Sánchez pierde el control emocional del PSOE
El presidente intenta ganar tiempo con una agenda internacional que le ocupará hasta el 3 de julio, pero no conjura el pánico por la caída Cerdán
«El momento no es bueno. La cuestión es si este momento se va a mantener o si puede despejar», dice un miembro del Gobierno . ... Su planteamiento resulta muy descriptivo del estado de ánimo que atraviesa el PSOE desde que la UCO destapó la verdadera naturaleza de Santos Cerdán, secretario de Organización del partido hasta hace diez días: una incertidumbre rayana en la angustia e incluso el pánico. Pedro Sánchez, que hasta la fecha había logrado inocular en los suyos una fe recalcitrante en su capacidad para dar la vuelta incluso a las situaciones más adversas, no consigue ahora hallar la tecla para seguir tirando del carro por más mensajes de «normalidad» y «tranquilidad» que se empeñen en lanzar desde su núcleo duro.
El lunes, después de haberse retirado el fin de semana a reflexionar en la finca toledana de Quinto de Mora, patrimonio del Estado, el jefe del Ejecutivo reunió a la dirección de su partido en Ferraz y ofreció una rueda de prensa, la segunda en apenas cinco días, en la que trató de transmitir que volvía a sentirse dueño de la situación. La ejecutiva, la más larga de los últimos años, había respaldado su decisión de no convocar elecciones y él salió a la ofensiva envuelto en el discurso de la cacería de la derecha y pertrechado con una serie de discretas medidas de carácter interno y gestos hacia los socios parlamentarios –una próxima comparecencia parlamentaria y una comisión de investigación– que no tardaron en demostrarse insuficientes.
El verdadero drama de los socialistas, y lo que realmente puede llevarse por delante al Ejecutivo, no es ya el descubrimiento de que Cerdán fue en realidad, según todos los indicios, el cabecilla de la trama de mordidas por obras públicas que había conducido a la imputación del exsecretario de Organización y exministro de Transportes José Luis Ábalos, otro de los principales hombres de confianza de Sánchez hasta julio de 2021, sino que nadie sabe qué es lo que queda por salir o hasta dónde pueden llegar las aguas de la corrupción en el partido. Ni siquiera en el Consejo de Ministros.
La corrupción del número tres de la formación ha hecho trizas la confianza interna; ya nadie se atreve a creer en casi nadie
La traición de Cerdán ha detonado la confianza interna porque, según insisten en el PSOE, nadie la vio venir, a pesar de que todo el mundo sabía que había sido él quien había introducido en el partido a un personaje tan siniestro como Koldo García, después escudero de José Luis Ábalos. «De Ábalos sabíamos que salía de juerga y los rumores fueron escalando: primero era un mujeriego, luego un putero y luego un corrupto... Pero Santos llevaba una vida ordenada y familiar», dice un miembro de la dirección del PSOE que trabajó con ambos.
El mismo dirigente cuenta cómo Cerdán siempre hizo ver que compartía la preocupación e indignación de aquellos que, ya desde finales de 2020, empezaron a trasladar sus dudas sobre el comportamiento del exministro y recuerda cómo en marzo de 2021, después de que ABC publicara una información titulada 'El viaje de Ábalos a Canarias y los tres sobres de Koldo' llegó a sentenciar: «Hay que cargárselos, tengo que quitarlos de en medio». «Nos ha mentido de una manera... Su personalidad tendría que ser analizada por un psiquiatra», asevera esta fuente.
El pleno del miércoles sirvió para evidenciar que los socios empiezan a ver a los socialistas como material radiactivo
Después de esto es difícil que nadie se atreva a poner la mano en el fuego por nadie y, menos aún, que los socios del bloque de investidura se presten alegremente a seguir dando soporte al Gobierno. De momento, ninguno ha exigido poner fin a la legislatura, pero el pleno del miércoles en el Congreso sirvió para evidenciar que el PSOE empieza a convertirse en material radiactivo hasta para Sumar, su socio de coalición. El hecho de que nadie, salvo Junts y Bildu, se quisiera fotografiar con Sánchez en La Moncloa en la ronda de contactos a la que fueron convocados los grupos para analizar la situación –Podemos y el BNG rechazaron incluso acudir– habla por sí solo. Sin contar con la ausencia de la vicepresidenta Yolanda Díaz y los ministros Ernest Urtasun y Sira Rego en la sesión de control.
En un intento de ganar tiempo, Sánchez se escudó en la agenda internacional que ocupará casi todo su tiempo en las próximas dos semanas para no adelantar el comité federal del PSOE del 5 de julio –en el que propondrá al sustituto de Cerdán y, previsiblemente, otros cambios en la ejecutiva del PSOE– y dejar para el 9 de julio la comparecencia parlamentaria que prometió a los socios. En ella se prevé que haga propuestas de regeneración democrática pero que, lejos de tener carácter monográfico, aprovechará para mezclar con su informe de lo abordado en la cumbre de la OTAN de este martes y miércoles, en el Consejo Europeo de jueves y viernes y en la cumbre de la ONU que se celebra del 30 de junio al 3 de julio en Sevilla.
La batalla del rearme
Desde el jueves, cuando suspendió su presencia en el Congreso de Comisiones Obreras, está encerrado en La Moncloa. Lo que por vía oficial se dijo inicialmente fue que estaba preparando todas esas citas. Sobre todo, la más inmediata, la de OTAN, a la que acude dispuesto a plantar cara a la exigencia de Donald Trump, asumida por el secretario general de la Alianza Atlántica, Mark Rutte, de elevar el gasto en defensa de los países miembros hasta el 5% del PIB; una batalla que, probablemente, habría dado en cualquier caso, pero que ahora se antoja más necesaria para no tensar aún más la cuerda con las fuerzas de la izquierda en el Parlamento. Lo cierto es que la gravedad de la crisis abierta por Cerdán hace imposible que pueda centrarse en el papel de líder europeo en el que tan cómodo se ha sentido siempre.
«Cada vez menos gente ve aguantar; es abrumadora la idea de que esto tiene que acabar», dice un buen conocedor del partido
Cuando el viernes trascendió que había citado al presidente de la Generalitat, Salvador Illa, a la Moncloa, el partido –impactado por la imagen de la UCO en Ferraz– entró en combustión con teorías tan extremas como que se pudiera estar fraguando ofrecer a los aliados una investidura con el líder del PSC como candidato. Más tarde se supo que también había hablado con la presidenta de Navarra, María Chivite, y con la del Congreso, Francina Armengol, ambas afectadas, al menos colateralmente, como Illa, por el escándalo. Pero la sensación de provisionalidad y fin de ciclo está muy instalada. «El plan es aguantar, pero cada vez lo ve menos gente. Sin concretar cómo, es abrumadora la idea de que esto tiene que acabar. No sé de que forma, pero no debería alargarse», resume un buen conocedor del sentir de los cuadros medios del partido en los territorios.
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