Compartir fogones desde la admiración
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La ecuación Francia y gastronomía es tan inmensa como mediatizada muchas veces por su chovinismo. En las pantallas, desde 'La cocinera del presidente' a 'Ratatouille', se ha emplatado a través de la diversidad de géneros esa 'joie de vivre' de recetas y platos convertidos en tramas donde asoma la simbiosis de sabores entre identidad y deseos de reinvención. La creatividad traducida en la 'nouvelle cuisine' vertebra muchos títulos del país vecino, basados casi siempre en el enfrentamiento de culturas, o en el signo admirativo que desde fuera asoma hacia esa sucesión de cocina de autor, fusión o mera investigación. Ese juego, diálogo y confrontación, en este caso entre un americano aspirante a cocinero y un chef francés, fundamenta la comedia culinaria 'American cuisine'.
París, los fogones, la concepción de la cocina como arte e Irène Jacob, una excelente presencia interpretativa, configuran sus ingredientes. Ese vínculo tan cacareado de lo artístico en el plato está muy reflejado en el filme de Jean-Yves Pitoun. «El salmón y la acedera tienen entre sí una extraordinaria afinidad. Conservan sus propios sabores a la vez que juntos aportan algo nuevo, algo que no existía antes…Y eso caballeros… es arte», explica el protagonista.
En este juego de búsqueda de identidad culinaria y talento, de las pizzas al hígado rossé, de la comida preparada al róbalo en papillote, pasando por los erizos al vapor, o los melocotones hervidos, «sin olvidar el nuevo plato de la carta, los raviolis de langosta con mantequilla y salsa de soja», esta cinta francesa saca jugo entretenido y gástrico a su falta de pretensiones. El engranaje sentimental fusionado con el proceso interior de los grandes restaurantes. Una mirada al laboratorio siempre tan sabrosa como la de la pasarela de emplatados.
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