El milagro de San Celedonio
Un matrimonio de 72 años de edad resulta ileso tras explotar una bombona de butano en la cocina de su vivienda de Santander
nacho gonzález ucelay
Miércoles, 17 de agosto 2016, 13:39
Un matrimonio resultó este miércoles ileso tras explotar una bombona de butano en su vivienda, ubicada en la calle San Celedonio de Santander y casi destrozada por los efectos de la deflagración, que, no obstante, no llegó a afectar ni a otras plantas del inmueble ni a la estructura general del edificio. Muy asustados y algo conmocionados, aunque sin un solo rasguño, los propietarios del piso siniestrado salieron de su casa por su propio pie y bendiciendo su buena suerte. Creen los servicios de urgencias que están vivos de milagro.
Según informaron fuentes del Parque de Bomberos de Santander, el siniestro se produjo en torno a la una menos cuarto de la tarde en el segundo piso del número 21 de la céntrica calle San Celedonio, donde Juan y su esposa, María Dolores, los dos de 72 años de edad, aguardaban sentados en el salón a que la comida acabara de hacerse. «La mala combustión del gas butano», interpretan los especialistas, provocó en la cocina una explosión que puso en guardia al vecindario, sobresaltado por el fuerte estallido y preocupado por el estado de los dueños de la vivienda.
Alertado del suceso y de su posible magnitud, el 061 avisó a la Policía Local y al Parque de Bomberos también envió una ambulancia, que movilizaron sus recursos en auxilio del matrimonio.
A su llegada, policías y bomberos, que para acceder al lugar de la explosión tuvieron que abrirse paso entre el intenso tráfico que soporta la ciudad a esas horas del día, encontraron a Juan y a María Dolores apoyados en el portal del inmueble, un vetusto edificio de tres plantas con bajo y buhardilla.
«Están un poco aturdidos pero están bien», precisaron algo sorprendidos los servicios de emergencias. «Si la explosión les llega a coger en la cocina...» quizá las consecuencias hubieran sido otras.
Graves destrozos
Y es que, aunque desde el exterior apenas se apreciaban los rastros de la explosión, si acaso algunos cristales esparcidos por la calle, la vista desde el interior dio una mejor perspectiva del suceso a policías y bomberos, que, apartando los escombros, se cercioraron de que no había nadie más en el interior y comenzaron la revisión de la vivienda para determinar si los daños producidos recomendaban o no el desalojo del resto de los vecinos.
No fue necesario porque, si bien la deflagración provocó graves destrozos dentro del piso siniestrado especialmente en la cocina y en el cuarto de baño, no llegó a afectar a la estructura general del edificio, según aseguraron los técnicos municipales que se desplazaron para realizar una primera valoración de los desperfectos.
«El edificio no ha sufrido», reconocían los bomberos mientras recogían sus bártulos. Pero el piso sí. «Está inhabitable».
Por eso, en la calle, aún muy asustados, todavía algo conmocionados, aunque milagrosamente ilesos, Juan y María Dolores organizaban su imprevista mudanza temporal a la vivienda de su hija aconsejados por los servicios de emergencias y consolados por todos sus vecinos. Él disimulando un gesto de angustia, ella enjugándose las lágrimas con un clínex.