«Es mucho más fácil manejar sociedades incultas y atenazadas por el miedo»
Lidia Gil - Historiadora del arte ·
Crítica y comisaria de exposiciones, ponente de foros de arte, ligada a la galería Juan Silió, la tambien cantante cree que «vivimos un mundo absurdo y estúpido»-¿El confinamiento ha cambiado en lo profundo su sentido de la vida?
-Nos pasamos la vida buscando ese sentido, si es que existe ... más allá del ejercicio de estar vivos, terminar cada día lo menos magullado posible, habiendo reído un poco, disfrutado de algún momento bello y compartido un tanto de amor en cualquiera de formas. Lo que estamos viviendo pasará. Olvidamos que muchos pueblos viven de una forma cotidiana en crisis vital. El verdadero impacto en nuestro contexto ha sido la sorpresa, la falta de previsión. Pensábamos que no nos iba a tocar nunca nada parecido. Nos va a dejar una profunda huella y también estamos aprendiendo cosas. Por otro lado, el control y la vigilancia ganan terreno en estas crisis, rayando casi la inconstitucionalidad.
-¿Cómo ha gestionado lo profesional y lo creativo durante la cuarentena?
-Una de las constantes en mi vida es no tener tiempo para muchas cosas. Me gusta estar en casa, pero siempre acabo priorizando el exterior. Así que -obligado te veas- estoy sacando mucho partido a esta circunstancia. Si normalmente el arte y la cultura me salvan la vida, en estos momentos se convierten en un auténtico respirador. En lo profesional preparo futuros proyectos y estoy aprovechando para leer, estudiar, tocar la guitarra, observar mis plantas... las veo crecer día a día.
-En lo colectivo humano y emocional, ¿se perderá y ganará algo en nuestra relación social cotidiana?
-Tengo la sensación de que lo colectivo y lo común van a salir fortalecidos de esta crisis. Lo vemos, lo sentimos y lo practicamos cotidianamente. Frente al sistema y un sospechoso individualismo inducido surgen las redes de personas que desde su singularidad forman parte de dinámicas comunes que aportan un sentimiento de pertenencia real y humana que prioriza los cuidados. Estos días estoy leyendo 'Lo común sentido como sentido común', que acaba de publicar la filósofa Patricia Manrique. Es revelador y emocionante.
«No interesa fomentar una ciudadanía crítica, reflexiva y feliz»
-¿Qué opina de ese buenismo colectivo que prima hoy en día?
-Creo que estamos muy manipulados. No sé muy bien cuáles son los ingredientes de ese buenismo. Supongo que hay un poco de todo. Intento no hacer mucho caso de términos envenenados y algo vacíos. En general creo que estamos tomando conciencia de muchas cosas. Aunque solo sea por parar y enfrentarnos a lo desconocido.
EL PERFIL
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/Lidia Gil (Santander, 1972) es licenciada en Historia del Arte y en Danza. Fue integrante de la revista 'Arte y Parte'. Realiza trabajos de teoría, crítica y comisariado. Perteneció al Coro de Cámara Allegranza y canta en el grupo de jazz-bossa Autómatas Tiernos, el proyecto Navarro y Aires do Brasil.
-Más que buenos propósitos e himnos, ¿es el momento de cambiar las prioridades?
-Por supuesto, las prioridades de los sistemas que nos gobiernan -y hablo a escala global-, no coinciden en absoluto con las que hacen a las personas más felices y solidarias; nuestros entornos más limpios y saludables. Me cuesta todavía creer el caso omiso que se hace a la destrucción del planeta y el acoso continuo a la naturaleza (origen real de lo que está ocurriendo), a las tremendas injusticias sociales, a la miseria y a la pobreza... tengo la sensación de que caminamos hacia atrás. Vivimos un mundo absurdo y estúpido, no hay por dónde cogerlo.
-¿Qué nos enseña el arte en un momento de perplejidad?
-El arte es el último reducto de la magia, de la capacidad real de proyectar cosas, de crear nuevos mundos, de buscar otras formas posibles. El arte es creativo e ilusionante, nos predispone a la transformación y el crecimiento, nos hace más libres y poderosos. Nos construye interiormente y como sociedad. Amar el arte nos remite al arte de vivir, que es el arte definitivo.
«Las prioridades de los sistemas no coinciden en absoluto con las que hacen a las personas más solidarias»
-Todo apunta a que la cultura será de nuevo la última de la fila. ¿A qué le suena?
-Suena a lo de siempre. Ya sabemos que en este país existe un gran desinterés por la educación de calidad, que debería ser prioritaria, y la cultura se considera un bien de lujo o algo elitista. Es deprimente. Sobre todo, cuando en momentos como los que vivimos se pone en evidencia su importancia esencial. No interesa fomentar una ciudadanía crítica, reflexiva y feliz. Es mucho más fácil manejar, dirigir y vigilar sociedades incultas y atenazadas por el miedo.
-¿Qué le parece la respuesta de la Administración regional a las demandas del sector cultural?
-Aún está por ver. Estos días nos reunimos con la Consejería desde las mesas sectoriales para para exponer nuestras propuestas y necesidades. Hace falta una respuesta urgente pues se trata de un sector muy precario que siempre lucha contracorriente. Esperemos que sean conscientes de todo lo que el mundo del arte devuelve a la sociedad y cuánto se puede implicar en la sociedad y la economía de forma transversal en otros sectores como el turismo. Hay trabajo que hacer en ese sentido.
-El entramado cultural es bastante precario. ¿Qué augura?
-Puede ser catastrófico. Francamente creo que depende mucho de la implicación del Gobierno y el Ayuntamiento en un momento tan delicado. No solo con la inyección económica necesaria sino también con la adecuación de la burocracia, a veces tan farragosa, y el relajo de las trabas que siempre hay para todo proyecto.
-Cite y fundamente una pintura, un artista y un museo para un tiempo extraño.
-En cuanto al museo apuesto por ese que vamos construyendo en nuestra memoria. Integra todas las artes. Es un museo íntimo y personalizado que vamos enriqueciendo y nos nutre a lo largo de nuestra vida. Artista me cuesta elegir. Así, de cerca, Mazarío o Laura López Balza, especímenes necesarios por su capacidad de captar el latido de la tierra y el secreto de la emoción. Como obra, cualquiera de las tintas de Gao Xingjian.
-¿Hemos pasado de la urgencia al asombro?
-Sí, vivimos momentos de un surrealismo que no deja de asombrarme cada día. El extrañamiento cotidiano siempre me ha interesado y ahora es proverbial.
-¿Cuál es su fondo de resistencia?
-La continua búsqueda de la belleza y el conocimiento, sin olvidar el humor. Y, por supuesto, poder compartirlo con gente querida.
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