Jugamos todos o ninguno
El santanderino Ric Fernández recrea en 'Distrito pachanga' sus vivencias alrededor del mundo, siempre con un balón de por medio
Un libro que empieza jugándosela a pares o nones, obviamente no podía arrancar mejor. Otra cosa es cómo termine, porque las pachangas, ya se sabe… Y menos, si tienen un Mikasa en la portada, con pinta –disculpen la redundancia– de estar más duro que una piedra. Con suerte, la cosa acaba en un tercer tiempo, como el que relata Ric Fernández en el primer capítulo de su 'Distrito pachanga: crónicas de un partido sin balón'. ¿Y qué es una pachanga? Como explica Fernández, una pachanga es y no es un partido, es «algo más espontáneo, improvisado, se juega sobre la marcha. No puede haber muchas reglas ni formalidad alguna».
'Distrito Pachanga'
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Autor Ric Fernández. Prólogo de Marta San Miguel
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Editorial Libros K.O., 2025
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Páginas 304
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Precio 22,90 euros
distrito pachanga RIC FERNÁNDEZ Prólogo de Marta San Miguel. Editorial: Libros K. O., 2025. 304 páginas. Precio: 22,90 euros.
Obviamente, se trata de un ... libro con fútbol, más que sobre fútbol. Porque «lo del fútbol es solo una excusa, una forma cualquiera de conectar con la gente», aclara el autor. Y aún más: «el mapamundi es el campo y cada vivencia, una nueva jugada». De Vietnam a Birmania, de la India al Nepal, China, Mongolia, Rusia, Los Balcanes, Oriente Medio… Y siempre, con un balón en la mochila, listo para jugar. Para trabar contacto con los locales, aunque a veces haya más patadas que palabras. Claro que reglas siempre hay, como la que se encuentra en la India: los dalits no juegan. Son los intocables. «Venga ya», dice un compañero de Fernández, «esto es una pachanga, aquí jugamos todos o ninguno». Todos, finalmente, juegan.
Así, el libro avanza entre citas cervantinas, neologismos desternillantes –como la 'decrepitétrica' pensión de Mumbai, paráfrasis agudas –«así es la vida: un poco como la búsqueda del perfecto orgasmo, ir de fracaso en fracaso, sin perder nunca el entusiasmo». Claro que, a la larga, se impone un realismo aplastante: «Una hora después, reímos todos. Empate a tres, un único rifirrafe y cero lesionados. A cierta edad, no le puedes pedir más a una pachanga».
Habla la experiencia de Ricardo Fernández Algora, un santanderino (y racinguista confeso) del año futbolístico por excelencia, el 82, que con o sin balón –fundamentalmente, con– ha recorrido medio mundo compatibilizando su activismo de cooperante –coordina la oenegé No Name Kitchen– con el oficio de cronista para medios generalista o revistas especializadas como Panenka. Pero que, en realidad, sigue siendo el mismo que disfrutaba de las verdaderas pachangas, aquellas que acaban «cuando a uno le llaman desde la ventana de casa para que se deje de regatitos y suba a cenar».
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