El amor como barricada
Embajdores Santander ·
Represión y crudeza moral son componentes de un filme amargo y duro, hoy aún más actual, exento de sentimentalismo y de arengasHan transcurrido doce años desde que el palestino Hany Abu-Assad volviera a aspirar al Oscar con este filme centrado en un personaje atrapado entre ... el amor, la resistencia, también la traición, la amistad y las decisiones sometidas a lo convulso.

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Año 2013
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País Palestina
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Dirección y guion Hany Abu-Assad
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Reparto Adam Bakri, Leem Lubany, Eyad Hourani, Samer Bisharat, Waleed Zuaiter
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Género Drama
Visionar ahora 'Omar' es un ejercicio excelente, más allá de lo puramente político, para acercarse a una geografía del dolor que en el presente se ha convertido en un genocidio al que asistimos en vivo y en directo ante la indiferencia de muchos de los referentes internacionales. 'Omar' es un retrato íntimo pero de un amor imposible, mediatizado según avanza la cinta, por una atmósfera inmersa en el fanatismo, en la violencia y en el chantaje. Lo político está ahí, pero el filme deja que lo empape todo sin caer en el panfleto, en el discurso en altavoz o en la arenga y deja que hablen los hechos.
El cineasta de 'Paradise Now' ya optó por mostrar la violencia descarnada en ese filme sobre los preparativos de un ataque terrorista suicida. Aquí, con no menos dureza, la cinta ilustra las aristas tanto de una toma de conciencia como de la defensa, barricada de amor y ruptura de fronteras personales, a la hora de preservar su pasión frente a ese entorno. Adam Bakri, riguroso en su interpretación, al servicio de la realización del cineasta palestino, contribuye a esa mezcla de verismo, perfil social, agitación bélica y religiosa, pero sin dejar de mirar alrededor, esos círculos concéntricos. El resultado apela a la complejidad, muestra las aristas, las vueltas de tuerca, lo laberíntico e intrincado. Thriller político y melodrama, a su vez es un preciso mecanismo narrativo, una cinta elegante que sugiere, que nunca se recrea, y que invita a la reflexión antes que a la reacción visceral ante cualquier despliegue sangrante. Represión y crudeza moral son componentes de un filme hoy aún más interesante, exento de sentimentalismo y de discursos. Una tensa interacción individual y social entre el calvario y la condena. Hay algo físico que ilustra con precisión la desgarradura de lo que está fuera y las heridas que crecen por dentro. Los personajes transmiten ese desasosiego de ida y vuelta ante el que la impotencia parece inevitable. La amargura reside en que el amor caduca como lenitivo de redención. El fatalismo se impone por inevitable. El dolor de fondo es tan actual que se agradece cierta distancia ante su realismo amargo.
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