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Álvaro y Ana en el ‘Corto Maltés’, con algunos de los niños enfermos y sus hermanos que han participado en las aventuras de verano
Un velero para curarse

Un velero para curarse

El pediatra Álvaro González de Aledo lleva doce años enseñando a navegar a niños enfermos de cáncer en Santander, un proyecto sin precedentes en España

Irma Cuesta Cifuentes

Lunes, 30 de mayo 2016, 12:29

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A Mikel le diagnosticaron una leucemia linfoblástica aguda un tipo de cáncer en la sangre a la vuelta de unas vacaciones. Hablar de aquellos días en Sanjenjo, con su hermano Ander recién nacido, le sigue poniendo contento. «Supe que tenía buena suerte porque me puse malo justo cuando ya habíamos vuelto. Si llega a ser antes, me lo pierdo...», cuenta con una ingenuidad que dan ganas de abrazarle. Porque a partir de aquel momento se le empezaron a torcer las cosas, y mucho. Tres años después, este chaval de Bárcena de Cicero que ya ha cumplido los 7 y sueña con jugar algún día en el Dominion Bilbao Basket, sigue pensando en el día en el que podrá volver a salir de viaje.

También Javier se siente afortunado. La pesadilla de la que aún está despertando comenzó en 2012, cuando aún tenía 8 años y los médicos le diagnosticaron una leucemia que se fue complicando: el tratamiento estándar no daba resultado. «Pero, al final, un transplante de médula de mi hermano Fernando me salvó de todo este lío», cuenta este muchacho rubio de la capital, guapo y listo, que tiene previsto convertirse en abogado del Estado.

Mikel y Javier forman parte de esa tripulación de 92 críos los más pequeños de 3 años que cada verano olvidan durante unas horas el hospital, los goteros y antibióticos gracias a Álvaro González de Aledo (Santander, 1955), un navegante que se hizo pediatra y fue capaz de convencer a los responsables del Servicio de Hematología de Valdecilla primero, y a las familias después, de que un día a la semana a bordo de un barco de vela era el regalo perfecto para los que añoran que todo vuelva a ser como antes.

Cada año más casos

  • la enfermedad

  • La incidencia del cáncer pediátrico ha aumentando el 1,5% cada año desde hace 30. Actualmente se diagnostican en España una media de 1.500 casos anuales. Algunos expertos, entre ellos González de Aledo, creen que buena parte de la culpa la tiene nuestra forma de vida consumista y contaminante.

Al principio, la idea parecía descabellada. Con unos niños tan frágiles, unos tratamientos tan agresivos, el riesgo de infecciones y lesiones siempre presente, y una actitud familiar tan sobreprotectora, ¿sería posible salir adelante? Y, sobre todo, ¿realmente les vendría bien a estos hombrecitos que pasan por la peor época de sus vidas?

Si no fuera porque el protagonista de esta historia es mitad pediatra, mitad marinero, y solo los hombres del mar son capaces de enfrentarse con entusiasmo a lo que bien puede ser una catástrofe o un triunfo planetario, es probable que Carpe Diem. Vela Solidaria en Santander, un proyecto sin precedentes en España, nunca hubiera podido cuajar.

La labor del 'Corto Maltés'

La idea del capitán del Corto Maltés, un precioso velero de 6,5 metros bautizado así en honor del legendario aventurero creado por Hugo Pratt, era aprovechar el tiempo libre que a él y a su mujer, Ana, les habían dejado sus hijos al crecer. Querían compartir su amor por el mar con esos niños enfermos de cáncer que ven entrar y salir de Valdecilla. Un mal que en el 85% de los casos llega a curarse, pero que tiene la fea costumbre de cobrarse un precio demasiado alto: secuelas físicas, psicológicas y el inevitable miedo a recaer.

Álvaro, que acumula más de 33.000 millas navegadas, incluidas dos travesías del Atlántico y una vuelta a España este artículo le pilla rumbo a la isla de Elba, cree que el silencio y la fuerza de las olas, que te hacen depender de ti mismo para resolver cualquier problema, son el tratamiento perfecto para relativizar los problemas y hallar fuerzas para superarlos.

Por eso, después de enrolar en la aventura a otros médicos navegantes y visitar a Encarnación Bureo, responsable del Servicio de Hematología del hospital cántabro, aquel verano de 2003 decidió que era el momento perfecto de convertir a los niños enfermos en grumetes y zarpar rumbo a tierras desconocidas, surcando esa mar salada que hizo de Corto Maltés un personaje único . «Aunque yo llevo dentro el espíritu de las navegaciones lejanas, sé que para un niño tiene la misma emoción, o más, una de dos horas que le lleva a una islita a seis millas; un viaje que le permite ver su ciudad, su hospital, a su familia y a sus médicos desde fuera».

Cuando el Sur se enrabieta

Álvaro estrenó su vela solidaria con quince chavales y catorce tripulantes repartidos entre su barco y el de otros cuatro médicos santanderinos, que en aquella primera etapa no dudaron sumarse a la iniciativa. La mayoría eran enfermos de leucemia o linfoma, pero también había una niña ciega por un tumor ocular bilateral y otra con una hemiparesia, una disminución del movimiento sin llegar a la parálisis, consecuencia de un accidente en el que había perdido a su madre.

Los que tomaron parte en la primera travesía recuerdan que aquel día el cielo amaneció cubierto de nubes y el fuerte viento del Noroeste hacía suponer que acabaría lloviendo. Las malas previsiones y los nervios por la responsabilidad que asumían, a punto estuvieron de llevarles a suspender el viaje. «Pero era complicado decir que no a esas alturas, cuando los niños que se habían apuntado y algunos de sus hermanos estaban realmente emocionados con la idea de hacerse a la mar. Decidimos seguir adelante, aprovechar el tiempo si la cosa se complicaba con algo de teoría dentro del puerto, pero ni siquiera eso fue necesario». Desde entonces, únicamente dos galernas han podido con los planes de los quince barcos que, año tras año, se han ido sumando a esta aventura.

Para confirmar que la idea del capitán González de Aledo ha sido un éxito solo hace falta pasar un rato con alguno de los grumetes que, como Javier y Mikel, han formado parte de la tripulación de esa particular flota de veleros. Obligados a aparcar el fútbol y el baloncesto, a olvidarse de las vacaciones lejos de casa... lo mejor del verano son esas jornadas en las que se hacen a la mar, especialmente cuando el Sur se enrabieta y aumenta la emoción. Pocos de los que zarparon aquella tarde de 2004 olvidarán la tormenta de granizo que les hizo sentirse como el Ishmael de Moby Dick.

'Carpe Diem'

  • González de Aledo y su mujer, Ana, se inspiraron para crear su grupo de vela solidaria en otras iniciativas de este tipo que funcionan en Francia. Desde que comenzaron, en 2003, han participado 92 niños y 81 médicos. La tripulación de cada embarcación la componen un doctor o dos, un capitán y tres o cuatro niños.

Como ahora se siente Javier, que antes de enrolarse por primera vez el agua no le hacía ninguna gracia. «Ni siquiera me gustaba la de la piscina, pero ahora me encanta. Lo mejor son los días en que vamos hasta la isla de La Campanuca o los que, en la ría del Cubas, aprovechamos para jugar con las lianas que Álvaro tiene localizadas». Eso, y cuando toca pasar la noche fuera. «Antes de ponerme malo jugaba de portero, pero tuve que dejarlo por el reservorio y porque no me podía dar golpes. No ha dejado de gustarme, pero hasta que pueda volver a jugar he encontrado en el mar lo que necesitaba», dice este chavalón, que cuenta con precisión casi científica en qué consiste esa maldita enfermedad que le ha traído loco los últimos cuatro años.

Mientras llega ese día, espera impaciente ese bote que le van a regalar sus padres este verano y que tiene previsto bautizar Endurance. «Álvaro nos contó la historia de Shackleton, de su expedición a la Antártida y de cómo logró que la tripulación no se muriera. Tuvo mucha fuerza para conseguirlo. Yo también la he tenido para superar esto. Por eso, mi barco se llamará como el suyo».

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