La caída de la demanda en los centros de día deja libres una de cada tres plazas públicas
Las entidades de atención a la dependencia creen que hay que «dar una vuelta» a este recurso, que «no ha funcionado nunca en condiciones»
La demanda de plazas en los centros de día de mayores de la región sigue cayendo. Frente a la situación de las residencias de mayores, que tienen lista de espera permanente para ingresar -252 según el último recuento del Icass, acumulados sobre todo, en las áreas urbanas y municipios próximos-, este es el recurso de la ley de dependencia con menos tirón, como reconocieron la semana pasada desde la Consejería de Política Social. Y la prueba es que de las 1.514 plazas autorizadas en centros de día de Cantabria, hay hasta 316 de las 1.198 que son públicas que están sin ocupar. Y se pueden encontrar vacantes por toda la región. De hecho, más de un centenar de ellas están disponibles en el área de salud de Santander, que incluye también todo el arco de la bahía.
Desde la Federación Empresarial de la Dependencia (FED Cantabria) achacan esta situación al desconocimiento de lo que realmente es un centro de apoyo diurno y al miedo de los familiares a que ese sea el paso previo a la residencia, entre otros motivos. Un contexto «preocupante», porque desconocen la solución, pero que no ha propiciado, por el momento, el cierre de ningún centro. «Tenemos que volver a hablar con los Servicios Sociales y dar visibilidad al concepto de nuevo».
Rubén Otero, al frente de FED Cantabria, no entiende por qué este tipo de servicio no termina de cuajar entre la sociedad cántabra. «No han funcionado en condiciones nunca. Y no logramos comprenderlo porque ofertamos servicios muy necesarios como pueden ser la fisioterapia, la rehabilitación cognitiva o las excursiones», explica.
Este servicio se planteó como una idea «estrella» que, a juzgar por los datos, no ha conseguido consolidarse. Y reconoce que desde su federación han meditado en numerosas ocasiones los posibles motivos. Por ejemplo, los horarios de los centros. De 08.00 a 17.00 horas. «Es posible que haya quien necesite más tiempo o que entre a trabajar antes». Por lo que no descartan plantear un servicio similar, pero «más a la carta».
Además del desconocimiento de las actividades que se realizan en este tipo de instalaciones. «Existe un miedo, tanto de familiares como de los propios usuarios, a que este sea el paso previo a la residencia. Y no tiene por qué. Al contrario. La idea es estimular a los usuarios y frenar o retrasar los efectos de la edad o de las enfermedades cognitivas. Hacerles la vida más entretenida», añade.
A todo lo mencionado hay que sumar un factor «crucial»: el precio del desplazamiento hasta el centro. Es un coste que el Gobierno de Cantabria solo abona a las personas con un nivel de dependencia de grado tres (el más severo). Por lo que el resto de usuarios que necesiten este servicio -las personas con grado de dependencia catalogado como uno y dos- tienen que costeárselo. «Son aproximadamente 20 euros por día. Pero a eso hay que añadir lo que paguen mensualmente, que va en función también de su renta». Y añade: «Para eso, muchos prefieren pagar a un trabajador que vaya directamente a su casa», concluye.
En definitiva, según Otero, la gente prefiere las residencias porque creen que son más completas. «El error está en comparar ambos servicios. No tienen nada que ver». Un hecho con el que coincide Gema de la Concha, presidenta de Lares Cantabria, para quien el problema de la caída de la demanda de los centros de día pasa por el «miedo a lo desconocido» tanto de usuarios como de familias. «El primer obstáculo es, sin duda, el desconocimiento. El centro no es un recurso adecuado si se utiliza demasiado tarde, porque entonces no cubre las necesidades», explica.
Además, entiende que las instalaciones también pueden jugar en su contra. «Muchos disponen de una sala única para todos los usuarios. Aunque se les separe por actividades, conviven todos juntos y eso no les favorece. Especialmente a los que no padecen demencia severa o alzhéimer. Así solo dan pasos hacia atrás», explica de la Concha, que lamenta que no se haga más uso de los centros ya que, a su juicio, son el aliado perfecto para mejorar unos años concretos de la vida de las personas mayores. «Les da la vida. Tienen rutinas, se ven obligados a arreglarse, a salir... Muchos, de lo contrario, no saldrían de casa en todo el día», concluye.