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Maldito tercer tiempo
Al Racing le va la marcha: se le vuelve a atragantar un equipo descendido y se complica el play off, para dar máxima emoción a una última jornada en la que todavía depende de sí mismo
Pintando un fresco del paisaje después de la batalla, Rubén Gutiérrez, locutor de Arco FM, lo clavó: «parece que hubiera descendido el Racing y no ... el Eldense». La desolación cundía en el racinguismo, a ambos lados de las pantallas y los repetidores de radio y televisión. El equipo acababa de cosechar un empate que sabía a derrota, y no solo por las circunstancias en que se produjo, sino porque despierta a los fantasmas de la temporada pasada. Pero el Racing es así: lo de jugar las últimas jornadas sin tensión no va con nosotros. Es mejor que haya emoción máxima hasta el final, que es lo que nos va.
Y es que la manía esta de palmar no ya contra desahuciados, sino contra equipos ya descendidos -cuando marcaron los azulgrana estaban ya en Primera RFEF- es para mosquear a cualquiera, y más cuando ya habías hecho lo más difícil, remontando dos veces y teniendo el playoff ya en el bolsillo.
Estaba claro que, jugándose la vida, el Eldense iba a ponerlo difícil, pero ¿realmente había que cambiar así la alineación? Es que fue ver el once inicial y santiguarse. Líbranos, Señor, de los ataques de entrenador... Claro que lo decisivo sería el tramo final, pero ¿a quién se le ocurre renunciar a Íñigo Vicente y Arana? Visto lo visto y puesto a pegarse tiros en el pie, la duda ahora es si JAL va a salir con cinco juveniles contra el Granada, y ya luego si eso sacará a los buenos la última media hora. Y claro, tampoco es que la segunda parte fuera memorable, sobre todo porque lo más llamativo fueron los quince minutos de añadido. Quizás porque en los últimos minutos nadie perdía tiempo y por una vez los dos equipos coincidían en reclamar un descuento largo. Y sería casi un tercer tiempo, en el que el Racing pasó de tocar el cielo con el gol de Arana -quien, por cierto, pidió silencio- a bajar a los infiernos tras el enésimo fallo defensivo. De verdad, no sé si es la ilusión o la fatalidad la que nos persigue.
Sufrimos, en fin, como nunca, pero si me permiten recrearme en las miserias particulares, si hay algo peor que sufrir viendo al Racing, es sufrir no viéndolo. Que es lo que le ocurría a mi amigo Raúl, cuya suscripción a una plataforma de pago se volvió loca, y en vez del partido del Racing solo le dejaba ver al Mirandés. La única solución que pudimos encontrar -por favor, los gestores de derechos audiovisuales miren ahora hacia otro lado-, fue hacerle una retransmisión casera con mi móvil.
Algo incómodo, sí, pero es que el hombre lo estaba pasando fatal. Que una cosa es que el Racing palme o juegue mal, y otra mucho peor es tener que imaginártelo. Total, que otra vez estamos encabronados y masticando desencanto. Que nos va a durar por lo menos, por lo menos, hasta el miércoles. Porque, en realidad, todavía no se ha perdido nada. Simplemente basta con que en los Campos no gane el Granada. Eso sí, a ver si vamos a salir a por el empate, o con otra ocurrencia del míster.
Así que aferrémonos al tópico de la esperanza, porque los chavales del equipo no solo es que lo merezcan, es que nos necesitan. Porque toca lo que toca, que por mucho que nos hayamos empeñado en olvidarlo, ser del Racing va de eso: de sufrir casi siempre y luego, si hay suerte, llevarte alguna vez una alegría. Para todo lo demás, hágase usted hincha culé o merengue.
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