Cómo lo vivieron los que lo contaron
Periodistas. El Diario repasa con profesionales de varios medios su trabajo y sus vivencias en el año del coronavirus, de la inmersión absoluta en la noticia
Hay una imagen. Seguro que la han visto. Una mujer mayor en silla de ruedas de la residencia San Cipriano se reencuentra tras varios meses ... con otra más joven -su hija-. Está todo en los gestos y en los rostros. Los temores, la soledad, la angustia, el calor humano... Todos los nudos del estómago de este año. Son dos protagonistas. Madre e hija. Pero hay un secundario en primera línea. «Fueron dos décimas de segundo, se me hicieron eternas». Roberto Ruiz, fotógrafo de este periódico, supo que ahí estaba la foto. Pero ese día -y el anterior y el siguiente- tenía tanto que fotografiar que no miró la pantalla hasta mucho más tarde. Ahora, meses después, al ver la imagen le «llega al alma». «Me quedo paralizado. Creo que es la mejor que he hecho en toda mi carrera».
Lo mejor de sí mismos han dado los reporteros de los distintos medios que han cubierto la información de la pandemia. En El Diario lo hemos vivido. Con la Redacción vacía, la clave ha estado en formar equipo a pesar de la distancia. Ana Rosa García, responsable de Sanidad, ha sido una de las periodistas en las que ha recaído el mayor peso de las coberturas sobre el covid. «De la primera etapa tengo un recuerdo horrible. Una mezcla de angustia e impotencia. Estábamos viviendo algo realmente increíble y, a las limitaciones que imponía el virus, se sumaban los impedimentos por parte de Sanidad y su Dirección de Salud Pública para acceder a la información. Tengo que agradecer de corazón la ayuda de toda mi red de contactos en el ámbito sanitario. Y luego está el cansancio, porque fueron muchos días de mucha tensión. No fui consciente del tremendo esfuerzo que hicimos en el periódico hasta que un día de libranza me puse a repasar la hemeroteca».
Lo más duro, según reflexiona la jefa de sección de El Diario, fue «conocer, a través de las múltiples conversaciones con profesionales sanitarios, el miedo y el dolor que se ha vivido y se vive en la UCI y en las habitaciones de aislamiento de los hospitales, donde en un mismo pasillo hay ingresadas familias completas. O que un médico se emocione cuando te relata su experiencia y que, pese al desgaste, te diga 'pero aquí seguimos, para hacer frente a lo que venga'. Ese tipo de cosas han hecho que en más de una ocasión se me cayeran las lágrimas al acabar de escribir las páginas».
Alicia Real, de Onda Cero, llora al otro lado del teléfono recordando que también lloraba al escuchar el 'Diario de la pandemia' de Carlos Alsina a primera hora. Estaba en casa, abrumada. Acababa de ser madre. «Con lo que está pasando y yo aquí», se decía. Pero, por otro lado, tenía «miedo». El miedo de todos. El miedo o la angustia que Mónica Cadelo, de RTVE, compartía con el cámara Paco Cordero cuando, día tras día, veían en el Paseo de Pereda los mismos coches aparcados en los mismos sitios. «El rojo, el azul, el negro...». El miedo que sentía Katia Nogueira, de la Cope. «Vivo con mi madre y me costaba ir a trabajar». «Angustia», esa es la palabra. Lo dice Pedro Puente, fotógrafo de Efe. «Esa sensación de ver así las calles la tengo ahí para siempre. Espero no volverlo a ver».
Son los relatos de los que contaron las historias. En la primera línea hubo sanitarios, cajeras, transportistas (todos los demás). Protagonistas. Pero también unos secundarios que hicieron posible conocer los rostros y los testimonios. Marta Bustamante, de la SER, tiene grabadas las miradas de las pocas personas que se encontraba por la calle en la etapa más dura del confinamiento de camino a la emisora. «A los ojos, como si te hablaran». En ese recorrido palpó todas las etapas de semana en semana. Y lo fue contando. «Se nos olvida cómo iba cambiando». De la falta de percepción del riesgo inicial al miedo a todo, de sentir «casi vergüenza por llevar mascarilla» a mirar raro al que no la lleva. «Nos fuimos dando cuenta de la gravedad a medida que la gente iba saliendo menos». Ella y su compañera Miren comentaban que «ni de coña» se sentarían en una terraza. Sin embargo, se le saltaron las lágrimas unas semanas después cuando vio a las dos chicas del bar de abajo «limpiar las mesas y las sillas con una energía como nunca» para reabrir. «Me emocioné. Dos caras conocidas después de mucho tiempo con esa fuerza por querer volver. Había sido como el día de la marmota y era algo distinto».
«Todo extraño», apunta el fotógrafo Pablo Puente. Del trabajo habitual a «sólo covid». Se cayó todo. De un día para otro. Habla de un reportaje insólito en Santillana del Mar en Semana Santa, de recorrer la autopista desierta, de Santander o de desinfectar el equipo y lavarse al regresar a casa. «Se juntó todo. El desconocimiento, el ver las calles así, el tener que hacerlo todo de otra manera». Discreto -como tantos fotógrafos- reconoce que se «agobia» con las multitudes. «Pero aquello me angustiaba mucho y estaba deseando volver a ver a la gente por la calle». También habla de etapas. De hecho, su trabajo estos meses fue «buscar la foto que describiera cada cambio». «Más la foto informativa conforme iba avanzando la pandemia que la foto bonita. Al principio, habías 'pillado' si sacabas a alguien con mascarilla. O la primera salida de los deportistas, de los niños...».
Esa idea de contar con las imágenes está muy presente en el repaso que hace Roberto Ruiz. La idea de guardarlo todo. Por insólito. «Es histórico y es un año que vamos a recordar siempre. Nos acordaremos porque dudo que vivamos algo parecido. Hemos sido conscientes de que este año había que fotografiarlo todo. Cualquier cosa, la más mínima, pasará a la historia. Las mascarillas, las colas en el supermercado como en otros tiempos, las calles absolutamente vacías, el ejército por la ciudad... Dentro de quince o veinte años se mirarán con asombro todas esas fotos».
Eso, asombro, le provocaba el silencio de lugares como Santander o Torrelavega durante la etapa más dura del confinamiento. «Era impresionante. Y escuchar a los pájaros como nunca por el centro de la ciudad. Fotografiar a las gaviotas, dueñas de todo esos días. Ese silencio era demoledor». Hasta el punto de sobrecoger.
Dudas a cada paso
De todos esos miedos habla mucho Mónica Cadelo. «En mis años de profesión nada me ha impactado tanto después del 11M como esto». Volver a casa por el túnel de Puertochico en silencio, atravesar la calle Castilla... Y no saber qué hacer. «Es una tontería, pero una de las primeras cosas fue cubrir una nevada, todo el día por ahí, y recuerdo el tener ganas de ir al baño y el no saber dónde ir». Todo fueron dudas. Qué hacer con los micros, cómo ir en el coche -iban sin hablar y luego empezaron a ir por separado-, buscar los lugares para hablar con las personas... Cada paso, dudas.
«Todo te generaba miedo. Contaba con cuánta gente había estado al cabo del día al regresar a casa, me lavaba antes de que mi hijo se me acercara para saludarme...». Ahora le parece exagerado, pero es que, por ejemplo, ella y el cámara se tiraron «quince días con una mascarilla de esas azules que son de usar y tirar». Lo que había, lo que se sabía. «Incluso cuando teníamos que enviar el material que habíamos grabado nos escondíamos. Por pudor. Yo fumo y ni fumaba porque pensaba que una cosa era estar en la calle trabajando y otra ponerme a fumar mientras la gente tenía que estar en casa. La sensación de que estuviera justificado en todo momento que debía estar en la calle».
Habla en plural, porque formó «burbuja» laboral con el cámara Paco Cordero y el conductor Benjamín Herrero. «Los lazos se hacen mucho más fuertes en situaciones de miedo y esa complicidad era extensiva hasta con los policías que nos paraban».
Más útiles que nunca
El redactor de El Diario Daniel Martínez cree que, durante la pandemia, los periodistas se han sentido «más útiles que nunca». Los mismos protagonistas de las informaciones, «que en ocasiones tienen recelos hacia los medios de comunicación, esta vez subrayaban y agradecían la importancia de que su mensaje llegara a las personas que no podían salir de sus hogares» en los meses de confinamiento. Forzados a teletrabajar, como tantos profesionales, «se echa en falta poder debatir con la persona de la mesa de al lado y discutir enfoques o ideas». Pero el resultado ha sido gratificante. «Igual que otros sectores esenciales, creo que los medios de comunicación de Cantabria también han respondido y la ciudadanía así lo reconoce».
A Katia Nogueira, en la redistribución a la carrera del trabajo de un día para otro, le tocó desde casa la primera semana de confinamiento -«dónde te pones, dónde no, dónde funciona mejor, cómo me organizo, si va para largo...»-. «Después de eso, el primer día que me tocó salir a la calle todo me pareció oscuro, no se hablaba... Me llamó la atención ver cómo la gente se separaba de ti. Y tú hacías lo mismo. No había mascarillas, no era obligatoria y veías a personas que se ponían cosas en la cabeza, o los guantes. Con esa sensación vi a una señora que se cayó y pensé que nadie iba a ir a ayudar. Pues no. Esa sensibilidad no se había perdido. Y me impactó». Imágenes que guarda en su retina, como la de verse «sentada en el coche y sentir angustia de ir andando a la Redacción». Otra vez el miedo. A tocar, a encontrarte... «Llegaba a la emisora y parecía la de Don Limpio desinfectando todo».
«Un cambio brutal», define. En la forma y en el fondo. Por cambiar, con el tiempo, ha cambiado hasta su percepción. «Pienso en el miedo que tenía esos días a salir de casa aunque debía hacerlo porque era mi trabajo y ahora doy las gracias por haber podido salir». Aunque todo fuese distinto. «Una de las cosas que echas de menos es socializar, porque nuestro trabajo consiste también en eso. En acercarse. Y eso la gente lo nota. Muchos nos han contado que se sentían solos». A eso suma las numerosas llamadas de amigos que le preguntaban sus dudas en cada cambio de fase. «Lo que se podía hacer y lo que no. Y todo era tan cambiante que ni nosotros mismos entendíamos a veces todas las normas».
Madre reciente y periodista
Como en todas las profesiones declaradas esenciales, lo personal y lo profesional se junta en sus relatos. Pasa en el de Alicia Real. «El año de mi vida, para bien y para mal». El inicio del confinamiento le cogió con su bebé recién llegado al mundo. Madre por primera vez. «Estaba pegada a los medios. Era tal la incertidumbre que necesitaba estar pegada a la realidad». Y ahí empezó la dicotomía. Por un lado, «sentir que yo podía estar ayudando». Por otro, pensar que «estaba mejor en casa».
Hasta que le tocó regresar. Con ese mismo ejercicio de equilibrio. «Primero teletrabajando, sin guarderías abiertas, sin mis padres cerca y además siendo ellos un grupo de riesgo». Al cambio personal de una criatura en casa, el cambio en el mundo, en la tarea de hacer radio. «A ese descoloque que ha traído todo esto, añádele el descoloque personal».
Pero ha encontrado un punto para unir esos dos conceptos. «No he sido nunca de ir al médico y ahora voy cada mes. Y ves cómo ha cambiado todo. Me he involucrado con estos temas pensando que podía ayudar a los demás. Los partos, las matronas... Preguntar al consejero de Sanidad en rueda de prensa por las citas previas por internet. Cosas que podían servir a la gente y me he sentido útil pudiendo ayudar». Contándolo.
«Me ha hecho plantearme muchas cosas y me gustaría pensar que hemos aprendido algo», reflexiona Pedro Puente. «Hace unos días fue el primer cumpleaños de mi hija (tiene otro). Pensé que tenía que hacer el esfuerzo de guardarme cosas que no tuvieran que ver con la pandemia. Que al pensar en 2020 me saliera también esto para contrarrestar».
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión