Borrar
La playa de Somo, ayer por la mañana, tras el temporal de la madrugada. A su lado, la urbanización ‘El delfín’, que esta vez no sufrió desperfectos.
"¡Otro temporal como el de hace dos años no, por favor!"

"¡Otro temporal como el de hace dos años no, por favor!"

Los chalés a pie de playa de Somo aguantan la embestida y los temores a que se repitieran los grandes desperfectos de 2014 solo aparecieron en el recuerdo

José María Gutiérrez

Miércoles, 10 de febrero 2016, 07:12

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

«¡Otro temporal como el de hace dos años no, por favor!». Las palabras de Laura Astobiza clamaban contra el recuerdo de los destrozos que causaron las olas en marzo de 2014 en su chalé de la urbanización El delfín, situada al pie de la playa de Somo (Ribamontán al Mar). En el suyo y en el resto: una tras otra, las terrazas que dan a la playa y las escaleras de acceso a las viviendas fueron cayendo, desprotegidas y erosionadas tras la sucesión de temporales. Ella tuvo que abandonar su casa, maleta en mano, saltando de terraza en terraza para bajar por las últimas escaleras que quedaban en pie. Por fortuna, el temporal de ayer solo causó en esa zona preocupación y curiosidad, pero no daños materiales o personales. Los temores a que se repitiera la historia se quedaron en eso, solo temores. «No tiene nada que ver con el de hace dos años, por lo menos en cuanto a los efectos», ratificaba expresivo otro vecino, José Manuel Martín.

Durante la madrugada, las olas llegaron hasta las inmediaciones de la urbanización y el agua llegó a besar los bajos de los chalés, pero la preocupación quedó frenada por la arena. El lunes, como medida de prevención, se habían construido muros de contención con arena para que ejercieran de improvisados diques. El material fue descargado de dos camiones «repletos» y los operarios estuvieron trabajando hasta la medianoche, pocas horas antes de la pleamar.

Estas labores fueron vitales, porque la barrera natural amortiguó por la noche la constante embestida de las olas, que, con el desgaste, llegaron a morder una parte del muro de arena, creando un socavón, pero no lo suficientemente grande ni importante para que el agua causara daños a las viviendas. «El agua llegó hasta los pies de las terrazas... y ahí se quedó», relata Laura, que habita uno los tres únicos chalés ocupados durante el invierno, el número 10 de la calle Las Quebrantas. «Puse el despertador a los cuatro de la madrugada, cuando estaba prevista la pleamar, y sufrí en silencio, porque por la noche apenas se ve nada, solo se oye», comenta desde la terraza mientras observa el pasear de curiosos por la playa que miran hacia su urbanización. Entre ellos, este periodista.

Procesión de curiosos

«Esto es como el Rocío, hoy tenemos procesión», le dice la señora a su vecino, José Manuel, el del chalé 4, que ya había abandonado, sin demasiado éxito, la tarea de desenterrar parte de la escalera de madera que da acceso a las terrazas de las viviendas desde la playa, esas terrazas que hubo que reconstruir por completo tras los sucesos de marzo de 2014, imposibles de olvidar. «Entonces sí que me asusté», recuerda Laura. José Manuel quería quitar la escalera para que no sufriera con el temporal previsto por la tarde, al cual temía, pero que finalmente fue mucho menor de lo previsto. El viento sopló con menos fuerza, el embate de las olas fue menos duro que el de la adrugada y la segunda pleamar se quedó en amenaza.

«¡Oyes cada comentario de la gente!», continuaba Laura Astobiza. «Que si hay que tirar estas casas, dicen... ¡Que tiren las suyas!», espetaba enfadada la señora sobre la ubicación de los chalés, objeto de continua discusión pese a su legalidad. Y más cuando se producen temporales de envergadura. Los vecinos están cansados del soniquete «si no estuvieran ahí...», tan repetido como el martillear de las olas, tan constante como la bruma que impedía ver Santander desde Somo. Costaba hasta divisar la isla de Mouro. Por fortuna, los temporales de ayer dejaban a los vecinos de El delfín hablar de otros temas paralelos y no de los efectos sufridos.

Los efectos de la pleamar de la madrugada eran más sensibles en la propia playa de Somo, irreconocible en algunas zonas, y en los alrededores de la urbanización. El mar se asomó al aparcamiento cercano, en la calle Isla de Mouro, donde el agua también paseó por la noche. «Llegó hasta el cruce», advierte Martín. La arena que cubría el asfalto de ambas zonas por la mañana así lo demostraba, aunque no se llegaron a formar los ríos de aguas saladas que anegaron esa zona hace dos años. Las imágenes solo se repitieron en el recuerdo.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios