Diana Luque: «Con las injusticias del mundo hay material para escribir durante siglos»
«Hace falta una revisión histórica sobre el papel de la mujer y por qué siempre ha estado en la sombra», asegura quien entre sus textos favoritos cita 'Macbeth'
Dramaturga, traductora y profesora, Diana I. Luque (Madrid 1982) ha impartido un taller de escritura teatral en la Universidad de Cantabria, una actividad conjunta de ... las Aulas de Letras y Teatro. Y es que desde que esta joven recibió el Premio Ricardo López Aranda de Santander, mantiene una estrecha colaboración con Francisco Valcarce, director del Aula de Teatro de la UC. Para ella, que considera que «hay que revisar el papel de la mujer en la historia», el reto del dramaturgo es «renovar la mirada del público».
-¿Qué tres ingredientes básicos debe tener un buen texto teatral?
-Lo primero es ser un texto contemporáneo, que hable a la sociedad de hoy. Además, debe ir dirigido a un público al que consideremos inteligente, con expectativas, que no sea pasivo. Parte del mal de nuestro teatro está en intentar complacer al público cuando lo que hay que hacer es removerlo un poco y plantearle preguntas. El escritor escribe porque tiene necesidad por conocer. Si tiene todas las respuestas estaría escribiendo un ensayo y no teatro. Y, en tercer lugar, un texto debe partir de algo que importe o duela al autor. Tiene que haber compromiso.
-¿Qué es lo primero que enseña en su taller?
-Lo primero que tienen que saber es que en el taller nos constituimos como si fuéramos una compañía artística, un grupo de actores que vienen a ensayar y equivocarse. Tenemos que darnos la oportunidad de fracasar, algo que nuestra sociedad de vencedores no contempla y es muy necesario. Partir del fracaso para seguir aprendiendo.
-¿Y lo último que enseña?
-Los alumnos deben tomarse su tiempo para escribir, no tener prisa. Deben saber que tienen herramientas para hacerlo. Espero sembrar esa inquietud.
-¿Qué cualidades debe reunir un escritor?
-Lo que caracteriza a un buen escritor es la mirada que proyecta sobre las cosas. Renovar la mirada es necesario si eres creador, y más si escribes para teatro. El reto del dramaturgo es conseguir renovar la mirada del público.
-¿Por qué escribe?
-No recuerdo cuando empecé, era muy pequeña. Luego estuve una época sin escribir y cuando estudiaba me apunté a la Escuela de Arte Dramático porque me gusta mucho el teatro. Ahora mismo no me veo escribiendo otra cosa porque me gusta el hecho de compartir el texto y tener que revisarlo constantemente. Un escritor de novela no tiene ese feed back con el público.
-¿Qué tiene el teatro que no tienen otras disciplinas?
-La inmediatez y que se constituye en asamblea. El teatro genera comunidad y eso es algo que se está perdiendo hoy con las redes sociales que fomentan tanto individualismo. En vez de tejer redes, generan escaparates de muestra de identidades ficticias. El teatro es apasionante porque plantea preguntas y se hace desde un trabajo en equipo lo que te permite revisar y cambiar un texto que está vivo. Una obra no se acaba hasta que no se lleva a escena y más allá. Incluso después de estrenar un texto puedes matizarlo. Es la clave para que una obra sea redondita. Aprendes mucho cuando escuchas la obra en boca de los actores, ves fallos en las escenas, el ritmo... El público es la prueba de fuego.
-¿Y que le ha enseñado a usted la literatura?
-Todo, porque estudié Filología Inglesa y fue entonces cuando entendí todo lo que me habían enseñado en el colegio sobre las figuras literarias. El teatro es metáfora, un desplazamiento, en el que es fundamental conocer las herramientas de un escritor.
-¿Cuál es el mejor texto teatral que ha leído?
-Hay muchos, pero me apasiona 'MacBeth', de Shakespeare, o los textos de Samuel Beckett. También tengo autores contemporáneos que son mis referentes como Martin Crimp, Sarah Kane, Martin Mc Donagh o Caryl Churchill. Y en España Juan Mayorga y José Sanchís Sinisterra.
-Y de los suyos, ¿de cuál guarda mejor recuerdo y por qué?
-Hay varios, pero uno que me ha dado una alegría enorme hace poco es 'El niño erizo', que ha puesto en escena la compañía cántabra La Machina y que está nominado a los premios Max. Es una alegría para todos. Aunque siempre digo que el mejor premio es cuando vas a ver la obra y ves la reacción de los niños, tanto si les gustan como si se aburren.
-¿Se ha sentido discriminada alguna vez?
-Al principio cuando decía que me dedicaba al teatro todo el mundo daba por supuesto que era actriz. Y si decía que era dramaturga la gente se sorprendía. Me pasó cuando gané el Premio Ricardo López Aranda de Santander. Siempre ha considerado normal el hecho de escribir, pero si haces un estudio ves que la mayoría de los dramaturgos son hombres. Es necesario hacer una revisión histórica en muchos aspectos sobre el papel que han desempeñado las mujeres y que han quedado siempre a la sombra. Luego está la otra faceta de que no por ser mujer todo lo que ofrezcas es garantía de nada. Hace falta una revisión.
-¿Qué lugar ocupa la mujer en el teatro?
-Ha tenido que surgir una ley de paridad para que se incremente el porcentaje de mujeres dramaturgas, escenógrafas o actrices. Estas últimas tienen más oportunidades pero hasta una edad determinada, sobre los cuarenta. Esto es también responsabilidad de quienes escribimos, el hacer papeles para actrices a las que la edad deja en el olvido.
-¿Cuáles son sus temas más recurrentes a la hora de escribir?
-Escribo sobre muchos temas, de la identidad a la discriminación, la publicidad y la realidad trivializada o los suicidios.
-¿Dónde encuentra la inspiración?
-En la vida. Hay situaciones que a uno le remueven por dentro. Hay necesidad de escribir y eso lo debe potenciar cualquier texto. Hay muchas injusticias en el mundo, hay material dramático suficiente para unos cuantos siglos.
-¿Qué balance le gustaría hacer cuando termine el taller de Santander?
-Trabajo con gente muy diversa, algunos han hecho teatro, otros han escrito o lo hacen por primera vez. Escribimos escenas y podría terminar en una obra de teatro. Si surge la obra, bienvenida. Si no espero que sea un disparadero de motivaciones para que escriban.
-Y si terminanos la entrevista con la primera frase de una obra de teatro, ¿cuál sería?
-No es una frase, es el concepto en el que estoy trabajando ahora, el encuentro, el hacer juntos. El preguntarse dónde nos posicionamos como creadores con respecto al público. Escribimos para espectadores ideales pero nos encontramos con todos los públicos. Y la pregunta es cómo llegar a ese público que saca el móvil en una obra de teatro. El teatro es más que entretenimiento, debe captar la atención del espectador y apelar a su imaginación. Planteamos preguntas y es el espectador el que completa la obra en su cabeza y se va para casa con preguntas.
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