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Imagen tomada por un vecino de Caloca del osezno que, desde hace una semana, merodea el pueblo junto a su madre. /M. GARCÍA
CANTABRIA

De bruces con el oso

Un plantígrado cruzó al mediodía de ayer por Caloca y algunos vecinos, además del pescadero, se toparon con él

TEODORO SAN JOSÉ

Domingo, 14 de diciembre 2008, 10:06

«Lo tuve a dos metros. Pasó delante. No me vio, pero tampoco me atreví ni a dar un paso». José Mediavilla, vecino de Caloca (Pesaguero), salía de casa justo cuando un oso cruzaba delante de su puerta. Afortunadamente para él, el plantígrado siguió calle abajo, en la misma dirección que había tomado unos minutos antes, cuando el extraño ruido de un vehículo le había echado de la carretera.

Eran las doce menos cuarto. La mañana estaba gris. Hacía frío. Como cada sábado, el pescadero estaba a punto de llegar a Caloca para abastecer a sus clientes. A la vuelta de una curva, la furgoneta de Calderón se topa con un oso. Tras la sorpresa inicial y aunque con algo de susto, el pescadero se siente seguro a bordo de su vehículo, aminora la marcha y hace sonar el claxon. Pero el plantígrado, en vez de apartarse y e irse a refugiar a la espesura, sigue adelante por la carretera que desemboca en Caloca y entra en el pueblo.

En los pocos minutos que duró su travesía por el pueblecito, el oso se paseó por la calle, la plazuela y finalmente alcanzó un arroyo, para desaparecer en el monte. Varios vecinos presenciaron el acontecimiento, entre ellos Chuspi y Vicente mientras atendían al ganado, e hicieron gestos para asustarle y hacerle huir.

José Mediavilla relata que el oso asustado por aquellos vecinos, «se apartó de la plaza y bajó al río. Volvió a salir del agua y entró en la calle. Se pensó para dónde tirar..., y por fin lo hizo para abajo. Entró a unos praos, hacia Lloveras y se perdió monte arriba». A pesar de sus 77 años, José tuvo arrestos como para perseguir al oso calle abajo, aunque reconoce que no sabe por qué lo hizo.

Indiferente

«Yo salía de casa con un caldero de agua en la mano para echar de beber a unos corderos. De golpe vi al oso y me quedé tieso, con mucho miedo, posé el caldero despacio. No me atreví ni a dar un paso para coger un palo que tenía ahí, a un metro de mí. Solo deseaba que se marchara», relata José.

Según explica, el oso no le vio a él. Por fortuna se percató de la presencia de José cuando ya había sobrepasado su casa, pero el plantígrado, indiferente al humano, siguió a su aire. «¿Qué reacción tuve? Ni lo sé. No tuve tiempo de sentir nada. Mi único pensamiento era volver a por un palo para defenderme por si acaso. Pero se marchó».

Minutos después los cuarenta vecinos estaban al tanto de la correría del oso por su pueblo. Las pisadas del plantígrado en el barro y la nieve eran el testimonio de su presencia junto a las viviendas, a la escuela, a unos metros del Restaurante Laurel... De todos modos, a nadie le extrañó. Desde hace una semana han venido observado a una osa con un osezno en los alrededores. Pero nunca habían llegado tan cerca, ni, por supuesto, paseado su palmito por el pueblo. Ayer se aseguraba que el plantígrado no era la osa, sino un macho. Un oso al que, al parecer, 'levantaron' por su cercanía los integrantes de una cacería en Monte Margaperas (Vendejo) y que, asustado, subió hasta Caloca, uno de los pueblos situados a mayor altitud de Cantabria (1.108 metros). Tierras lebaniegas, por otra parte, habituadas a la presencia del oso pardo, un animal que también ha dejado huellas hasta los valles de Cabezón de Liébana y Bedoya.

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