De Sarón a Ontaneda en tren
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La llegada del ferrocarril supuso una importante transformación en la vida cotidiana de los vecinos a inicios del siglo XXJavier Obregón
Lunes, 3 de diciembre 2018, 08:45
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La llegada del ferrocarril a Sarón, Puente Viesgo u Ontaneda fue toda una revolución a principios del siglo XX. Las viejas estaciones formaba parte de la infraestructura de la antigua línea Astillero-Ontaneda que unía la Bahía con el interior camino de Burgos donde nunca llegó. En el libro 'El Valle de Cayón, Imágenes para el recuerdo' editado por Librucos se hace un repaso de la historia de esta aventura que se quedó congelada en el tiempo, y que hoy forma parte de un proyecto de recuperación de vías verdes a lo largo de su fallido trazado por tierras pasiegas.
Según relata Javier Obregón, el Ferrocarril Astilero-Ontaneda constaba de 35 kilómetros de longitud y su primera intención fue la de enlazar Santander, Burgos y Madrid, convirtiéndose en una alternativa al ferrocarril Santander-Alar del Rey. El trazado se diseñó en versión económica acomodando el perfil al terreno y sin provocar movimientos sustanciales de tierras.
El autor incide en que el recorrido del ferrocarril seguía parcialmente una de las rutas ya consolidadas 'la ruta de los vinos' o carretera de La Rioja y se integraba en el paseo minero en auge de las localidades de Obregón y Liaño, con el objetivo de asegurar la supervivencia del tramo y su rápida rentabilidad.
Los trabajos de construcción se desarrollaron a lo largo de cuatro años (1998-1902). Tras su inauguración, la llegada del ferrocarril supuso una transformación enorme en la vida cotidiana de los vecinos, que contemplaron el paso de las máquinas y convoyes a lo largo del recorrido. Las primeras máquinas que dieron servicio en la línea eran conocidas como 'las yanquis' puesto que habían sido fabricadas en EEUU. Con posterioridad, otras máquinas fabricadas en Bélgica y en Barcelona sustituyeron a las primeras, poco operativas por su gran tamaño. La número uno de ellas se llamó 'Sarón', la número dos era 'Puente Viesgo' y la tercera 'Ontaneda'. Todas ellas, según relata el autor del texto, fueron testigos mudos de los acontecimientos y de las pequeñas historias de los usuarios.
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