El arte se borra de Ruesga
Los expertos sugieren «una actuación de urgencia» y el Obispado responde que, ahora mismo, «hay otras prioridades»
nacho gonzález ucelay
Viernes, 10 de junio 2016, 07:12
San Jorge blande su lanza ante un dragón sin torso, San Sebastián se oculta de un arquero que apunta a ciegas su ballesta y Cristo se sienta a la Sagrada Cena en ausencia de siete de sus discípulos, a los que la tiranía del tiempo ha borrado de una escena espectral. Al sureste de Cantabria, a medio camino entre Ramales y Arredondo, en el corazón del valle de Ruesga, dejadas de la mano de Dios y de la mano del hombre, las pinturas murales que decoran la capilla de Riva se están desangrando.
La falta de financiación ha comenzado a descarnar el patrimonio religioso de Cantabria y, lo que es peor, a colocar a algunas de sus joyas artísticas al borde de la desaparición, que es por donde se van a despeñar los frescos góticos de Riva de no producirse una pronta intervención que logre sujetarlos.
«El deterioro es muy evidente», avisa el director del Museo Diocesano, Enrique Campuzano, que sugiere «una actuación de urgencia» para intentar recuperar una obra sobre la que ha realizado un exhaustivo informe.
Las pinturas, muy estropeadas, decoran dos de los muros principales de lo único que queda de la antigua iglesia parroquial de la localidad, la capilla, construida a principios del siglo XVI y, actualmente, pieza ornamental del pequeño camposanto del pueblo.
En la pared frontal se observa a San Jorge alanceando a un dragón sobre el que aparece, de pie, una figura femenina que Campuzano cree que es la doncella a la que el santo salva de ser devorada por el animal en su asedio a Silca (Libia). Igualmente, se ve a un hombre con atuendo medieval tensando una ballesta cuyas flechas se dirigen a una segunda figura masculina que difícilmente se distingue pero que el director del Museo Diocesano identifica sin duda como San Sebastián durante el martirio al que fue sometido antes de su muerte.
Y en una de las paredes laterales (en la otra no hay ninguna pintura) se aprecia, en forma de friso, la representación de la Sagrada Cena, en la que se distinguen con claridad las figuras de Cristo y cinco apóstoles. Los otros siete están ocultos debajo de una gruesa capa de repintes que impide su visión.
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Proteger el patrimonio
Transformación
«A lo largo de los siglos, la decoración ha sufrido diversos cambios», cuenta Campuzano en su informe. Eso explicaría el proceso degenerativo que han soportado estos frescos y que, después de realizar un análisis visual, él concentra en cinco fases que abarcan desde mediados del siglo XVI -cuando él considera que se realizaron las pinturas- hasta finales del siglo XX.
«Durante ese periodo de tiempo se han ido sucediendo una serie de trabajos de encalado y de repinte en el interior de la capilla de Riva que han ido ocultando los frescos», dice el experto. «El posterior desprendimiento de las capas -añade- ha ido ocasionando a su vez la reaparición de las pinturas originales». O al menos de una parte de ellas, porque, según sostiene, algunas aún «están por descubrir».
El director del Museo Diocesano reconoce que los frescos presentan «un aspecto visual deprimente» y que algunos de ellos están hoy «muy deteriorados» como consecuencia de las grietas producidas en los muros y las hornacinas abiertas para colocar el retablo de la capilla. Sin embargo, se muestra optimista. «La abundancia de repintes en diversas épocas ha salvado buena parte de las pinturas», afirma Campuzano, que considera factible la recuperación de «un alto porcentaje» de los frescos de Riva.
El experto, al que le gustaría realizar «algunas catas de exploración» para comprobar el estado de conservación de los rostros de San Sebastián y de la doncella de San Jorge, piensa que los cinco apóstoles que aparecen a la izquierda de Cristo en una escena de la Sagrada Cena «pudieran encontrarse en buenas condiciones» bajo los encalados y que de los otros siete sería posible «poder obtener una gran parte de sus contornos».
Para ello, finaliza en su informe, «se considera pertinente desarrollar una intervención de urgencia que sirva para consolidar los restos existentes, por un lado, y constatar el grado de conservación de las pinturas, por el otro».
No hay dinero
Para eso, claro, hace falta dinero. «La consolidación del muro rondaría los 1.000 euros», calcula el director del Museo Diocesano. Esa cantidad, que no sería difícil de reunir, solo serviría para frenar el proceso de deterioro que sufre las pinturas. «La restauración completa se iría a los 200.000», valora Campuzano, que es consciente de que, en las circunstancias económicas actuales, va a resultar imposible rebañar ni la décima parte.
La capilla, como el cementerio, es propiedad del Obispado de Santander, que ya ha dejado muy claro que la restauración de esas pinturas no es una prioridad.
«No tenemos un euro», dice contundente el responsable de Patrimonio Religioso de la Diócesis, José María Ruiz, que lamenta el tijeretazo del Gobierno de Cantabria a la subvención anual que su departamento recibe para acometer proyectos de restauración y reforma, y que se ha ido reduciendo paulatinamente hasta quedar rebajada a los 90.000 euros en 2016.
Ruiz recuerda que en Cantabria «hay 1.200 iglesias y 400 ermitas» y que en las mismas condiciones en las que se encuentra esta de Riva «tenemos otras veinte o treinta» que la Diócesis no puede atender. «Al menos, no por el momento», precisa el responsable.
«Ahora mismo son una prioridad las iglesias abiertas al culto diario», donde, según afirma el propio Ruiz, «estamos acometiendo una serie de obras pequeñas pero muy urgentes en accesos y cubiertas para que los feligreses no tengan que ir a misa con paraguas».
En todo caso, el responsable del Patrimonio Religioso de la Diócesis, que dice que los frescos de Riva «tampoco son la Capilla Sixtina» y asegura que el patrimonio religioso «está bastante bien en comparación con los de otras diócesis españolas», cree que la búsqueda de financiación para poder restaurar las pinturas no solo debe recaer en el Obispado de Santander sino, también, «en la parroquia y en el ayuntamiento de la localidad».
Ese reto, sin embargo, no parece al alcance ni de una parroquia que apenas colecta 120 euros mensuales ni de un ayuntamiento que solo dispone de 800.000 euros anuales. Ni el cura, Ricardo Díaz, ni el alcalde, Jesús Ochoa, se ven capaces de impedir por sí mismos la desaparición de las pinturas de Riva.
Pequeños trabajos
«Hemos llevado a cabo pequeños trabajos de mantenimiento, para evitar que la cubierta se venga abajo, y de limpieza, para que la maleza no invada los muros de la capilla, pero, lamentablemente, nosotros no podemos hacer más», dice Díaz. «La nuestra es una parroquia modesta que, como el resto, enfrenta los gastos comunes con dificultad», confiesa el párroco, que insiste en que ni él ni sus parroquianos pueden afrontar el gasto que supondría la restauración.
El cura, que tiene 30 años, calcula que, haciendo un gran esfuerzo, los vecinos, en general, y los feligreses, en particular, podrían reunir la cantidad necesaria para evitar un deterioro mayor de los frescos. La otra, la que se precisaría para restaurar las pinturas, solo se conseguiría «orando a Dios».
Con igual pesadumbre, Ochoa, que además de alcalde de Ruesga es también presidente de la Junta Vecinal de Riva, admite que su ayuntamiento no puede invertir un euro en las obras de reforma de la capilla. Por una razón fundamentalmente. «La capilla es propiedad del Obispado y, por lo tanto, es al Obispado, y no al Ayuntamiento de Ruesga, al que corresponde hacer las obras. Ya me dirá usted cómo le explico a mis vecinos que vamos a destinar el dinero de todos a arreglar algo que no es suyo para dejar de destinarlo a algo que sí lo es», explica el alcalde, que lanza una invitación a sus vecinos: «Yo, si hay que poner dinero, 100 ó 120 euros, lo pongo, pero a título personal».
Su gesto no va a ser suficiente. Como el suyo harán falta decenas para poder frenar el deterioro de las pinturas que guarda entre sus muros la capilla de Riva y cientos para poder acometer una obra restauradora en condiciones que garantice la supervivencia de esa joya gótica dejada de la mano de Dios y de la mano del hombre que sin llegar a ser la Capilla Sixtina forma parte del enorme patrimonio artístico que atesora Cantabria.