Patrulla al trote por Santander
Policía Nacional ·
Los dos agentes equinos Podio y Lugano despiertan la curiosidad de los paseantes por el centro de la ciudadTodos los caballos convertidos en agentes policiales son ejemplares únicos porque sólo los más poderosos, ágiles, templados, valientes e inteligentes son seleccionados para el Cuerpo. ... Con sus grandes ojos negros observan todo de tal manera que en un cruce de miradas casi parece que sea el animal quien escruta al humano. «Y realmente lo hace», señala el jinete, en este caso, el agente Domínguez. «Conocen tu estado de ánimo, te huelen hasta el miedo». Los nueve animales llegados a Cantabria desde la Unidad de Caballería de la Comisaría General de la Policía Nacional de Madrid para patrullar por Santander este verano son una atracción más de la capital cántabra.
Los paseantes los acarician, se fotografían con ellos y hay quien pide montarlos;pero ellos no se inmutan. Permanecen impertérritos, manteniendo las formas, porque saben que son agentes de la Ley. «Desde los tres años siguen un estricto entrenamiento que empieza con la fase en que se los desbrava y continúa más adelante con todo el aprendizaje que viene después», explica David, el oficial al mando de este equipo que se paseará por el centro de la capital cántabra hasta el próximo mes de septiembre.
«Lo más importante es el vínculo con el animal. Tenemos que conocernos a la perfección, como si fuéramos pareja»
El día comienza en la hípica en la que se hospedan, que la Policía no revela por razones de seguridad. La rutina es bien parecida a la de una persona. «Los lavamos, los peinamos, y los preparamos para la jornada», explican los jinetes. Luego se los sube al camión y se los traslada al lugar de trabajo. Habitualmente se monta una base junto a las caballerizas de La Magdalena. Está resguardado y desde allí se pueden montar las patrullas.
Cuando abren las puertas del camión el primero en asomar la cabeza es Podio, de ocho años. Con él viaja Lugano, más mayor, de catorce. El segundo está hoy nervioso porque su compañera, la jinete que habitualmente lo monta, no está trabajando. «Lo más importante es el vínculo que tienes con el animal. Tenemos que conocernos a la perfección, como si fuéramos una pareja», ironiza Domínguez; y dentro del chiste existe un ápice de verdad.
«En mi caso me he cambiado de unidad y he tenido que dejar a otro compañero el caballo con el que llevaba muchos años y me da pena, pero las cosas son así». Caballo y jinete se entendían a la perfección. Sólo les faltaba hablar. «Con un gesto, un toque o una orden sabía perfectamente a qué me refería y yo sabía cómo iba a reaccionar él en cualquier situación. Eso te da mucha seguridad», asegura el agente.
Una vez bajan del camión los policías les colocan la cabezada y la montura, que es de tipo inglés. Y de inmediato comienzan a patrullar la ciudad. «Podemos comenzar a las diez de la mañana y como mucho estamos hasta la una», explica Martínez, otro de los jinetes. Habitualmente estos animales se jubilan a los 16 años.
El antecedente de esta unidad data de 1825, cuando por Real Orden se creó el Regimiento de Caballería denominado Celadores Reales, por lo que es la más antigua del Cuerpo Nacional de Policía.
Una visión global
A lomos del animal se tiene otra perspectiva de los espacios. Más elevada, más eficaz para controlar las masas. El animal es imponente y por ello resulta muy eficaz a la hora de movilizar a personas, «te obedecen más», y luego resulta muy útil como referente visible. «Eso es precisamente lo que estamos haciendo en Santander. Tener mucha visibilidad y hacer mucha labor informativa», cuenta el oficial.
Es un destino muy vocacional. Hay que tener amor por estos animales. «También se pasa mucho frío, o mucho calor. Y cuando llueve te mojas», cuentan los agentes. En Santander les toca la temporada estival, que en esta urbe es muy amable. «Salvo algún concierto, no hay mayores problemas». Más difícil es Madrid, cuando toca adentrarse en zonas residenciales marginales o en las grandes citas deportivas que pueden terminar con violencia en las calles. Nada que ver con la capital cántabra, donde un par de chiquillos se les acercan y contorsionan el cuello para mirar a lo alto y preguntar al policía los pasos a seguir para, cuando les llegue la edad, ser uno de ellos.
«Llama la atención cuantos preguntan por eso», coinciden los jinetes, que hasta septiembre vigilarán la ciudad a lomos de sus caballos. A día de hoy, son la cara más amable de la Policía Nacional, y la más llamativa. Y cuando tras una fotografía con los pequeños los animales emprenden de nuevo el paso, es tal la elegancia que todos los presentes alrededor se vuelven para contemplarlos.
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