La Policía Local de Santander disuelve la tradicional 'champanada' del parque de La Teja
Los agentes aparecieron a las cinco de la tarde con el argumento de que no se puede consumir alcohol en la vía pública | Los estudiantes defienden la «tradición» de esta cita y piden baños y papeleras
Dicen los estudiantes que es una tradición, que en un lugar localizado como el parque de La Teja están controlados y no molestan a ... nadie, y que todos los años se había hecho la vista gorda. Pero la Policía local contraatacó este viernes con otro argumentario, el de la alegalidad del consumo de alcohol en una vía pública como es el parque de La Teja y el peligro que esto acarrea con las aglomeraciones de hasta más de 3.000 estudiantes bajo los efectos de la bebida en un espacio tan pequeño. Así que pasadas las cinco de la tarde los agentes irrumpieron en la celebración y todo terminó. Un gesto que supone un precedente importante porque es la primera vez en la historia del evento en que se frustra la fiesta. A esa hora se disolvió, pero la 'cita' se desplazó a otros lugares y sobre las nueve de la noche regresó a La Teja
Amenaza de lluvia
La tarde no prometía lo mejor. «No sé lo que haré. Si no llueve bajo dentro de una hora o así», avanzaba una estudiante al abandonar la Facultad de Ciencias pasadas las cuatro de la tarde. El cielo estaba negro, amenazaba agua y eso debió disuadir a muchos de acudir temprano a la convocatoria de una nueva edición de la famosa 'champanada' en el parque de La Teja. La famosa fiesta universitaria con la que cada año se da la bienvenida a la Navidad. Una cita que el ejercicio pasado llegó a reunir a más de 3.500 estudiantes, según fuentes policiales.
«La gente viene poco a poco aunque es verdad que este es el primer año que llueve de los últimos cinco que llevo viniendo», contaba Daniel a eso de las cinco, rodeado de un grupo de compañeros de clase. «Lo malo es que aquí al final viene todo el mundo. Gente de la universidad y también de instituto, porque como no hay control...». Curioso que apenas pasaran unos minutos de su comentario y diez policías locales, dos de ellos con perros especializados en búsqueda de droga, irrumpieran en el lugar para comenzar a pedir los carnés a los allí presentes.
Primero hubo desconcierto y luego algo de nervios. Los chavales no comprendían bien lo que pasaba y la Policía, al tiempo que les pedía la documentación, explicaba la situación. «No está permitido consumir bebidas alcohólicas en la vía pública y lo que les pedimos es que abandonen el parque y retiren el alcohol». La denuncia llegaba si algún joven se sobrepasaba, o si guardaba sorpresas en los bolsillos. A uno, que además increpó a uno de los agentes, le descubrieron una bolsa con marihuana y una navaja.
Explicaron fuentes policiales que este era el primer año en adelantar el desalojo del parque. Que en años anteriores se había hecho cerca de las doce de la noche, «En situación más peligrosa, cuando el alcohol ha hecho su efecto, los chavales se encaran y surge la violencia contra nosotros o contra ellos mismos. Es mucho más peligroso esperar».
Bebida a las papeleras
En las papeleras terminaron las garrafas ya mezcladas de calimocho, y las copas de ginebra, whisky, ron y los botellines de cervezas sin abrir. Algún avezado logró salvarlos, meterlos en la bolsa o en la mochila y salir corriendo. La noche se avanza larga, porque el dispositivo policial, una vez disuelto el tumulto, esta dispuesto a seguir el botellón disperso por calles y esquinas.
«No tiene sentido que nos echen de aquí porque estamos tranquilos, molestamos lo mínimo y nos tienen localizados. Es el primer año que lo hacen y no lo entiendo, porque ahora nos vamos a dispersar y va a ser peor», remarcó Diego Sánchez, que a última hora de la tarde comenzaba a empaparse por la persistente lluvia. «Lo lógico es que hicieran como en otras ciudades: habilitar un espacio con papeleras y baños, y donde se pueda hacer esta fiesta causando los menos problemas posibles; pero aquí no sé por qué el Ayuntamiento no está por la labor. Suspender la fiesta es absurdo porque si la quitas de aquí va a continuar por otro lado y va a ser peor», remarcó Alejandro García.
Muchos universitarios corrieron a resguardarse a la parada de autobús frente a la plaza de la Ciencia. «Nosotros venimos tranquilamente porque pensamos que había un permiso especial concedido para este caso, como sucede otras veces con otras cosas. Si nos hubieran avisado, no hubiéramos venido», remarcó Francisco Aguilera, que junto a otra compañera, Marta Sáinz, reivindicaban la necesidad de que existan excepciones a la norma. «Entendemos que beber en la calle es ilegal, pero esto es una tradición. Hay muchas tradiciones para las que existen excepciones. Creo que no hay que permitir la violencia o que dejemos el parque hecho una porquería, pero con vigilancia policial, instalando papeleras y baños, esta fiesta podría ser algo compatible con la urbanidad. Pero prohibir no lleva a ningún lado».
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