«La vida de cooperante es exigente y rara, pero también muy interesante»
Este ingeniero santanderino ha recorrido medio mundo construyendo sistemas de acceso y saneamiento de agua, con varias ONG Rafael Mazarrasa Cooperante de la ONG Solidarités en Bangladesh
Rafael Mazarrasa Fernández (Santander, 1981) es ingeniero químico graduado por la Universidad de Cantabria y trabaja como cooperante. Sudán, Ecuador o Senegal han sido varias ... de sus misiones, pero su mayor reto le pilló de sorpresa hace cuatro meses, cuando los flujos de refugiados rohinyás que huyen de Birmania a Bangladesh se multiplicaron hasta alcanzar la cifra de 650.000 personas.
-¿En qué momento decide trabajar como cooperante en misiones humanitarias?
-Siempre me interesé por estos temas. Tenía amigos que habían participado en algunas misiones y empecé a hacer mis contactos con las ONG. Hice un voluntariado de verano en Senegal, en un sitio que era una guardería por las mañanas y centro cultural por las tardes. Luego cursé el máster de Cooperación Iberoamericano en Santander, pero cuando me puse realmente en el tema es cuando hice el curso de agua y saneamiento de Cooperación Internacional, en Alcalá de Henares. Un curso en el que se descubren los accesos del agua y el saneamiento (sistemas sencillos de pozos, letrinas, drenajes...) en contextos de campos de refugiados, catástrofes y crisis humanitarias, países en desarrollo... Luego hice mis primeras prácticas de ocho meses en un programa de Acción Contra el Hambre en Madrid.
-Entonces, ¿cuál fue su primera misión como cooperante?
-Después de hacer programas de voluntariado y prácticas, me contrató una ONG francesa en Sudán del Sur. Estuve un año y medio manteniendo una red de agua que previamente había construido Oxfam en un campamento de refugiados. Esa fue mi primera misión importante, pero a su vez fue una experiencia fuerte, en un contexto de guerra e inseguridad. Un sitio difícil. Después me contrataron en Acción Contra el Hambre por la emergencia del terremoto en Ecuador, en 2016. Allí estuve instalando sistemas de agua y saneamiento y reestructurando los daños causados por el seísmo.
-¿Cómo acaba en Bangladesh?
-Enviando currículums, y gracias a mis contactos en el entorno, empecé a trabajar con Solidarités, una ONG francesa que lleva desde 2008 efectuando muchos proyectos de acceso al agua y saneamiento, bombas de mano, pozos, captaciones de manantiales o letrinas en el país. Allí hay muchos problemas de drenaje porque el suelo es muy arcilloso y no filtra bien. Yo llegué en junio con el objetivo de llevar a cabo una misión a largo plazo y de fondo sobre este tipo de construcciones y saneamientos de agua y, de repente, me encontré con la emergencia de refugiados rohinyás.
-¿Cómo explicaría esta crisis?
-Es muy compleja y viene de lejos. Lleva existiendo desde hace 30 años. Los rohinyás son refugiados birmanos y una etnia minoritaria musulmana en Myanmar, donde la religión mayoritaria es el budismo. Las diferencias de los birmanos con los rohinyás vienen de hace mucho, pero el conflicto se complicó el 26 de agosto de este año, cuando un grupo terrorista de esta minoría mató a cuatro policías y varios civiles birmanos. Desde entonces, las fuerzas de seguridad y extremistas budistas han perseguido, echado y atacado todavía más duramente a los rohinyás. Antes, las oleadas de refugiados eran de 5.000, 3.000 o 10.000 picos anuales. Sin embargo, según datos del Inter-Sector Coordination Group (ISCG)-la organización más fiable de este conflicto-, el dato total de refugiados a principios de diciembre alcanzaba ya las 650.000 personas. Pero todo está un poco difuso. En la emergencia, a esta minoría se les llama nacionales de Birmania no identificados, mientras que Naciones Unidas lo ha llegado a calificar de genocidio. Es una situación realmente tensa.
-Supongo que toda esta emergencia haya trastocado los objetivos de su misión. ¿En que iba a consistir su trabajo y cómo ha cambiado ahora?
- Yo iba a continuar la tarea de Solidarités instalando y gestionando el sistema de agua y saneamiento en los pequeños y medianos campos de refugiados y ahora también estoy ejerciendo acciones de respuesta ante esta crisis humanitaria. La sociedad no tiene muy claro en qué consiste el trabajo de los cooperantes. Se divide entre trabajo de terreno y de oficina y, debo decir, que hay más trabajo de oficina de lo que la gente se piensa. El sistema de cooperación era más libre hace unos años, pero ahora los fondos están mucho más controlados, hay unos procedimientos y hay que gestionarlo todo al milímetro para rendir cuentas a los donantes.
-En su caso, ¿cómo es ese control?
- Tengo que hacer un presupuesto de lo que me va a costar un pozo, ordenarlo en el tiempo, ver qué necesito comprar, cuánto cuestan los materiales, cuánta gente necesito y a cuántas personas vamos a llegar. Todo está fuertemente estandarizado y controlado. Una vez que se planifica la obra, soy el encargado de que la logística, los materiales, los trabajadores y los permisos lleguen al terreno. A veces también trabajo yo mismo en las obras pero, por lo general, es un poco controlar y gestionar que esas actividades que han decidido que se van a hacer, se realicen de verdad. En los últimos años este trabajo se ha profesionalizado mucho. En ocasiones, nos hemos vuelto incluso más burócratas que cualquier empresa de Cantabria y eso no siempre funciona bien porque el entorno te demanda una respuesta inmediata.
-¿Cómo reaccionan las personas que viven en los campos de refugiados ante el personal de las ONG?
-Cuando visitas los campos, la gente está en una situación crítica y sabe que, al trabajar para una ONG, les das cosas. Nosotros, por ejemplo, distribuimos muchos 'kits' básicos y 'kits' de higiene. Les damos cubos, mantas, linternas, jabón, compresas...
-¿Cómo le han cambiado todas las misiones en las que ha participado?
-Te ayuda a relativizar sobre lo que es necesario y a tomarte todo un poco más tranquilo. Ves problemas realmente acuciantes y gente al límite y eso te deja tocado. Empiezas a valorar todo, a tomarte las cosas de una forma más objetiva. Este trabajo te exige mucho, te trastorna y tienes una vida rara. Ayer estás en la emergencia de Bangladesh y hoy estás en Santander. Sientes que te lanzas de un lado a otro muy bruscamente.
-¿Planea volver a Santander a corto o medio plazo?
-No. Me gusta Santander y estaba muy integrado en la ciudad cuando me fui. Volveré algún día y sé que mi base está aquí, pero me parece que todo lo que está pasando en el mundo es demasiado interesante y quiero seguir viviendo ese tipo de cosas durante un tiempo. Es un tipo de vida realmente intenso, conociendo constantemente entornos, personas y culturas distintas.
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