«El flamenco está en nuestro ADN, pero seguimos sin valorarlo mucho»
La santanderina Paula Rodríguez, ganadora del premio 'Desplante' del Festival de Cante de las Minas asegura «haber cumplido un sueño»
La bailaora santanderina Paula Rodríguez Lázaro ha entrado en la historia del flamenco. Lo ha hecho al obtener uno de los principales galardones de este género, el 'Desplante' que otorga el Festival Internacional del Cante de las Minas ... (Murcia) en la categoría de baile. «Estoy muy feliz porque ganar este concurso era un sueño que tenía desde pequeñita que ahora se ha cumplido», asegura la bailaora, y es que, tal y como explica, «dentro de la profesión este certamen está muy reconocido por lo que tener un 'Desplante' es un premio que te da cierto nombre entre los flamencos».
La santanderina, que se inició en la danza de la mano de Maribel Armengou, fue la única finalista del concurso celebrado en la noche del pasado sábado tras haber superado varias cribas. La primera fue por vídeo y las demás presenciales que la llevaron junto a otras dos bailaoras a la semifinal. Pero eso, apunta, no quiere decir que tuviera el premio en la mano pues podía haber quedado desierto, «así que en cierta forma tenía que competir conmigo misma y hacer una actuación de calidad». A Murcia llevó dos piezas, «en este concurso hay que bailar por taranto y luego con otros palos que se pueden elegir libremente. Para la semifinal escogí unas cantiñas con bata de cola y mantón, que es un palo que a mí me va muy bien y con el que simpatizo mucho pues yo me considero muy alegre y por lo tanto me es muy fácil interpretarlo. Ya para la final bailé una bambera con sombrero», dice. Y aunque en los últimos meses estuvo ensayando mucho «realmente llevo preparándome para esto toda la vida. Si bien es verdad que para este tipo de concursos hay que tener mucho respeto al flamenco, tratar de ser lo más purista posible y cuidar el cante, las guitarras e intentar hacerlo lo más tradicional posible incluido el baile».
Desde pequeña y en la academia, además de aprender pasos clásicos y contemporáneos tuvo claro que lo suyo era el flamenco. «Me sentía mucho más identificada y es la disciplina que más me hace sentir cuando bailo. Me conecta directamente con nuestras raíces, con la historia de nuestro país, hasta con nuestra forma de vivir», dice. Y nunca ha tenido ningún problema en el mundo del flamenco por proceder del Norte, aunque sí reconoce que a muchas personas cuando la ven bailar les cuesta creer que no es andaluza o catalana, dos comunidades que, según señala, están bien identificadas con este arte. «Sorprende cuando digo que soy de Santander, sobre todo en el tablao y algunos del público se sienten hasta un poco decepcionados», dice.
«Este arte me hace sentir lo que ninguna otras disciplina de danza. Me conecta con nuestra forma de vivir»
Ahora mismo está fija en el Tablao Cardamomo en Madrid, «uno de los pocos que está funcionando con la crisis sanitaria y ofrecemos hasta tres funciones diarias». Pero, además, continua trabajando con su compañía y con su último espectáculo 'La tarara' que presentó en el Casyc. Si bien durante meses y a causa del covid ha tenido que rescindir las actuaciones. «Nos vimos muy solitos, entiendo que lo primero es la salud, pero después de la cuarentena, cuando todo se puso a funcionar parece que nosotros nos quedamos atrás. Ha sido duro. Con suerte en el tablao en el que trabajo apostaron por los artistas y está funcionando muy bien».
La bailaora reconoce que el flamenco sigue siendo un arte poco valorado por los españoles. «No sacamos todo el partido que tiene y eso que lo llevamos en nuestro ADN. Por eso este tipo de concursos son buenos para darlo a conocer». Aunque ella no tuvo dudas a la hora de dejar Santander para aprender en el Centro de Danza Española y Flamenco Amor de Dios con maestros como Pepa Molina, Alfonso Losa, y, especialmente, con la maestra Merche Esmeralda. En el año 2009 obtuvo la Beca de Oro del I Ciclo de Formación Completa de Flamenco en Amor de Dios y continuó su formación durante un año en Sevilla con Juana Amaya y, posteriormente, se desplazó a Granada para trabajar en los tablaos del Sacromonte.
Sus planes pasan ahora «por viajar muchísimo». Cree que ya lleva tiempo en Madrid, que es conocida y que ha llegado la hora «de abrir fronteras». Y no olvida a las alumnas «maravillosas» que tiene en Santander y a las que viene a dar clase cada vez que puede. «Algunas ha venido a verme a Murcia», dice emocionada. Para ellas tiene su propio consejo: «Con constancia y trabajo los sueños se cumplen. Los míos se han cumplido».
La moda
«Siempre digo que los trajes de flamenca sientan bien a todos los cuerpos y por eso aconsejo que al menos una vez en la vida la gente se vista con uno», asegura. Le encantan las combinaciones de tejidos y colores y a menudo se plantea hacer su propia colección pues sus abuelos eran sastres y ella heredó una máquina de coser con la que cose su propio vestuario. «Pero eso será más adelante, porque ahora por el momento solo quiero bailar hasta que el cuerpo aguante», concluye.
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