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Diego Ventura corta dos orejas y estrena la puerta grande de la plaza
El rejoneador portugués sale a hombros de Cuatro Caminos en el primer triunfo de la Feria de Santiago
Tres cosas hay en la vida (salud, salud y salud, algo así decía la canción). Tres eran las gracias de Rubens, tres los Mosqueteros o ... los tenores. Tres deportistas suben al podio (menos en bolos, siempre especiales) y tres son los toreros que, normalmente, conforman un cartel. Y tres, claro, son las cualidades que debe combinar un buen rejoneador para llegar a la élite: doma, toreo a caballo y espectáculo. Este domingo no eran tres los acartelados en Santander, solo dos, pero uno de ellos era el número 1 del toreo a caballo, un rejoneador capaz de meter en su grupa al animal más ahormado y que pone al servicio del espectáculo un vasto conocimiento de terrenos y reacciones animales.
Y es el número 1 por muchas razones. Protagonista del invierno santanderino, el luso reciclado en sevillano se quedó con cara de circunstancias cuando saludó una ovación tras pasaportar el primero de su lote. La faena había sido cumbre, especialmente en un tercio de banderillas en el que, primero con Nivaldo, en las distancias largas, y especialmente con Bronce, más en las cercanías, había sido capaz de bordar el rejoneo. Con la segunda montura enceló al bravo en las distancias cortas, clavó en lo alto y puso al público de pie al reunir espectáculo, toreo y doma en una faena rematada con un pinchazo y una estocada fulminante. El respetable, una parte, sacó los pañuelos blancos, otra pidió el trofeo a gritos, lo que finalmente inclinó al usía a no mostrar la tela blanca. Y es que, lección didáctica, las orejas se piden con el pañuelo al aire, no a voces.
La ficha del festejo
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Ganadería. Seis toros de Los Espartales, de encaste Murube. Bien hechos en general, con kilos y remate, y con las astas demasiado despuntadas. Con un punto de mansedumbre la mayoría, el primero y el segundo de la tarde destacaron en un encierro que fue de más a menos. El tercero fue devuelto y salió un sobrero de la misma ganadería.
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Andy Cartagena. Dos rejonazos y aviso (silencio). Seis pinchazos (silencio). Estocada (ovación con saludos desde el tercio).
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Diego Ventura. Pinchazo y rejonazo fulminante (fuerte petición). Pinchazo y estocada tras barrenar (oreja). Pinchazo y estocada (oreja). Puerta grande.
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Incidencias. Plaza de toros de Cuatro Caminos, aforo casi lleno en una tarde soleada. Presidió el festejo Javier Plaza, asesorado por Juan Calahorra y Belén Casares. Al finalizar el paseíllo, la Banda Municipal interpretó el himno de España.
El triunfo volvió a rondar el coso en el cuarto. El toro salió barbeando tablas, sin hacer caso a crines y capotes, y Ventura construyó un trasteo que tuvo la virtud de la cercanía que pedía el animal para seguir las grupas, el temple del galope a dos pistas alrededor del anillo y la mano de seda para clavar en lo alto. Pinchó antes de empujar el rejón hasta la bola y pese a la atronadora y colorida petición de la segunda oreja, el presidente, Javier Plaza, no concedió el premio. Bienvenida sea la dureza a la hora de dar triunfos siempre que se mantenga toda la feria.
Pero, incluso después de lo visto, Ventura tenía más. Quitasueños pisó poco el ruedo, apenas unos segundos, pero fue para quebrar con el burel a poco más de metro y medio en la acción más ajustada y meritoria de la tarde. Con la puerta grande como objetivo, rescató a Bronce, le quitó la cabezada y dejó que el olfato del cuatreño olfateará la piel del equino sin llegar a rozarla. Un pinchazo y una estocada derivaron en la primera puerta grande de la Feria de Santiago después de una tarde completa en la que dejó claro quién es el que manda en el escalafón de caballeros.
El encierro lidiado de Los Espartales tuvo kilos, los pitones excesivamente despuntados y se movió en una escalera detrás de los caballos, con detalles de mansedumbre y, en general, una movilidad trotona. De origen Murube, el hierro extremeño es de los predilectos por los rejoneadores, más allá de que su actuación en la plaza de Cuatro Caminos no pasó del aprobado.
Andy Cartagena venía de cortar un rabo el pasado año en un festejo triunfal, quizá demasiado, que le hacía llegar a Santander con estatus de defensor del título. En su primero, el rejoneador alicantino tuvo la virtud de clavar en el sitio, el debe de la falta de ajuste y el hándicap de ver sus caballos tocados por la testud del toro en varias ocasiones. El tres, de nuevo rondando, en este caso en detrimento del torero. Tampoco acertó al matar.
El tercero tuvo que ser devuelto a los corrales (impecable actuación de los bueyes de Diego Valladar) y en su lugar salió un sobrero al que faltó celo para moverse por un ruedo que se puso pesado con el avance de las manecillas del reloj (la corrida fue excesivamente larga). Faena sin brillo mal rematada con el rejón de muerte.
Todo corazón y pundonor, en el quinto de la tarde la faena se movió en altibajos, el remate fue mejor que en animales anteriores y el de Benidorm saludó una ovación desde el tercio.
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