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La fase uno arranca con el comercio abierto y las pocas terrazas disponibles llenas

Los bares y restaurantes cántabros ya pueden abrir sus terrazas a la mitad de su aforo. Una medida a la que pocos locales se acogieron ayer, pero muy celebrada por los clientes, que estaban deseando recuperar poco a poco la normalidad y poder sentarse con amigos y familiares para tomar algo juntos

Ángela Casado

Santander

Martes, 12 de mayo 2020, 07:15

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Terraza montada, terraza llena. Los establecimientos hosteleros de Cantabria pueden, desde que comenzó ayer la fase uno de la 'desescalada', colocar mesas y sillas en el exterior de sus locales para atender a sus clientes. Siempre y cuando, claro, desplieguen únicamente la mitad de las mesas que habitualmente tienen permitidas. No fueron muchos los propietarios que se animaron ayer a levantar la persiana y retomar la actividad, pero quien lo hizo tuvo clientela.

En el centro de Santander fue difícil encontrar bares y restaurantes que hubieran desplegado sus terrazas. Pero donde había mesas, había éxito. Al menos, todo el éxito que les permite tener el local vacío y la mitad de las mesas exteriores en marcha. En otros puntos de la ciudad, como el faro de Cabo Mayor, Valdenoja y ElAlisal, la situación era similar. Y en Torrelavega, lo mismo. Sitio abierto, sitio con aforo completo. Donde había mesas, había gente consumiendo. Los clientes estaban contentos por poder quedar, por fin, con sus seres queridos para tomar un café o una caña al aire libre. La mayoría, eso sí, se mostraban cautos y hacían hincapié en la importancia de seguir los protocolos de seguridad para evitar contagios. Muchos llevaban mascarillas y geles desinfectantes para usar asiduamente. A pesar de las restricciones, todos los clientes estaban de acuerdo en que merece la pena cumplirlas si así se van recuperando actividades cotidianas que, poco a poco, lleven a la 'nueva normalidad'.

Por su parte, el presidente de la Asociación de Hostelería de Cantabria, Ángel Cuevas, lamenta las limitaciones que pesan sobre el sector. «Hasta que no haya movilidad geográfica entre provincias no va a ser rentable abrir los negocios». Entiende a «aquel empresario que da el paso de abrir, aunque sea testimonial», pero considera que actualmente no puede ser rentable. «Lo harán por salud mental, porque tienen ganas de trabajar o porque quieren salir de casa, pero no sale a cuenta abrir. Si, por ejemplo, un local tiene 20 mesas, diez dentro y diez fuera, sólo puede tener cinco en funcionamiento. Si llamas al cocinero para que haga rabas para esas mesas, ¿a cuánto te sale cada ración?», se cuestiona.

Hacienda Serrana

«Hemos desinfectado las copas con gel, hay que tener cuidado»

Vídeo. Pilar y Miguel tomaron ayer una caña y un pincho en La Hacienda Serrana Celedonio / Héctor Ruiz

Pocos hosteleros del centro de Santander se animaron ayer a abrir sus terrazas. Pero quien lo hizo, la llenó. Al menos, hasta el aforo permitido. La Hacienda Serrana, en el cruce entre la calle Aduana y el paseo Pereda, fue uno de los pocos que se animó a colocar sus mesas y sillas. En el resto de la calle no se veía ninguna más. Abrir fue una buena decisión, porque toda la terraza estaba llena en torno al mediodía.

Pilar Martínez y Miguel Díaz se reencontraron cerca de las doce en este establecimiento, después de dos meses sin verse. Ya tenían ganas de ponerse al día y compartir un rato juntos. Eso sí, con todas las medidas de protección posibles. Los dos, ataviados con sus mascarillas, habían desinfectado las copas de las que bebían. «Llevo el gel desinfectante en el bolso y antes de dar el primer trago lo he pasado por toda la copa, hay que tomar todas las medidas posibles», explica Pilar.

Contentos por haberse reencontrado y poder tomar un pincho de tortilla con una caña después de tanto tiempo, también les preocupa que la gente se relaje antes de lo debido. «Me parece bien que nos podamos reunir en las terrazas, con distancias, mascarillas, gel... Es más seguro hacerlo al aire libre, ¿pero dentro de una casa?». Pilar no está convencida de que las quedadas en los interiores sean seguras. «¿Cómo se va a garantizar que las personas no tienen contacto entre ellos? Es difícil meter a diez personas en un piso y que mantengan las distancias, muchos se lo tomarán a la ligera y eso puede provocar repuntes. Con familia lo entiendo, pero con amigos, no».

Por el momento, ellos van a seguir quedando en las terrazas, a las que han echado de menos durante los dos últimos meses. Ahora que comienzan a subir las temperaturas y el verano se acerca, más aún. Las reuniones en casa, para ellos, tendrán que esperar a que la crisis sanitaria finalice y ya sea completamente seguro estar cerca de los demás. Detrás de ellos, unos empleados de banca se tomaban un respiro de su jornada laboral. La primera parada con café en mucho tiempo. «Ni nos lo hemos pensado, hemos venido directos porque es el único sitio que hay en la zona».

El Faro

«Llamé por teléfono para confirmar que estaba abierto»

Antonio, José Manuel, Antonio y Miguel se reencontraron en El Faro Celedonio

Vistas al mar, rabas y vino. Un plan difícil de rechazar. El propietario del bar El Faro, junto al faro de Cabo Mayor, tuvo dudas sobre si abrir o no hasta el último momento. El pronóstico del tiempo daba lluvia, unas condiciones poco compatibles con la terraza. Al final, decidió sacar las mesas y las sillas, y le salió bien, porque la mañana estuvo despejada y muchos clientes pensaron en este bonito enclave para iniciar la fase uno.

Hasta allí se desplazaron Antonio Maza, su hermano José Manuel y sus amigos Antonio Rodríguez y Miguel Martínez. Y el ambiente no hacía más que mejorar. «A ver, he venido por mi hermano, que le hacía ilusión verme. Y ya de paso pues han venido un par de amigos...», comentó entre risas Antonio, dando buena cuenta de las rabas y el vino que habían pedido. Se notaba que cogían con ganas esta primera reunión. La primera de muchas, porque hay que recuperar el tiempo perdido.

«No encontrábamos terrazas abiertas, así que se me ocurrió llamar porque sé que tiene una terraza muy amplia. En cuanto supe que estaba abierta me he traído a estos tres». Tras organizar el plan, Antonio esperaba que le recompensaran invitándole a comer. «A ver si hay suerte». Aprovecharon la quedada para ponerse al día y «actualizarse» porque en dos meses sin verse habían acumulado muchas anécdotas. «La primera botella la ha pagado el señor Antonio –el otro Antonio–, el resto ya iremos viendo».

La mitad de los amigos llevaban mascarillas, aunque en lugar de depositarla sobre la boca y la nariz, la tenían en la barbilla. Comer y beber no es compatible con esta medida de protección. Aunque, al menos, todos mantenían las distancias entre ellos. El resto de las mesas también estaban colocadas a unos cuantos metros, por lo que el contacto con otros clientes no era un problema. El propietario, entre tanto, se sentía contento por haber tomado la decisión. «Menos mal, porque no hemos parado, se nota que la gente tiene ganas de recuperar la vida de siempre y poder tomar algo con amigos y familia». No pudo parar mucho tiempo porque el trabajo seguía.

La Frontera

«Se queda corto que sólo abra la terraza, pero algo es algo»

Imagen. José María, Carlos y David fueron a La Frontera, donde son habituales Celedonio

El jardín de la terraza de La Frontera, en Valdenoja, estaba en la mañana de ayer impoluto. Todavía se apreciaban las marcas del cortacésped. Todo estaba listo para la reapertura tras más de 50 días de cierre. Este local tiene un espacio abierto en la parte delantera y otro en la trasera, por lo que puede desplegar bastantes mesas y sillas a pesar de las restricciones. Además, tiene un pequeño espacio para que los niños jueguen. Mientras una mujer se ponía al día con una amiga, su hija disfrutaba de los juegos al aire libre. En una mesa, charlaban José María Fuentes-Pila, Carlos Bans y David Salas.

Los tres amigos tenían claro que iban a quedar en alguna terraza en cuanto fuera posible. Y ahí estaban, poniéndose al día dos meses después. «Llevábamos mucho tiempo sin vernos y en cuanto han abierto hemos venido para acá a tomar algo». El grupo es habitual de La Frontera, así que ya sabían que sería uno de los primeros locales de Santander en abrir y no dudaron ni un momento al elegirlo como su regreso a las terrazas. «Estamos contentos, se queda un poco corto el hecho de sólo poder estar en la terraza y a la mitad de la ocupación, pero algo es algo». Los tres amigos se muestran felices por poder recuperar, poco a poco, la normalidad. Aunque por otro lado, temen que la gente se relaje más de la cuenta.

Precisamente a La Frontera tuvo que desplazarse la Policía Local a las ocho y media de la tarde a requerimiento de los vecinos, que informaron de la entrada masiva de clientes al citado local. Al personarse en el lugar, según confirmó el propio cuerpo policial, los agentes comprobaron que no se cumplía la limitación de la mitad del aforo. Además, tampoco se estaba respetando la distancia mínima exigida de dos metros entre cada una de las mesas. Por ello, se procedió a sancionar al propietario y a desalojar el establecimiento hostelero.

Jack & Joi

«Estábamos deseando quedar para tomar un café juntas»

Marisa López y Patricia Gutiérrez comparten café en Jack & Joi Celdonio

En el barrio de El Alisal no había ayer casi ninguna terraza abierta. Por mucho que se caminase, casi todos los establecimientos hosteleros tenían la trampilla bajada. Algunos, la tenían a medias porque había algún empleado dentro colocando y preparando el local de cara a una próxima apertura. De los pocos que sí habían decidido abrir, no tenían muchas mesas disponibles. Con las restricciones de limitar el aforo a la mitad muchos se habían quedado con dos o tres mesas. Entre eso y que la gente salió ayer con ganas de tomar algo al aire libre, encontrar un sitio libre se hacía complicado.

A Marisa López y Patricia González les costó un buen paseo poder localizar alguna mesa disponible. Así que en cuanto vieron que el bar Jack & Joi había desplegado su terraza –que se había reducido a tres mesas– no lo dudaron ni un segundo. Allí se sentaron para, por fin, charlar un rato y ponerse al día tras tantas semanas sin verse. «Estábamos deseando quedar para tomar un café». Cuentan las amigas tras sus mascarillas.

Reconocen que tenían «un poquito de miedo» después de tanto tiempo sin hacer vida normal. «Estamos aprovechando lo que nos ofrecen, no hay muchos sitios donde ir pero nos adaptamos». El gel y la mascarilla ya son dos elementos indispensables de su día a día. No conciben salir de casa sin ellos.

«Aunque nos asusta un poco el hecho de poder contagiarnos, no nos queda otra que ir recuperando la normalidad poco a poco». Estas amigas son también compañeras de trabajo, pero no se ven desde marzo porque la empresa enseguida tomó la decisión de mandar a todos los empleados a casa para que teletrabajasen desde allí.

«Ni en el trabajo ni en la calle ni en ningún lado, así que hoy ya habíamos decidido quedar para vernos y pronto volveremos al trabajo presencial también».

Entre que no hay muchos sitios abiertos y que los que sí dan servicio tienen la mitad de mesas de lo habitual, a estas amigas les costó encontrar un lugar donde sentarse a tomar el café. «Así que nada, en cuanto vimos este hueco aquí nos sentamos».

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