«Este oficio tiende a desaparecer, no hay máquinas»
Tomás Saiz Castilloes uno de los últimos vitralistas de Cantabriay uno de los más prestigiosos de España
Tomás Saiz Castillo es uno de los últimos vitralistas que quedan en Cantabria y uno de los más prestigiosos de España –forma parte de la ... Red Nacional de Maestros de la Construcción Tradicional–. Tiene pasión por lo que hace y en su taller, situado en Torrelavega, no hay horario ni calendario de festivos o libranzas. Tampoco piensa en la jubilación. Sólo se centra en hacer bien su trabajo. El último encargo: restaurar la gran vidriera del Palacio municipal de Torrelavega antes de que se inicie la rehabilitación del edificio.
Antes de poner en marcha su negocio, hace 27 años, Tomás probó suerte con otros oficios: «Yo hice música country durante 18 años. Estuve tocando con Carlos Arozamena con Sabina, Aute... Éramos los Blue Jeans. Luego estuve en una cristalería haciendo espejos, en una mina, monté un negocio de motos de agua y, al final, volví a vidrio».
Recibió clases de vitralista en Barcelona, Italia, Alemania..., hasta que «cogí un poco la técnica y mi propia mirada para hacer los trabajos». El abanico de posibilidades en su oficio es amplio: «Se pueden crear vidrieras, restaurarlas, hacer escultura, incluso hasta joyas». Y a él le gusta «enredar» en todo. En el último campo que se ha metido es en el de trabajar el vidrio y las resinas de última generación.
Prefiere que le llamen artesano antes que artista, pero tiene claro que cada vitralista «tiene su mirada» y que «no vale hacer cualquier cosa». «Hay que ser muy respetuoso con el oficio –explica–. Es un producto caro porque es muy laborioso, pero luego el resultado es que hay vidrieras que se conservan durante cientos de años».
Sin embargo, Tomás reconoce que muchos no valoran este arte: «Yo me he encontrado vidrieras reparadas con celo de colores. Gente que las ha tirado en un contenedor haciendo una obra...». También se queja de la falta de mantenimiento en España, mientras en otros países europeos «no te encuentras ni una telaraña».
Tomás ha trabajado en numerosos edificios, la mayor parte iglesias situadas en Cantabria. No le faltan encargos. El último proyecto podría obligarle a viajar: «Tengo que restaurar las vidrieras de un palacio en París, pero ahora está parado por la guerra en Ucrania». Desde hace un mes está centrado en recuperar la gran vidriera del Palacio municipal de Torrelavega, que «podría valer 100.000 euros». «La hizo la empresa Vidrieros Artistas de Irún, de la que salieron las mejores vidrieras que hay en Europa», señala.
El artesano reconoce que no todo han sido alegrías en su trayectoria; también ha tenido que superar «momentos malos». «La crisis de 2008 fue terrible y ahora con la pandemia y la guerra ya ni te cuento, pero hay que seguir aguantando», afirma Tomás, que también le preocupa el futuro de su trabajo: «Es un oficio que tiende a desaparecer, no hay máquinas ni relevo generacional».
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