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El apagón ha traído una imagen muy de domingo este lunes a muchas empresas cántabras. Sólo había que darse una vuelta por los polígonos. En el de Parayas, la mayoría de las puertas estaban cerradas a cal y canto a primera hora de la tarde. Y los que no la tenían clausurada, como era el caso de una de las naves de Ecrimesa, poca actividad tenían dentro. De hecho, a eso de las 17.00 horas era imposible consultar a ningún trabajador porque el enorme espacio se encontraba completamente desierto. Casi daba sensación de almacén fantasma. Y esa no es la única imagen singular que deja el apagón, cerca de Ecrimesa sí era fácil dar con los trabajadores de otro negocio, pero fuera y disfrutando del buen día. Incluso algún otro empleado de alguna nave cercana se animó a sacarse la silla a la acera para tomar el sol.
En el polígono de Raos la estampa no era mucho más activa. Más fácil era dar con una nave con la persiana echada que lo contrario. Maderas Sifer era uno de los pocos que resistía, aunque como explicaba uno de sus trabajadores lo ha hecho únicamente con labores de carga y descarga de mercancía. «Es de lo único que podemos hacer porque las grúas van con gasóleo, pero no hemos podido hacer cobros, lo único firmar albaranes y, por su puesto, no podemos hacer corte de madera porque toda la maquinaria es eléctrica».
A eso se ha limitado prácticamente las labores de las pocas naves de los polígonos. A cuestiones logísticas de carga y descarga. Otro de los trabajadores de la zona decía que «esto no tiene nada que ver normalmente todas las naves están abiertas a estas hora». Otros negocios como la ITV de Maliaño estaban completamente parados, sin un solo coche y con todo cerrado.
Incluso en fábricas de mayor envergadura como Global Steel Wire notaron los estragos de la falta de suministro. Y eso que ahí sí había señales de energía, como los semáforos del recinto y la señalética que sí tenían luz. «Tenemos generadores, pero dese luego que ni de lejos como para poder mantener el mismo ritmo de producción que un día normal», explicaba uno de los empleados de la factoría a su salida del turno.
Así fue hasta pasadas las seis de la tarde, que fue reestableciéndose el suministro. La inactividad y letargo de todas esas horas entonces empezó a coger cierto efecto boomerang, sobre todo en las gasolineras como en la estación de servicio de Nueva Montaña, en Parayas, que en el momento en el que volvió a tener luz y sus servidores en funcionamiento comenzó a recibir un aluvión de clientes dispuestos a repostar y que hizo que se llenara el espacio hasta no caber ni un solo vehículo más. Una alta demanda de repostaje que se ha repetido en todas las gasolineras de la región.
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