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Luces y sonidos protagonizaron la actuación de Jarre.
La música de Jean-Michel Jarre hipnotiza a Liébana

La música de Jean-Michel Jarre hipnotiza a Liébana

El espectáculo de luz y sonido del artista francés, uno de los conciertos estrella del Año Santo, reúne a 6.000 personas en el Monasterio de Santo Toribio

Gonzalo Sellers

Sábado, 29 de abril 2017, 18:16

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El planeta Tierra, resquebrajado como un huevo, esconde una calavera en su interior. Esa es la portada de Oxygene 3, último disco de Jean-Michel Jarre y la inquietante imagen que Damián lleva tatuada en su pierna. Llegó a Potes desde Jaén sólo para ver a su ídolo. Por eso, no pudo contenerse, gritó y levantó los brazos cuando los haces de luz proyectados al cielo de Liébana desde el suelo del monasterio anticiparon la entrada del músico francés al escenario. Como un prestidigitador que juega con lo inverosímil, el artista francés convirtió ayer un lugar santo, de silencio y recogimiento espiritual, en una apoteosis de rayos láser, imágenes en tres dimensiones y melodías esculpidas por decenas de sintetizadores. Un espectáculo que trascendió lo musical, más cercano al hipnotismo y la evocación de lo desconocido que a una pista de baile.

El músico de Lyon, con casi cinco décadas de carrera a sus espaldas, volcó ayer su adicción por lo electrónico ante las 6.000 personas que abarrotaron el aparcamiento del monasterio el doble de aforo que el fin de semana pasado, cuando el cardenal Carlos Osoro abrió la Puerta del Perdón y con los Picos de Europa como escenario natural para un músico acostumbrado a tocar en los decorados más inesperados del mundo, como las pirámides de Egipto, la Acrópolis de Atenas o la ciudad prohibida de Pekín. "Cuando subes por la carretera estrecha y, de repente, se abre el paisaje, es como si el monasterio y el cielo te dieran la bienvenida", dijo un emocionado Jarre cuando vino el mes pasado a conocer la zona.

Efecto internacional

"Quiero integrar el monasterio y el paisaje como parte del espectáculo", había anunciado. Y ayer consiguió convertir el pequeño claustro que guarda el trozo más grande de la cruz de Cristo y destino de peregrinaje en la catedral europea de la música electrónica durante dos horas. Era el efecto internacional que buscaba el consejero de Turismo, Francisco Martín, cuando dijo que había que "dejarse de mirar el ombligo" con el Año Jubilar. Si en 2006 fueron Bruce Springsteen, Shakira y Marc Anthony los iconos de aquel Jubileo, esta vez serán Jarre y Enrique Iglesias los encargados de vender la marca Liébana por el mundo para conseguir esa meta del millón de peregrinos. De hecho, más de la mitad de los asistentes al concierto de ayer eran extranjeros o de fuera de Cantabria. Como Sergio y el grupo de diez amigos que llegaron desde Asturias para escuchar a un artista al que no es fácil tener tan cerca. "Estuve en el concierto que dio en Santiago en 2010, pero es muy complicado seguirle en sus giras. Tiene un rollo especial y trascendente que me encanta, sobre todo sus primeros discos. Eso sí, la mitad de mis amigos han venido a Potes sólo por la fiesta", dice riéndose.

Uno de los rostros conocidos que acudió ayer al concierto fue Iker Jiménez, famoso presentador del programa Cuarto Milenio y reconocido admirador del músico francés, al que invitó a comer en un restaurante de la zona el presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla. Tampoco se perdió el concierto Kalina de Bulgaria, hija del zar Simeón II.

Jarre, a pesar de haber vendido más de 80 millones de discos en su carrera, no es un músico ortodoxo. Y perfeccionista. Después de ensayar el sábado por la noche hasta las cinco de la madrugada, ayer por la tarde, sólo cuatro horas antes del concierto, volvió a hacerlo. Más cerca de la investigación o de la alquimia de sonidos, siempre en busca de nuevas fronteras entre las sinfonías y la electrónica, el hijo del compositor Maurice Jarre ganador de tres Oscar por Doctor Zhivago y Lawrence de Arabia, entre otras películas arrastra una legión de incondicionales tan poco convencionales como él. José Ángel y Mari Luz son dos de ellos. Él lleva una camiseta oscura, en la que una constelación de estrellas marca los destinos de la gira de Jarre en 2010. Ella acaba de comprarse una conmemorativa del concierto de Potes. Una curiosa fusión entre el nombre del músico, la figura de un oso pardo y la silueta de los Picos de Europa. Los dos son de Vigo y fue aquí, en Liébana, donde celebraron su luna de miel hace ya algunos años. Ambos se reconocen fanáticos de Jarre, así que no podían faltar a la cita de ayer. "Es el tercer concierto que vemos de él. Nos encanta su puesta en escena y su misticismo. Él está acostumbrado a tocar en escenarios tan maravillosos como éste, pero será muy especial", señalaron.

En la misma fila de espera de la tienda de merchandising, situada junto a la estación de autobuses de Potes, guardan turno Javier y Juan, de Madrid. En el viaje en coche aprovecharon para escuchar el último disco del francés. "No podíamos haber hecho mejor elección para conocer Cantabria. Es una música muy cercana a la naturaleza". El primero acaba de conocer a Jarre hace muy poco, contagiado por el fanatismo del segundo, que lleva más de 25 años pendiente de la evolución del que está considerado el padre de la música electrónica. "Te llega dentro y sus conciertos multitudinarios son increíbles. Estuve en el último de Praga y fue una gran experiencia", recordó.

Ese eclecticismo musical, capaz de abducir todo tipo de géneros y pasarlos por la licuadora del sintetizador, se propaga también a la personalidad de Jarre. A su filosofía vital, impregnada de cierto optimismo. Sin ir más lejos, la semana pasada, el cardenal Osoro alzó la voz contra la época oscura que vive la humanidad, contra las guerras, el materialismo y a la insolidaridad, en el mismo lugar tomado ayer por la música electrónica. Pero el mensaje fue el mismo. "Nunca he perdido la confianza en el ser humano. Siempre ha habido miedo al futuro, siglotras siglo, y, a pesar de que se vivieron momentos muy duros, hubo progresos. No soy pesimista. El lado bueno de la humanidad siempre gana, como la democracia frente a los dictadores", dijo el creador francés en su primera visita a Liébana.

La imagen de la calavera esperando que la cáscara de la Tierra termine de romperse, como la del tatuaje de Damián, fue una de las más repetidas ayer en Potes. Es la que llevan en sus camisetas Ricardo y Alexandro, de Zamora. "Jarre es un visionario. Llevamos toda la vida escuchándole, pero nunca hemos podido ir a uno de sus conciertos. Él no va a cualquier lado. Ésta es la primera vez, aunque las entradas se acabaron tan pronto que hemos tenido que ir a la reventa", desvelan con cierta resignación.

Ellos fueron de los afortunados. Hubo muchos otros que se quedaron sin pase para un espectáculo que, tratándose de Jarre, fue lo más cercano a un encuentro íntimo con el artista. Hay que recordar que guarda el récord mundial de asistencia a un concierto, con 3,5 millones de personas en Moscú en 1997 o 2,5 millones en París para celebrar el 200 aniversario de la Revolución Francesa. Las entradas por internet se acabaron en unas pocas horas. Por eso, cuando el Gobierno cántabro anunció que ayer ponía a la venta las últimas 90, alguno prefirió perder horas de sueño. "Hemos abierto a las 9.30 horas y había una chica que llevaba haciendo cola desde la cinco de la madrugada. Y estaba encantada de la vida", explicó Ángela, una de las encargadas del punto de venta instalado junto a la estación de autobuses de Potes. Otros, como Aurelio, de Arriondas, intentaban vender las dos entradas de unos amigos que al final se habían caído del viaje. "A ver si las consigo colocar, aunque sea perdiendo algo de dinero", esperaba confiado junto a la caseta de ventas.

Lleno en Potes

Justo desde allí salieron los autobuses lanzadera que, desde la seis de la tarde, se convirtieron en el único medio de subir desde Potes hasta el monasterio. Excepto los que prefirieron recorrer esos tres kilómetros andando por la nueva senda peatonal. Se permitió el acceso a la misa del peregrino a las doce de la mañana, pero a partir de las dos de la tarde todo quedó cortado para los que no enseñaran su entrada.

En Potes, la sensación de lleno era mayor que la del fin de semana pasado, cuando se abrió la Puerta del Perdón. Durante toda la semana ya se había anticipado el lleno que el pueblo rozó ayer. "Tenemos lleno total en la posada desde hace semanas hasta junio. Y seguimos recibiendo llamadas preguntando por alojamiento. Es verdad que el día del comienzo del Año Santo esperábamos más afluencia, aunque ahora se ve más movimiento", cuenta Pamela, de Casa Cayo. El horario del concierto alteró relativamente las cocinas de los restaurantes como Casa Susa. "No tenemos previsto nada excepcional, pero si la gente baja con hambre y quiere cenar, aquí no cerraremos, nos adaptaremos", aseguró Enrique, su propietario. Una situación inusual pero que anticipa un año intenso en Liébana. Al menos si se cumplen las expectativas del Gobierno, dispuesto a llegar al millón de peregrinos.

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