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PURA COINCIDENCIA

¿QUÉ HAY DE CENA PAPI? ·

Unas focaccias más apetecibles que otras

Ricardo Ezcurdia

Santander

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Miércoles, 4 de octubre 2017, 19:31

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Hay muy pocas ocasiones que en la publicidad algo sea parecido a la realidad, ni siquiera las modelos que podemos ver en los anuncios. En el caso de la comida la diferencia es aún más flagrante ya que se utilizan trucos para que en la foto veamos el manjar más suculento, frutas brillantes y sin ninguna tara, cervezas heladas y espumosas, pasteles que desbordan crema sin que se derrame y, cómo no, las hamburguesas más apetitosas, brillantes y jugosas que puedan existir.

No son más que alimentos tratados, son productos y trucos de cámara para, de una forma u otra, que nos entren por la vista y nos cree la necesidad de consumir ese producto de inmediato.

Las brillantes frutas que vemos a veces no son ni reales y si lo son están rociadas con desodorante para que brillen; el apetitoso sirope o caramelo que baña las tortitas no es más que aceite de coche; esa espuma que desborda la copa de la helada cerveza que apetece tanto es jabón líquido; esas tartas que al cortarlas parecen la obra del mejor arquitecto llevan cartones en su interior para sujetar sus cimientos; la nata es espuma de afeitar y el helado, puré de patatas teñido.

Con esto no estoy diciendo que nos estén intentado engañar, solo que debemos de tener claro que la próxima vez que pasemos por la puerta de un restaurante y tenga expuestas las fotos de sus platos o veamos en la tele un anuncio de un bocata super apetitoso tengamos en cuenta que cualquier parecido con lo que nos vamos a encontrar es pura coincidencia.

El despropósito

Todo esto me viene a la cabeza a la espera de un avión en un aeropuerto en el que me he pedido un desayuno que consiste en un zumo de naranja, un café y una focaccia, que es un tipo de pan plano que normalmente se cubre con hierbas y otros productos alimenticios como aceitunas, tomates, quesos o lo que se nos pueda ocurrir. Pues bien, estos señores han tenido la feliz idea de hacer un bocadillo con una foccacia y rellenarlo de jamón, queso, lechuga y tomate. Claro está, viendo la foto, que te dan ganas de saltar la barra y darle un mordisco, pero una vez más, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Y no solo porque al señor se le haya ocurrido el meter la focaccia a calentar en una plancha dejando el brillo y el frescor de la lechuga en un par de trozos secos oscuros y muy poco apetecibles, si no porque el conjunto en sí no tenía ninguna gracia.

Puedes meter en el horno crematorio la focaccia con el jamón y el queso, incluso el tomate si me apuras –que para el poco sabor que tenía igual estaba mejor calcinado–, pero no metas la lechuga, añádela después fresca y crujiente.

La receta

Y, para que practiquéis en casa, os voy a dar una receta que además de sencilla es una forma genial de cocinar con los pequeños de casa. Vamos a necesitar 500 gramos de harina de fuerza–pedírsela a vuestro panadero–, 50 gramos de levadura fresca de panadería, 4 cucharadas de aceite de oliva, 2 de azúcar, 2 de sal, 250 ml de agua templada y, para añadir, unos champiñones laminados, una rama de tomillo, tomates cherry aceite y sal.

Comenzamos mezclando la levadura en un bol pequeño con un chorrito de agua templada. Mezclamos bien y lo dejamos fermentar unos minutos. En un bol grande mezclamos la harina, la sal y el aceite, añadimos la levadura fermentada y poco a poco el agua. Vamos amasando hasta obtener una masa elástica y uniforme que se nos despegue de las manos fácilmente.

Tapamos la masa con un trapo húmedo y la dejamos a temperatura ambiente aproximadamente 50 minutos, cuando veamos que al menos ha duplicado su volumen.

Mientras tanto hemos preparando las verduras que coronaran nuestra focaccia. Yo os he puesto los champiñones y los tomates, que a mí me encantan, pero podéis añadir los que queráis. Los tomates conviene meterles en el horno un poco antes para que se confiten, con un poco de aceite y a no muy alta temperatura, unos 120º. Podéis incluir cebolleta fresca cortada muy fina, calabacín también en láminas, aceitunas verdes o negras, y las hierbas que más os agraden, pero la mezcla del tomate y el tomillo va genial.

Transcurrido el tiempo de espera estiramos la masa y la colocamos en la bandeja de horno, que previamente hemos engrasado con aceite de oliva. Repartimos a los ‘acompañantes’ por la parte superior y pintamos con una generosa capa de aceite de oliva. A mí me gusta darle un toque con unos cristales de sal marina. Tapamos otra vez y dejamos unos 30 minutos.

Mientras precalentamos el horno a 200º para introducirla unos 25 minutos. Cuando la saquemos veremos que ha cogido un brillo tostado y crujiente por fuera y esta esponjosa por dentro, una delicia.

Es posible que si hacemos una foto a nuestra focaccia no sea tan atractiva como la foto del lugar de desayuno que tengo delante, por lo demás cualquier parecido con la nuestra es pura coincidencia.

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