El muro irlandés de Trump
Su controvertida propuesta para proteger su campo de golf en Doonbeg del oleaje ha desatado las iras de ecologistas y surfistas | La decisión se conocerá esta misma semana
LOURDES GÓMEZ
Miércoles, 20 de diciembre 2017, 07:46
El rey vikingo Canuto descubrió los límites del poder a orillas del mar. En el litoral del oeste irlandés, el presidente de Estados Unidos, Donald ... Trump, sigue batallando contra la naturaleza a través de sus representantes empresariales. El Trump International Golf Links and Hotel (TIGL) perdió un primer asalto hace justo un año, cuando retiró su propuesta para levantar un muro de 2,8 kilómetros a lo largo del arenal de Doonbeg, en el condado de Clare. El dique estaba pensado para contener el agua marina que, impulsada por las tormentas y las mareas vivas, inunda un par de hoyos del campo de golf. Pegada al sistema excepcional de dunas de la bahía de Doughmore, la propiedad pasó al imperio Trump en 2014.
Pero a al presidente norteamericano le gustan los muros y no se rinde fácilmente; su plan de intervención sigue activo. A escala menor, pero igualmente dañino ecológicamente, según coinciden expertos en gestión de costas. Propone anclar en la arena dos muros de protección al sur y al norte de la bahía, de 609 y 256 metros respectivamente. La estructura se adentrará doce metros en el Atlántico en uno de los paraísos europeos de surf. «Engañan al público porque los ingenieros saben que en cinco, diez o quince años necesitarán pedir permiso para construir más muros. La primera propuesta era visualmente espantosa, pero al menos honesta», denuncia a este periódico Nick Mucha, del colectivo californiano Save the Waves.
El Concejo de Clare anunciará esta misma semana el resultado de su revisión del permiso de obras. Decenas de objeciones se han recibido a lo largo de un proceso en el que se han involucrado ecologista locales y extranjeros. La mayoría coincide en que la propuesta de TIGL «no es científicamente creíble, no es un tratamiento apropiado para un sistema dinámico de dunas, ni ha demostrado ser compatible con el mantenimiento de las dunas».
«Es más sencillo reordenar los hoyos que intentar impedir que el mar regrese una y otra vez»
«Las playas son dinámicas, en perpetuo cambio, respondiendo a mareas, tormentas y otros fenómenos. Años de evidencia sugieren que los muros estáticos no son efectivos para frenar la erosión y producen consecuencias imprevistas», explica Mucha. El experto en costas no duda de que el arenal de Doonbeg desaparecerá si Trump logra construir su coraza artificial contra la potencia del mar y el movimiento de las dunas.
«Surfeamos en el área desde hace generaciones y realmente es un lugar especial tanto a nivel local como nacional. Las obras propuestas van a ocasionar un impacto sustancial a corto, medio y largo plazo en la playa, la zona de surf y toda la costa», observa Dave Flynn, del West Coast Surf Club. El también surfero Robert Leonard transmitió al departamento de planificación su «honda tristeza» por que una «estructura completamente artificial se imponga» en un paisaje de «belleza excepcional». Mucha añade a su vez que el amenazado coto de surf tiene «el rompiente de arena más consistente en toda Irlanda».
Trump amenaza con irse
El Club de Surf y Amigos del Medioambiente Irlandés, entre otros grupos, presionan para que TIGL ceda por segunda vez. «Queremos preservar el fantástico medio surfero de Doughmore y continuamos tratando de persuadir al hotel y al club para que adapten el campo al cambiante ambiente», explica Flynn. Para su colega estadounidense, la «mejor opción» pasa por la reorientación de los hoyos para alejar el circuito del litoral. «Es viable y desde luego más sensato que intentar impedir que regrese el océano una y otra vez», sentencia Mucha.
También hay irlandeses favorables al proyecto. Rita McInerney advierte de que su negocio ha prosperado desde que los Trump adquirieron el antiguo Doonbeg Golf and Tourist Complex. «Necesitamos asegurar que podremos vivir y trabajar en una comunidad rural dinámica y viable. Se debe permitir que nuestra localidad aproveche la oportunidad no solo de sobrevivir, sino de prosperar», escribe, recordando que «un hotel de cinco estrellas ayuda» en la promoción turística del pueblo.
Como trasfondo está la amenaza de Trump de levar anclas de Clare si no obtiene la licencia municipal. «Todos queremos ver un campo de golf en Doonbeg. Nadie quiere que se lo lleve el mar. Sin el campo de golf no tendréis hotel. Eso es lo que os jugáis», desafió en primavera Eric Trump, hijo del mandatario estadounidense.
Flynn tiene una visión alternativa. «El hotel es exclusivo y con mucho movimiento. No quedará inactivo si los constructores no se salen con la suya; pero, si el malestar es considerable, la esperanza es que lo venderán con un buen beneficio y quizá los próximos dueños respetarán más la costa y el medio ambiente».
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