudo se licenció en medicina cuando aún no había soplado las veinte velas, consiguiendo el doctorado al año siguiente e iniciando una meteórica carrera hasta conseguir la Cátedra de Patología y Clínica Médicas de Valladolid con apenas treinta años, puesto que permutó por la de Zaragoza y antes de ganar la de Madrid en 1894, donde desempeñó su labor médica y docente hasta el fin de su existencia.

Frente al avance y prosperidad de Europa a finales del siglo XIX, la decadencia económica de España se hizo patente al carecer de inversiones industriales por falta de capital, lo cual, unido a la disminución del comercio exterior al perderse las colonias de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, hizo sumir al país en una crisis de pensamiento también, aunque curiosamente en la medicina, al constituirse la patología o ciencia sobre las enfermedades, se produjo un gran avance y se convirtió en objeto de curiosidad que culminó en el enfrentamiento entre los galenos clásicos y los renovadores entre finales de este siglo de la industrialización y principios del XX. Entre estos últimos innovadores cabe destacar que hubo tres de origen pasiego y de vital importancia, tanto nacional como internacionalmente, para la medicina basada en la experimentación, como fueron los doctores Enrique Diego-Madrazo, el propio Gregorio Marañón y nuestro protagonista Alonso Sañudo que, además de estar considerado como uno de los mejores internistas de su época, fue uno de los cinco grandes clínicos, junto a los doctores Madinaveitia, Olóriz, San Martín y Ramón y Cajal, que acabaron con el espíritu arcaico de nuestras facultades de medicina.

Preciso y metódico en sus análisis clínicos, Alonso Sañudo siempre sorprendía con diagnósticos exactos que ningún otro experto era capaz de imaginar: «Comenzaba lentamente por la cabeza y acababa por las extremidades. Miraba detenidamente la piel, realizaba una palpación minuciosa, de la misma forma que la percusión era un deleite contemplar cómo la realizaba. En cuanto a la auscultación era un prodigio comprobar cuánto era capaz de ir e interpretar. Exploraba detenidamente los órganos de los sentidos y nunca dejaba a un lado la exploración neurológica. Para completar cuantos datos podía obtener de los pacientes enviaba al laboratorio cuantos líquidos orgánicos podía recoger.» (Manuel Díaz-Rubio García, Diccionario Biográfico de la Real Academia de la Historia). Gregorio Marañón, quien en el laboratorio de histología de Alonso Sañudo había realizado los estudios microscópicos del aparato tiro-paratiroideo, siempre reconoció que, así como Santiago Ramón y Cajal fue quien más le influyó en histología, Alonso Sañudo fue quien mejor le enseñó la medicina interna, rindiendo por ello en 1923 un sentido homenaje en nombre de su promoción y alabando la labor médica y social del profesorado que tuvieron, incluido su también paisano pasiego, descubriendo además una lápida conmemorativa, obra de Salazar, en cuyo texto rezaba: «A la memoria de nuestros maestros Federico Olóriz, Manuel Alonso Sañudo y Alejandro San Martín, que después de su muerte y nuestra dispersión de estos claustros, siguen rigiendo nuestro espíritu y manteniendo nuestra fraternidad.» (Gregorio Marañón, radiografía de un liberal. Antonio López Vega, Ed. Taurus).

En el currículum de este maestro que fue Alonso Sañudo figura el haber sido Inspector General de Sanidad Exterior, vicepresidente de la Real Academia de Medicina de Zaragoza, vocal del Consejo Nacional de Sanidad y de la Junta Provincial de Madrid, Académico de Medicina en 1897, conferenciante nacional e internacional con varias condecoraciones, además de poseedor de la Orden de la Concepción de Villaviciosa en Portugal y la de Oficial de la Legión de Honor de Francia. Pero, paradójicamente, para quien había sido maestro de sabios y hercúleo salvador de vidas humanas, no hubo sapiencia ni cura para el alma ante el fallecimiento de su hija Ángela a edad temprana y, a pesar de haber contado con el consuelo de los otros tres hijos varones que tuvo, se sumió en una depresión hasta que su vitalidad, simpatía y vocación de docente se apagaron para siempre un 8 de diciembre de 1912; melancólico final para este genio de estirpe pasiega que sentó los primeros cimientos del edificio sanitario moderno en España.

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