las fronterasdel plagio
A propósito de la copialiteral de un soneto publicadoen ‘La Horadada’
Todavía hay personas, entre ellas supuestamente escritores, que no conocen el significado de plagiar. Así que, para comenzar, recurro al diccionario de la RAE que ... señala que plagiar es «copiar en lo sustancial obras ajenas, dándolas como propias».
El pasado 23 de noviembre, la Sociedad Cántabra de Escritores (SCE) presentó una obra colectiva, ‘La Horadada, poemas sin fronteras’, que reunía 27 composiciones poéticas bajo el título de ‘Mar, roca, espacio y tiempo’. Cuando los responsables de coordinar la publicación remitieron a sus autores las pruebas para corregir, uno de ellos detectó que un soneto firmado por una de las autoras era la copia literal de trece de los catorce versos del poeta ya fallecido, Joaquín Cueto Otí (Entrambasaguas, 1925-2014). Era un plagio en toda regla, disimulado por el cambio del título del soneto, que fue puesto en conocimiento de los directivos de la Sociedad Cántabra de Escritores sin que movieran un dedo para corregir tal despropósito. La obra se publicó y se presentó con el plagio sin ningún tipo de rubor. El poeta que denunció el plagio, indignado, dimitió discretamente de esa asociación de escritores, con un comunicado en forma de quintillas, cuyos primeros versos dicen: «Viendo cosas que deploro/ y me dan mil sinsabores;/ con un mutis por el foro/ abandono, con decoro,/ la Sociedad de Escritores». La dimisión de nuestro compañero provocó una curiosidad que nos llevó a preguntar el motivo de su marcha. ¿Quién iba a suponer que entre los escasos ejemplares del libro artesanal ‘Mis 500 sonetos’, de Joaquín Cueto, nuestro compañero tuviera uno como libro de cabecera? ¿Quién iba a suponer que Joaquín Cueto era su amigo y uno de sus maestros? ¿Y quién iba a suponer que, además de su enorme capacidad y preciado don para rimar sus pensamientos, tuviera en su memoria lectora una de sus más destacadas cualidades?
Más lamentable que atribuirse un poema ajeno como propio es el hecho de que los dirigentes de una sociedad de escritores no corrigieran el plagio y que incluso lo defiendan con el débil argumento de que ha sido la propia hija del autor quien ha realizado tal despropósito, algo que seguramente le eximirá de cualquier acción legal que pudiera emprenderse, pero nunca de tal inmoralidad que al publicarse en un libro editado por escritores proporciona un indeseable ejemplo.
Es posible que la hija de Cueto, con buena voluntad, haya intentado honrar a su padre con la publicación de ese soneto, pero lo dudo si para ello oculta el nombre de su progenitor. Soy más partidario de pensar que la verdadera causa haya sido la tentación de sentirse poeta aprovechando la oportunidad que la Consejería de Cultura proporciona a esta sociedad de escritores publicando las obras de sus miembros, y que antes de esforzarse en la inspiración, haya preferido lo fácil, es decir, «copiar en lo sustancial obras ajenas, dándolas como propias».
También sabemos que los dirigentes de esta asociación no sólo han publicado el plagio a sabiendas. Han admitido a esta persona como socia sin tener obra conocida como generosa correspondencia de la amistad, lo que no sólo ha deteriorado el buen nombre del colectivo con la edición de esos pliegos poéticos con plagio incluido, sino que también están convirtiendo a la Sociedad Cántabra de Escritores en una sociedad de amigos no escritores con aspiraciones a serlo.
Ha sido la reiteración de los hechos y el burdo disimulo que los dirigentes de esa asociación se han atrevido a realizar para maquillar y defender el plagio, lo que me ha impulsado a denunciarlo. El pasado martes se presentó la obra colectiva ‘Goterales’, también editada por la SCE, con cuatro sonetos de Joaquín Cueto que llevaban también la firma de su hija. Antes de que se procediera a las correcciones, advertí al presidente de la Sociedad Cántabra de Escritores de la posibilidad de que se volviera a repetir el plagio, «lo que sería muy grave», le dije, añadiendo que «espero que eso no ocurra por el bien del prestigio de nuestra SCE». No tuve respuesta, pero con un burdo «selección y adaptación de poemas originales de su padre, Joaquín Cueto Otí», alguien creyó que el plagio se evitaría, cuando en realidad, de nuevo se copian literalmente 53 de los 56 versos, sin ningún tipo de «adaptación», exceptuando el terceto final de uno de los sonetos, cuyo cambio, por cierto, destroza el poema.
El grupo de socios que supera con creces el diez por ciento de la SCE, espera impaciente la junta general que el presidente está obligado a convocar para explicarnos cuáles son las fronteras del plagio.
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