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María Pombo cuenta la historia de su tatarabuela, la escritora Concha Espina, a través de Instagram.

María Pombo recuerda que es tataranieta de la escritora santanderina Concha Espina

La 'influencer' ha revelado a través de redes sociales el parentesco que mantiene con la autora, nominada tres veces al premio Nobel de Literatura

Lunes, 21 de julio 2025

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La 'influencer' María Pombo ha sorprendido a sus seguidores con una imagen de la estatua de la escritora santanderina Concha Espina, ubicada en Mazcuerras, con el pie de foto «Os presento a mi tatarabuela». La escultura realista, obra de Ricardo Ramón e inaugurada en 1974, muestra a la artista con semblante serio, sentada sobre roca con una mirada que parece contemplar todo lo que sucede en la plaza de la Parada, a pesar de su naturaleza inerte y de que la escritora ya había perdido la vista en el momento vital que retrata. Pombo, que se encuentra de vacaciones en Cantabria, ha reavivado la conversación en torno a una de las figuras femeninas más importantes, y más olvidadas, de la literatura española. La imagen de la inamovible figura bajo el sol cántabro, así como las publicaciones posteriores explicando las intricadas ramificaciones familiares que unen a ambas mujeres, no han tardado en hacerse virales.

Según cuenta la 'influencer', todo lo que sabe acerca de la autora a la que tanto admira le ha llegado a través de su abuela y de su padre. Pombo recuerda con mirada brillante y tono cargado de ilusión los principios de Concha Espina, invitando al espectador a conocer la vida de una mujer intrépida que hizo historia no solo en nuestro país, sino en el mundo entero. Los vídeos, disponibles en su Instagram (aunque solo por veinticuatro horas), han tocado corazones y despertado curiosidad por igual entre sus más de tres millones de seguidores. Su narrativa y forma de contar los hechos engancha, de eso no hay duda, y la estrella de Internet ha salpicado la «lección de literatura» con algunas curiosidades.

Pero antes, ¿quién fue Concha Espina? Si viven debajo de una roca, tal vez no la conozcan. Eso, o que, como muy bien ha mencionado Pombo en sus publicaciones, vivimos en un mundo de hombres en el que durante siglos se ha silenciado a las mujeres. Y sus historias.

De Santander a Mazuerras y después a Chile

Nacida en Santander el 15 de abril de 1869, Concepción Rodríguez-Espina y García-Tagle era hija de Víctor Rodríguez-Espina y Olivares y de Ascensión García-Tagle y de la Vega, siendo la séptima de diez hermanos. Aunque durante sus inicios residió en el barrio de Sotileza, a los trece años su familia se mudó a Mazcuerras, donde la semilla de la escritura se plantó en su interior, sin saber que terminaría germinando en un auténtico prodigio de la literatura. En 1888 llegó su primera publicación: unos versos usando el anagrama Ana Coe Snichp que vieron la luz a través de 'El Atlántico de Santander'. Concha Espina apuntaba maneras. Sin embargo, la tragedia asaltó su hogar tres años después con el fallecimiento de su madre.

En 1893 contrajo matrimonio con Ramón de la Serna y Cueto, con quien tuvo dos hijos, Ramón y Víctor de la Serna, futuro periodista y bisabuelo de la 'influencer'. La familia se trasladó en 1894 a Valparaíso, Chile. María Pombo cuenta con una sonrisa de lado a lado cómo tuvo la oportunidad de visitar la ciudad el año pasado, algo que le produjo mucha ilusión y le permitió conectar aun más con su tatarabuela. Los lazos entre ambas van más allá de la sangre, pues los caminos que Concha Espina recorrió durante su juventud los ha atravesado también María. El espíritu de una se mantiene vivo en el corazón de la otra, y la 'influencer' parece dispuesta a seguir con interés las huellas que su tatarabuela dejó en la arena, impermeables al paso del tiempo y celebradas cada día por todo el mundo.

Historias de Instagram en las que la 'influencer' ha aclarado de dónde viene el parentesco con la escritora.

Fue en Chile donde el talento de Concha Espina afloró definitivamente. La semilla ya estaba ahí, pero necesitaba de riegos y cuidados, de un lugar seguro donde crecer. Los periódicos argentinos y chilenos le proporcionaron ese espacio. Y a partir de ahí, todo fue sobre ruedas. Aunque no tanto dentro del ámbito personal de la escritora.

La familia regresó a España en 1898 y dos años después nació su hijo José. Sin embargo, el pequeño falleció con tan solo cinco años, sumiendo de nuevo a Concha Espina en la oscuridad de la tragedia. En 1903 dio a luz a Josefina, su única hija, y en 1907 llegó su último hijo, José. No obstante, el matrimonio no era una unión feliz. El marido de la escritora sentía envidia del éxito de ella y pronto adoptó una actitud tóxica y fría, por lo que Concha Espina le buscó trabajo en México para crear distancia entre ambos. Mientras que ella permaneció con sus cuatro hijos en Madrid, Ramón de la Serna y Cueto se mudó al otro lado del charco, de manera que la pareja quedó separada. En 1934 se divorciaron oficialmente, algo raro en la época y que sirve como otra demostración del carácter independiente y luchador de la artista.

Nominada al Nobel y redactora de El Diario Montañés

Concha Espina escribió de todo, desde ensayos y poesía hasta cuentos y novelas, a través de los que alcanzó notoriedad y reconocimiento internacional. De mente ilustrada, fue una de las figuras más importantes de la literatura española de la primera mitad del siglo XX. Algunas de sus obras más importantes incluyen 'La niña de Luzmela', 'La esfinge maragata', 'El metal de los muertos' y 'Altar Mayor'. Destacó también en el ámbito periodístico, pues ningún área de la escritura se le podía resistir, y colaboró activamente con el ABC después de la Guerra Civil Española. También redactó para este periódico, para El Diario Montañés, dejando su firma en las páginas de papel que hoy en día siguen vendiéndose por toda la región. Por todo su hogar.

Pero sus mayores logros profesional fueron, sin lugar a dudas, las tres nominaciones que recibió para el premio Nobel de Literatura en años consecutivos (1926, 1927 y 1928). Además, obtuvo el Premio Nacional de Literatura por 'Altar Mayor' y honores por parte de la Real Academia Española en 1914 y 1924 por 'La esfinge maragata' y 'Tierras del Aquilón'. Ese mismo año fue nombrada hija predilecta de Santander y dama de la Orden de las Damas Nobles de la Reina María Luisa por el rey Alfonso XIII. Una mujer de armas tomar.

Actualmente, un teatro en Torrelavega lleva su nombre, al igual que una estación de metro de Madrid que forma parte de la línea 9. Además, como cuenta Pombo en sus historias, está la Avenida Concha Espina, también en la capital, que casualmente se halla al lado del restaurante Camino, del padre de la 'influencer'. El destino obra de maneras curiosas.

Y todo nos lleva de vuelta a la estatua, probablemente uno de los homenajes más reconocibles y populares a la escritora. Perdió la vista, pero jamás la pasión por la literatura. Siguió escribiendo hasta su fallecimiento el 19 de mayo de 1955, en Madrid, a los ochenta y seis años de edad. Ochenta y seis años de historias, una pluma muy característica y textos capaces de subsistir allí donde lo corpóreo no puede sobrevivir.

Concha Espina observa con templanza la plaza de la Parada. Su gesto impasible transmite sobriedad pero también millones de conocimientos y vivencias que hacen de su portadora una leyenda de la literatura. Pero algo es seguro: esté donde esté, sus ojos también siguen con interés a su tataranieta, María, con pinceladas de brillo deslumbrante ante lo lejos que la 'influencer' está llegando. Con un tercer hijo en camino, la familia Pombo no hace más que crecer y no cabe duda de que el legado de Concha Espina está en buenas manos. Porque su historia es una para la posteridad, de las que se pasan de generación en generación con orgullo. De las que hay que recordar una y otra vez para que no caigan en el olvido.

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