La nueva postal de Santander
Los miradores del Centro Botín se han convertido en la foto obligada de los turistas. Decenas de personas, algunas por casualidad y otras por recomendación, se dan cita cada día en este edificio
Laura Fonquernie
San tander
Domingo, 1 de septiembre 2019, 08:05
«¡Ay, perdón!». Le decía una mujer a un grupo de personas tras pasar por delante mientras posaban sonrientes para una foto. Probablemente esa sea ... una de las frases más escuchadas en una de las terrazas del Centro Botín de Santander un día cualquiera de verano. El lugar se ha convertido en una visita obligada para aquellos que se acercan a la capital cántabra. Tal es el trasiego que desplazarse por allí sin molestar ni aparecer por accidente en la postal de otro, se complica. «Veníamos específicamente buscando el sitio», comentaba Ángeles Espinosa, vecina de Murcia. Ella y su marido, ambos cámara en mano, se sacaban fotos en la terraza del primer piso. Se hacían gestos entre sí buscando el mejor ángulo y la mejor panorámica. «Las vistas son espectaculares», añadía. Ese es el atractivo del sitio o, al menos, uno de ellos. Porque en la conversación que mantenían también se colaba algún comentario referente al aspecto del edificio. Como él es arquitecto, tiende a fijarse en la estructura y la construcción. Por eso destacaba lo impresionante de la obra en sí misma.
El goteo de turistas en el Centro Botín es constante incluso a finales de agosto. Pasadas las 12.00 horas de la mañana empieza a acercarse más gente y toca moverse con cuidado para no meterse en la foto de alguien. Todos quieren su postal con Pedreña o el paseo marítimo de fondo. Los visitantes suben a la terraza y se asoman. Algunos simplemente respiran el aire y observan. Otros sacan rápidamente algún dispositivo y disparan. Luego se apartan y dejan paso al siguiente. «¿Ha salido bien?» le decía un chaval a su amiga mientras posaba. Cada uno busca su hueco para sacar una foto. Esa de la que, probablemente, presumirá después. Y, cuando varias personas quieren la misma, se forma una especie de cola invisible que se basa, más que nada, en respetar el turno de llegada.
Las vistas
«Hemos venido más veces. Y sí, siempre cae la foto», señalaba entre risas Clemente del Pino, vecino de Madrid que, tras vivir varias décadas en Comillas, se considera casi cántabro. En su caso repetía la visita porque hacía de anfitrión para unos amigos. Ese es su secreto. Siempre se acerca con gente que no conoce la zona y aprovecha la oportunidad para ampliar su álbum porque las «vistas son muy bonitas». «Vamos a hacer un book que se titule 'edificio Botín'», bromeaban entre los de su grupo. Les llamaba la atención otra peculiaridad. «El edificio en sí es diferente. Y, además entra al mar», señalaba una de las amigas.
También los extranjeros se dan cita allí. Es posible escuchar conversaciones en varios idiomas diferentes entre quienes suben y bajan por las escaleras sin parar. Algunos usan el ascensor. Ese que, desde un altavoz, te anima al subir diciendo 'sí sí sí' y te recuerda que ya te marchas con varios 'no no no'. Un pequeño susto para quienes no se lo esperan.
Aunque la mayoría conoce el Centro y ya venían con la foto pensada, algunos de los que pasean por allí lo hacen casi por accidente. Para Juanjo y su pareja, ambos vecinos de Toledo, esta es su primera vez en Santander. Después de aparcar cerca del Paseo de Pereda se toparon con el edificio, preguntaron y se lo recomendaron. «En información nos lo han aconsejado y desde aquí la panorámica es preciosa». Otros se acercan a ver la exposición de Alex Calder y aprovechan la oportunidad. «Nosotros venimos a ver la muestra. Y unos amigos nos recomendaron subir luego, es precioso», resumía Toni, de Barcelona. Mientras, junto con su familia, se acercaba al ascensor para subir al mirador más alto.
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