Oscura nieve
Los Ángeles ·
Un cuento de supervivencia y horror, poético y sencillo que supone, a través de un tren que cruza un bosque helado, un tránsito de ida y vuelta a la historiaSu sincronía de hechos, estética y emoción la convierte en una obra atractiva. Pero su alumbramiento reside en transmitir desde una sencillez poética sentimientos y ... emociones graves desde lo oscuro y sombrío. A su vez, su controlado tempo y su construcción intimista e histórica narración, tiene un acertado reflejo en el medido metraje. Es animación pulcra, clara, sin regodearse en lo alambicado, dejando que fluya lo sombrío bajo la nieve y la luz, entre las sombras del odio humano.
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Año 2024
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País Francia
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Dirección y guion Michel Hazanavicius
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Animación
Por lo general Michel Hazanavicius, el cineasta de 'La mercancía más preciosa', suele hacer un cine sobrevalorado, desde que 'The artist' le concediera un certificado de qualité sine die. El director de 'Los infieles' elige aquí abordar una historia universal, de maternidad, miseria, tragedia, con la animación (nada asociado a lo infantil) a modo de un cuento ilustrado, entre lo sentimental y lo moral. Orfandad y emotividad, sonambulismo, horror fuera de campo, tristeza y naturalismo. Y en esas combinaciones, el vértigo ante el nazismo, los buenos sentimientos, las luces y sombras en un lugar en el mundo donde volver a la poesía tras el Holocausto.
Hay algunas concesiones sentimentales facilonas, pero Hazanavicius mantiene el tono y, especialmente, su película es una hermosa mirada maternal de resistencia en su parte fundamental. Desplat subraya sin necesidad algunas situaciones con su partitura, mientras el dibujo envuelve ese intento de bondad en la conmoción. Adaptación al cine del cuento de Jean-Claude Grumberg, con la voz del fallecido Jean-Louis Trintignant en el original, 'La mercancía más preciosa' pone el foco final en el exterminio judío, pero paradójicamente la dureza de la supervivencia late mucho antes en el retrato de esa pareja de leñadores que decide cuidar a un bebé arrojado desde uno de los trenes que viaja hacia el fin de la noche. Cabe un pulso entre cierta sensiblería y el humanismo, pero vence claramente el segundo. Pedía la historia más elipsis, una forma de pisar la nieve, entre la levedad y el silencio, consciente de la desgarradura de lo terminal pero sabedor de que toda representación ante el horror es casi inútil. La animación le permite que la narración discurra sobre un lienzo de negra blancura, de oscuro resplandor, casi fuera del tiempo. «El objetivo de la educación totalitaria nunca ha sido inculcar convicciones, sino destruir la capacidad de formarlas», dejó escrito Hannah Arendt. Ahora lo importante es que al visionar un filme como este, tengamos presente, más que nunca, el genocidio diario de Gaza.
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