Una mirada al pasado en Valle de Villaverde
Retrospectiva ·
El museo etnográfico muestra el modo de vida de otros tiemposEs poner un pie en el museo etnográfico de Valle de Villaverde y retrotraerse unas decenas de años para descubrir la forma de vida y ... las tradiciones de nuestros antepasados, su cultura y cómo desarrollaban su actividad diaria. Una ventana al trabajo y las labores artesanales de esa época en la que todo se hacía a fuego lento y de forma manual. Este espacio, que está abierto al público para la temporada estival desde julio, encierra los secretos de la cotidianidad de nuestros abuelos a través de seis espacios temáticos, divididos en tres plantas, con una zona especial dedicada a una de las principales actividades de los habitantes de Valle de Villaverde: la elaboración del carbón vegetal. La hoya que preside este habitáculo muestra la dureza y los entresijos del oficio de los carboneros, que ascendían el monte Tejea para proveerse de madera y elaborar las hoyas carboneras.
Sin embargo, la estancia que recibe al visitante cuando accede al museo acoge una muestra de instrumentos y artilugios cotidianos entonces, que hoy son una muestra de la idiosincrasia del Valle de Villaverde y del mundo rural. Una enfardadora, una sembradora, panales de abeja, una picadora de carne, aperos de labranza, o una mantequera, son algunos de los elementos que se pueden ver en la zona de acceso al museo.
Make Ben guía a los visitantes en este viaje en el tiempo y explica cómo se usaban algunas de las herramientas y maquinaria. También resalta el espacio dedicado al pasabolo tablón y a los deportistas destacados que ha dado el pueblo en el deporte regional por antonomasia. «Hay mucha tradición de pasabolo y han salido algunos campeones y subcampeones a nivel nacional, con lo cual se le ha dedicado este tributo en el museo, porque es bastante importante», indica. Un espacio repleto de trofeos, reseñas y fotografías de los profesionales del pasabolo.
El museo cuenta con varios espacios temáticos, uno de ellos dedicado al oficio de los carboneros, que estuvo muy arraigado en el pueblo
Esta zona da acceso a otras dos salas más. Una con artículos antiguos donados por la familia de Josune Aurrecoechea, vecina del pueblo que regentó una tienda de antigüedades en Bilbao, y la más representativa de Valle de Villaverde, la dedicada a la hoya carbonera. Días pasaban los carboneros en pequeñas cabañas para vigilar las hoyas en el monte Tejea. Muestra de una de ellas se puede ver en el museo, donde también se encuentra una reproducción de una hoya carbonera cubierta de troncos en uno de sus lados, de helechos, por otro, y de ceniza en la última de sus caras; de manera que los usuarios se puedan hacer una idea del proceso y la evolución de la hoya. Se proveían de la madera de sus bosques, «principalmente encina y roble», apunta Ben, que cortaban y transportaban en una herramienta artesana llamada burro.
Para hacer la hoya apilaban de forma cónica estos troncos, pero primero colocaban un palo en vertical al que llamaban 'alcalde'. «Después se le añade vegetal, que aquí está representada con helechos porque aquí hay mucho helecho, pero puede ser cualquier tipo de hierba, y a continuación se le añadía cenizas de otras hoyas anteriores o tierra», explica Make. Aquí es cuando entraba en escena la figura del carbonero, que prende la hoya y se encargaba de vigilar la combustión. Un proceso que podía durar días o semanas y les mantenía en esas cabañas que se fabricaban con un ojo cerrado y otro abierto para que la hoya no se echara a perder. Finalmente se extraía el carbón vegetal, tras un proceso de combustión lenta.
La misma planta cuenta con otra estancia con maquinaria de los lagares que había en la zona, donde se elaboraba chacolí y sidra, mientras que en las dos plantas superiores el visitante encuentra una exposición de la Asociación Cultural Alen, de Sopuerta, formada por una colección de utensilios antiguos y curiosidades, entre las que se encuentran máquinas de escribir antiguas, calculadora, teléfonos, generadores de frecuencia, o carteles y entradas de cine antiguas, así como maquetas de edificios emblemáticos de la zona, realizados por Luis Fernández.
La última altura está dedicada a exposiciones itinerantes y actualmente alberga una muestra de oficios de Cantabria.
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