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Cuerpos y mentes: Enrique Diego- Madrazo

Cuerpos y mentes: Enrique Diego- Madrazo

La Biblioteca de la UC ha digitalizado la correspondencia del destacado intelectual y brillante doctor de la España modernista

Javier Menéndez Llamazares

Jueves, 2 de febrero 2017, 13:10

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Podríamos decir que la culpa de todo la tuvo una foto. En pleno siglo de la imagen, una instantánea que a buen seguro entonces le pareció inocente, se convertiría prácticamente en una condena a muerte. La fotografía está tomada en plena guerra civil, cerca de Las Machorras, en lo que pronto iba a convertirse en la ruta del estraperlo. En ella puede verse a un grupo de excursionistas sentados a la mesa, en homenaje al doctor Madrazo.

La aparente alegría puede hacer que no se repare en que el menaje no es precisamente cristal de bohemia, sino cálices. Cuando en diciembre de 1938 la foto salió publicada en un periódico francés, La Nation Espagnole «He aquí el espíritu religioso de la zona roja», titulaban, la suerte de Enrique Diego-Madrazo estaría echada. A pesar de contar con casi noventa años, y el respeto y admiración internacionales, no habría piedad para él.

El gran cirujano

Hoy día, para muchos de nosotros el doctor Madrazo no es más que un nombre en el callejero, o en el equipamiento cultural santanderino. Sin embargo, hace un siglo era reconocido no sólo como uno de los médicos españoles más prestigiosos, sino como un destacadísimo intelectual y filántropo.

Nacido en 1850 en Vega de Pas en el seno de una familia de ganaderos pioneros en traer el ganado suizo y holandés a tierras pasiegas, el empeño del padre sería dar una carrera a su hijos varones, que acabarían licenciándose en medicina, derecho y farmacia.

El joven Enrique ya tenía un fuerte carácter desde niño, como demuestra una anécdota trasmitida por su biógrafo, Manuel Oria, en la que se escapa de los Escolapios de Villacarriedo donde no tenía un expediente muy brillante, precisamente porque discrepaba de su anticuado método educativo.

En lugar de castigarle, su padre accedería a mandarle a estudiar a Valladolid, para recalar finalmente en Madrid. Culmina su brillante carrera académica, que le llevará por tierras francés y alemanas donde no sólo conocerá los grandes avances técnicos de la época, sino especialmente el pensamiento humanístico europeo, con la obtención de una cátedra en Patología Quirúrgica.

Sin embargo, sus ideas progresistas empezarán a pasarle factura, y los sectores más conservadores del gobierno bloquean durante un lustro su acceso a la docencia. Una vez rehabilitado, sus clases serían célebres entre los alumnos, con cuyos apuntes se publicaría años más tarde su famoso tratado 'Lecciones de Patología quirúrgica'.

Sin embargo, la universidad se mostraba cerril ante las nuevas ideas y técnicas que el doctor defendía, y desencantado terminaría renunciando a su cátedra. Claro que Madrazo era un hombre con arrestos, y desde ese momento se dedica ejercer la medicina, primero en el ejército y luego como cirujano privado, empezando a amasar una fortuna considerable. Fortuna cimentada también, según se rumoreaba en La Vega, en el capital que le reportó su matrimonio con Antonia García Calvo, que procedía de una familia de acaudalados tratantes de caballos de etnia gitana. En cualquier caso, una década más tarde su prestigio y su fortuna se habían acrecentado tanto que no sólo consiguió construir un sanatorio privado en Vega de Pas y otro en Santander, sino además rentabilizarlos.

Maestro de la incipiente publicidad, sus clínicas se anunciaban y recibían pacientes de toda España, incorporando no sólo los avances médicos sino muchos lujos para la época; de hecho, como en los trenes, había habitaciones de primera, segunda y tercera clase.

No obstante, su huella en la sociedad del momento no sería sólo profesional. Influido por el positivismo y el socialismo científico, su obsesión sería la pedagogía: la solución de los conflictos sociales pasaba por la educación. Así, costearía las innovadoras Escuelas Públicas de Vega, y hasta otorgaría becas a jóvenes pasiegos para que estudiasen magisterio en Bruselas.

Animador también de la vida cultural cántabra, su apoyo a iniciativas como el Ateneo Popular de Santander fue constante, donando no sólo importantes cantidades de dinero, sino también libros y mobiliario. En agradecimiento, el Ateneo le nombró en 1927 Presidente de Honor. Además, la institución organizaba cada verano una excursión a Vega de Pas, en la que se realizaba un homenaje al doctor. En la de 1932 se inauguraría además un monumento, sufragado por cuestación popular.

Doctor 'Dramazo'

Con el cambio de siglo, Madrazo empieza a sufrir la fiebre de las letras; hacia 1904 empieza a escribir sobre cuestiones sociales. Colaborador en prensa y conferenciante, participa en debates de la época, como la educación sexual, la instrucción pública, el feminismo, las teorías eugenésicas o incluso el incipente regionalismo abogaba, por cierto, por un castellanismo que incluyera también a Castilla la Nueva. Escoge, además, el teatro como forma de popularizar sus ideas, y se instala en Madrid, donde arrienda el Teatro Español para programar sus obras: El fin de una raza, Muerte natural

La crítica conservadora le recibiría con hostilidad y un mote: Doctor Dramazo. Sí contaría, sin embargo, con el reconocimiento y la amistad de grandes intelectuales y políticos de la época, como Galdós, Nicolás Salmerón, Niceto Alcalá Zamora o Matilde de la Torre, que incluso le visitarían en Vega de Pas en busca de asesoramiento.

Pero no todo sería reconocimiento; en 1931 sufrió un atentado, probablemente relacionado con el sindicato ganadero que había favorecido, y sus relaciones con la iglesia fueron más bien tirantes. Ya en guerra, de poco serviría su calidad humana había conseguido liberar a ocho pasiegos de la checa de Neila, pero no se aceptaron sus declaraciones cuando fuera denunciado por su desafección al régimen, sus obras revolucionarias y, sobre todo, el sacrilegio de profanar un cáliz.

Condenado a treinta años, sólo abandonaría la cárcel de Tabacalera ciego y enfermo para fallecer, a los noventa y dos años. Junto a su lecho, curiosamente, velaba el futuro cardenal Ángel Herrera Oria.

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