Militar en el asombro
Bonifaz. Filmoteca. ·
Entre la claridad y el ritmo, los flashbacks deliciosos y el juego tan de la casa con los formatos de pantallla, aflora una evocación imaginativa y luminosaEs como encontrarse a Stefan Zweig de conserje en un hotel de entreguerras con tono decadente. Y entre huésped y huésped una historia, que son muchas, coreografiada, geométrica y melancólica. Wes Anderson de puro virtuosismo visual y exceso en el rizo estilizado de su concepción del cine ha derivado últimamente en un autoplagio esteticista donde parece homenajear a sí mismo. Antes en 'El Gran Hotel Budapest' firmó una de sus obras más afinadas y afiladas, perfeccionista y a su vez juguetona, divertida como si cruzara en un viaje en el tiempo (a veces basta un ascensor) un intercambio de trayectos que transitan desde la arquitectura a la ternura, de la nostalgia a la animación.
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Año 2014
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País Estados Unidos
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Dirección y guion Wes Anderson
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Reparto Ralph Fiennes, Tony Revolori, Saoirse Ronan, Edward Norton
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Género Comedia / Aventuras
El cineasta de 'Moonrise Kingdom' sin dejar de adentrarse en su propio bucle de estilo, revela aquí una madura caligrafía que edifica su propio imaginario, en este caso un cuento que tan pronto parece deudor de Méliès como crece al amparo de los maestros del absurdo y de cierto movimiento surreal.
En una primera mirada todo resulta sofisticado y excéntrico, pero Anderson va tejiendo un gabinete de las maravillas sobre el pasado con criaturas sorprendentes, intérpretes sensacionales y un sentido lúdico que no es ajeno ni a Tintín ni a Spielberg, unidos ambos en su propia filmografía. La cinta que cuenta muchas cosas e ilustra otras tantas posee ese encanto de toda su obra encendida, de álbum y de ballet escondido. Entre la claridad y el ritmo, los flashbacks deliciosos y el juego tan de la casa con los formatos de pantalla, aflora una evocación de escenarios y luminosidad donde se alumbra la imagen, lo literario y el arte de la Europa del Este del período de entreguerras. Una intriga extraña de la que muchas veces uno se olvida para dejarse mecer por una embarcación visual entre lo retro y la sensibilidad. Un robo, a modo de macguffin, es el mantra de la trama, pero lo insólito es saber mantener durante gran parte del metraje un tono de militancia en el asombro que contagia una miscelánea de humor y exuberancia imaginativa. Es comedia de época, elegante y caricaturesca farsa, pero aunque la superficie esté rebosante de destellos, posee una inteligente composición y una profundidad emocional. Hay frescura en la libertaria capacidad para explorar esos detalles, gestos y lugares que abren una gran puerta hacia un universo tan diferente como reconocible.