«Comprendemos mejor la literatura española si conocemos las imágenes que la acompañaban»
Los editores y autores cántabros del ingente estudio colectivo 'Historia de la literatura ilustrada española del siglo XIX' subrayan que los fenómenos culturales «no se pueden estudiar desde un único prisma»
«Este libro es una ventana abierta al mundo del siglo XIX». Los filólogos y estudiosos de la Universidad de Cantabria Raquel Gutiérrez Sebastián y ... Borja Rodríguez tienen claro que el ingente proyecto iniciado hace dieciséis años es más que un volumen en el que se analiza el desarrollo histórico de esa literatura española que vio la luz acompañada de ilustraciones. La 'Historia de la literatura ilustrada española del siglo XIX', que se publicó recientemente a través de la Editorial de la Universidad de Cantabria y de la Universidad de Santiago de Compostela, se presenta el próximo miércoles en el Ateneo de Santander.
Por un lado, supone «el descubrimiento de una realidad hasta ahora desconocida: la necesidad de que la literatura vaya acompañada de la imagen». Un estudio que certifica que fue en el XIX cuando la imagen entra en la cultura como sistema masivo de transmisión de información. Y, por otro, la obra demuestra que los fenómenos culturales no se pueden estudiar desde un único prisma. Raquel Gutiérrez y Borja Rodríguez son los editores y coautores, junto a José María Ferri Coll (Universidad de Alicante), de esta obra estructurada en treinta capítulos donde se refleja cómo la ampliación de la producción y el consumo de textos impresos darían ocasión a lo largo del XIX a una multiplicación de posibilidades para el diálogo entre pintura y literatura.
-¿Cuál es la aportación esencial de esta obra desde una mirada más allá de lo puramente académico?
-Borja Rodríguez: El descubrimiento de una realidad hasta ahora desconocida: la necesidad de que la literatura vaya acompañada de la imagen. Se creía que esto era una característica del siglo XX, la irrupción de la imagen en la comunicación, pero nuestro estudio demuestra que fue en siglo XIX cuando la imagen entra en la cultura como sistema masivo de transmisión de información.
-Raquel Gutiérrez: La obra demuestra que los fenómenos culturales no se pueden estudiar desde un único prisma, que las miradas interdisciplinares enriquecen el conocimiento de cada una de las disciplinas, es decir, que comprendemos mejor la literatura si conocemos las imágenes que la acompañaban. También el estudio, fundamentalmente a través de las cartas entre escritores, dibujantes y editores nos revela la faceta puramente humana de los grandes creadores artísticos: los egos exaltados, las penurias económicas, el carácter, es decir, estudiamos formas artísticas creadas por hombres que nos revelan cómo somos los propios seres humanos.
-Esta compilación abarca muchos ámbitos. ¿Cómo definen su identidad?
-R. G: Es una obra interdisciplinar aunque por nuestra formación filológica, los autores del libro la hemos abordado más desde el ámbito literario, pero hemos tenido que estudiar muchos aspectos de la historia del libro y de la historia del arte. Asimismo hemos trabajado sobre todos los géneros literarios: poesía, novela, cuento, teatro, libros de viaje, artículos de costumbres, obras de ciencia-ficción, literatura infantil, todos estos tipos de textos con diversas clases de imágenes: desde el grabado en bronce, a la fotografía a finales del siglo XIX.
-B.R.: Este libro es una ventana abierta al mundo del siglo XIX. Sabiendo lo que leían los españoles de aquellos años ,sabemos también cómo vivían, cómo producían las imágenes, cómo vendían sus publicaciones, cómo transportaban periódicos, libros y revistas. Es un trozo de la historia de España que nos ha gustado mucho desvelar y ha sido un trabajo apasionante de años y de muchas personas.
-En la Universidad de Cantabria las letras y humanidades no tienen ni el peso ni el protagonismo de otras entidades académicas. Pero ¿se puede hablar de la existencia de un trabajo regular de investigaciones y publicaciones destinado a paliar ese déficit estructural?
-B.R: Es cierto que la UC tiene más titulaciones científico-técnicas que de humanidades, pero contamos en esta universidad con una tradición humanística muy relevante en la Facultad de Filosofía y Letras desde hace muchos años, y con muchas investigaciones en humanidades y en literatura, pues la UC colabora con instituciones de Cantabria que promueven la investigación humanística, como la propia Sociedad Menéndez Pelayo, que pertenece a Cantabria Campus Internacional dentro de la Unversidad.
-R.G.: En Cantabria contamos con varias instituciones culturales interesadas por la literatura, que han encontrado un apoyo para publicar en el Servicio de Publicaciones de la UC, que cuenta con colecciones dedicadas a estos temas y un elenco de profesionales muy valiosos.
«Es un trozo de la historia de España que nos ha gustado desvelar tras un trabajo apasionante» // «En un territorio, el académico, con tantos egos, se ha funcionado a las mil maravillas»
Borja Rodríguez Autor de siete de los estudios
-¿Cómo ha sido el proceso, que se presume ingente y laborioso, para llegar hasta la edición del estudio?
-R.G.: El proyecto arranca del año 2003 y de una iniciativa personal mía que se convirtió, por fortuna, en una empresa colectiva. Empecé a estudiar las obras con ilustraciones de Pereda, comencé a preguntarme por qué las editó así, quién las ilustró, leí las cartas entre Pereda y Apeles Mestres, el principal dibujante de sus obras, un catalán que vino a Polanco y al que Pereda mangoneaba para que pintara esto o aquello. En fin, descubrí que había mucho que estudiar y contacté con cuatro compañeros para abordar la tarea.Pero para la realización del libro, el equipo se quedaba escaso y tuvimos que contactar con los más importantes investigadores del siglo XIX en España, un total de 11 personas. Para mí lo más increíble de este proyecto es que en un país tan individualista como el nuestro y en un territorio, el académico, donde hay tantos egos, el equipo de trabajo ha funcionado a las mil maravillas.
-B.R.: Estos cinco compañeros propusimos al Gobierno de España un proyecto de investigación de seis años que, ante nuestra propia sorpresa fue concedido. Yo he sido el investigación principal de ese proyecto y de los sucesivos que han ido viniendo después. Recordamos con mucha ilusión la primera concesión de dinero para esta aventura. En la larga lista de proyectos aprobados que publicó el BOE, con más de cien universidades, solamente había dos entidades privadas que habían recibido la aprobación de sus proyectos: una cuya presidente era Felipe de Borbón, por entonces, príncipe y la otra, nuestro humilde proyecto de Literatura e imagen en el XIX, solicitado por la Sociedad Menéndez Pelayo. Aún hoy nos sorprendemos del hecho.
-En el diálogo entre pintura y literatura, en lo popular se habla de santos, láminas... y Benito Pérez Galdós, del que se celebra su centenario, acuñó lo de texto gráfico léxico. ¿Se catalogan y nombran muchas otras expresiones?
-R.G.: Pérez Galdós fue, en este como en otros terrenos, una figura señera. Además de ser un grandísimo escritor y un músico notable, fue un buen pintor, que llegó a diseñar la tumba de su gran amigo Pereda y realizó ilustraciones para la interesantísima edición de los Episodios nacionales ilustrados a la que dedicó muchos años de trabajo. Todo esto ha sido estudiado por nuestra compañera Ángeles Quesada, que desgraciadamente no llegó a ver publicado este libro y que desde la Biblioteca Nacional, que se convirtió en su segunda casa, nos fue enviando sin descanso materiales e informaciones que han enriquecido este libro. Pensemos que hasta que llega la digitalización de la prensa y los libros había que a Madrid o a Barcelona para consultar los libros con imágenes.
-B.R.: Una de las expresiones más usadas por los escritores del XIX para referirse a los dibujos fue el término 'monos'. En las cartas se bromeaba con esta palabra, pues muchos no querían dejar ilustrar sus novelas y lo hacían solamente por motivos económicos. Otras veces, los editores introducían las imágenes sin que lo supieran los escritores, que podían llegar a utilizar calificativos muy gruesos sobre los dibujos que ilustraban sus páginas. Este diálogo entre literatura y pintura tuvo muchos matices; hubo imágenes pirateadas, robadas, mal utilizadas, caricaturas divertidísimas, sobre todo de los políticos de la época, e incluso, en algunos casos, la fuerza de la imagen llega a eclipsar el texto, como es el caso de los Cuentos vivos de Apeles Mestres, considerados como el inicio del cómic en España.
«Hemos procurado ser accesibles y que la riqueza de las imágenes hable por sí sola a cualquier lector» // «Llegó a diseñar la tumba de su gran amigo Pereda y realizó ilustraciones para la edición de los Episodios»
Raquel Gutiérrez Autora de cinco de los estudios
-¿Cuál es el protagonismo de Cantabria en este terreno compilado?
-R.G.: Cantabria a lo largo del siglo XIX fue una de las zonas de España en la que había más personas que sabían leer, lo que también se acompañaba de una vigorosa prensa regional y de muchas publicaciones. Precisamente nuestro primer proyecto de investigación se centró en el estudio de la literatura con imágenes en Cantabria en el XIX y contó con el apoyo del Parlamento de nuestra comunidad. Además, Pereda es el novelista del XIX mejor ilustrado y su obra con imágenes, en especial, 'El sabor de la tierruca', es la novela ilustrada que todos los escritores tenían como modelo y la verdad es que es una obra de arte, con su papel japonés, su portada con la cajigona de Polanco y los extraordinarios dibujos de Apeles Mestres. Todas las obras de Pereda ilustradas fueron el escaparate y el reclamo turístico de Cantabria en Madrid.
-B.R.: De Cantabria es José de Madrazo, un personaje esencial en el desarrollo de la prensa ilustrada. A Cantabria llegó desde Londres la primera máquina capaz de imprimir al tiempo texto e imagen, comprada por Ramón de Mesonero Romanos, pero, sobre todo, Cantabria era la tierra de Pereda, el novelista más leído del XIX español junto con Galdós. Pereda controló como nadie sus ediciones y consiguió que todas las imágenes que hubo en sus obras fueran de altísima calidad.
-Al igual que la llegada de internet ha implicado una nueva forma de lectura, ¿cabe hablar de un síntoma parecido en esa época?
-R.G.: En efecto, hemos sabido tras nuestra investigación que los lectores recibían de modo diferente las obras con imágenes e incluso conocían muchas obras literarias por las imágenes y no por los textos, como sucedió con las obras de Víctor Hugo o las novelas que Chateaubriand situó en el Oeste americano.
-¿La propaganda fue una de las grandes beneficiaras de esa expansión?
-B.R.: Desde el primer momento. Los periódicos de la época, como los de ahora, tenían que financiarse y la publicidad fue elemento fundamental de esa financiación. Rápidamente las imágenes invadieron la publicidad. Hemos encontrado en la prensa del XIX los dibujos del 'antes y después' del caballero que se pone una faja para disimular su barriga, o de los que comían o no el famoso chocolate de Matías López.
-R.G.: A mí me han llamado mucho la atención los anuncios de las cremas y jabones para señoras, en las que aparecían dibujos de bellas mujeres japonesas. Era frecuente también la propaganda política, mucha a través de la caricatura en la prensa satírica. La exageración de rasgos como las orejas del político asturiano liberal José Posada Herrera, el tupé de Sagasta, las grandes ubres de la matrona que representa España, de las que maman todos los políticos...en fin, un divertido y actual panorama que ha continuado en títulos como 'La codorniz', o 'El jueves' en el siglo XX.
-El libro que ve la luz ahora, ¿tendrá continuidad?
-R.G.: Sí, pues tenemos un grupo de investigación que dirijo en la Universidad de Cantabria y estamos trabajando en la literatura infantil y juvenil con dibujos, en el álbum ilustrado, que es un territorio fascinante, y continuamos con trabajos sobre literatura e imagen en el siglo XX.
-¿En qué trabajan ahora?
-B.R.: Estoy ultimando un libro cuyo título provisional es 'Menéndez Pelayo y su tiempo', en el que intento abordar la biografía de don Marcelino en relación con las corrientes intelectuales, filosóficas y políticas en las que participó y de las que fue protagonista. Es un trabajo complicado, sobre todo, en Cantabria, pues la reverencia con la que se ha tratado a Menéndez Pelayo, ha hecho que se falsee la realidad del personaje. Por eso, la mayoría de las biografías que se han realizado hasta el momento se detienen, casi exclusivamente en rasgos superficiales para evitar análisis más comprometidos.
-R.G.: Estoy trabajando sobre teoría de la novela, preparo un libro sobre la figura de Consuelo Berges, una mujer comprometida y una gran traductora y dos libros sobre dos figuras poco conocidas del siglo XIX: Patricio de la Escosura y Juan Martínez Villergas. Sigo trabajando sobre Pereda, siempre, y sobre Galdós.
-El Servicio Publicaciones de la UC mantiene una producción notable. ¿Quizás su labor necesita una mayor comunicación y ligazón con la sociedad?
-R.G.: Publican en efecto mucha producción y de gran calidad; de hecho cuenta con el sello de calidad de la Fundación española de la Ciencia y la Tecnología, pero la publicidad nunca sobra, y conviene, siempre, hablar de libros y cultura y hacer todos los esfuerzos posibles para la difusión de lo que hacemos en la UC, pues somos la universidad pública de nuestra región y tenemos un compromiso con la sociedad.
«El fenómeno de expansión de la prensa es impresionante»
–Hay otras muchas fuentes y ediciones precedentes. ¿En qué hace hincapié esta Historia y cómo busca a un lector ajeno al mundo académico?
–B.R.: Hemos procurado en todo momento que la explicación de lo que ocurrió en esos cien años fuera accesible al público en general y la riqueza de las imágenes habla por sí sola a cualquier lector, tal como ocurría en el siglo XIX, en el que los lectores menos avezados se afanaban en la lectura de libros con imágenes.
–R.G.: El libro partía de algunos trabajos previos, sobre todo realizados en Francia, pero su valor es el de hacer una investigación nueva sobre un tema muy relevante que no había sido estudiado en su conjunto. El libro creo que puede adaptarse a cualquier tipo de público.
–La literatura ilustrada, la prensa con ilustraciones... vivieron, según refleja el libro, una expansión impresionante. ¿En qué medida se tradujo en un crecimiento del fenómeno de la lectura y qué legado ha transmitido?
–B.R.: El fenómeno de la expansión de la prensa es verdaderamente impresionante. En 1828 había solamente tres periódicos en Madrid, por ejemplo y en 1850 hay 156. En todos ellos había imágenes.
–R.G.: Este fenómeno de aumento de la prensa, de la edición de libros en general y de libros con imágenes en particular que sucede en el siglo XIX es paralelo a la disminución del analfabetismo en España. Recordemos que desde 1820 hasta 1860 se triplica el número de españoles que saben leer, y por tanto, demandan libros y prensa.
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