La librera de Palacio
«¿Te acuerdas, Tere…?», preguntaba Manuel Arce a su esposa cada vez que necesitaba un dato exacto. Y de inmediato añadía: «Es que es mi ... disco duro». La justificación no era siquiera necesaria: era evidente que Teresa Santamatilde almacenaba en su memoria gigas y gigas de información, convenientemente clasificada, analizada y lista para recuperarla en el momento preciso. Escritores, pintores, periodistas o políticos a quienes trató en la distancia corta y de los que conservaba mil y una vivencias y anécdotas, pero también inventarios, contabilidades y balances de una vida dedicada al arte y la literatura. Un archivo vivo de más de medio siglo de historia cultural de Cantabria y de España.
Todo eso se ha perdido el jueves, cuando unas complicaciones respiratorias se llevaron a Teresa Santamatilde Pardo. El 21 de diciembre se habrían cumplido noventa y cuatro años desde que en 1929 vio la luz en el número 4 de la santanderina calle del Sol, aunque la familia –sus padres Rafael y Francisca, y su hermano Francisco, tres años mayor, que andando el tiempo llegaría a ser un célebre fotógrafo– más tarde se mudaría a Santa Lucía, 24. Con trece años, Teresa empezó a estudiar secretariado en la Academia Inda. Allí conoció a un muchacho dos años mayor, Manuel, que se preparaba para la Escuela de Comercio. Teresa, que ya llegaba a las doscientas pulsaciones, le ayudaría con la máquina de escribir, y entre la mecanografía y la taquigrafía se enamoraron. Ya nunca se separarían.
Seis décadas más tarde, Manuel la describiría en sus memorias tal como era entonces: «una muchachita de mediana estatura, rostro ovalado y una melena castaña y suelta que le llegaba a la cintura». Después de un noviazgo de los de antes, se casarían en enero de 1954.
Pero un par de años antes ya se habían embarcado en la gran aventura de sus vidas: la galería-librería Sur. Un proyecto arriesgado, en plena posguerra, que contra todo pronóstico se convertiría en todo un referente de la cultura local, y también nacional. Y la mejor muestra de cómo funcionaba el binomio Santamatilde-Arce, que en plena dictadura logró convertir el local de la calle San José en una ventana a la cultura y el arte contemporáneo por la que pasaron artistas luego tan célebres como Antoni Tápies, Ángel de la Hoz o Benjamín Palencia, que inauguró la sala. En sus cuarenta y dos años de actividad, organizaron más de seiscientas exposiciones.
Aunque el tópico hable de la gran mujer que siempre está detrás, en el caso de Arce y Santamatilde enseguida se apreciaba que más allá del juego de primeros y segundos planos, ambos conformaban un tándem. Manolo ponía la prestancia, el don de gentes, el encanto de un dandi de regusto británico, cierta querencia por la bohemia y una irreprimible propensión a la exaltación de la amistad. Pronto llegó a ser un escritor reconocido, publicando en las editoriales más prestigiosas, como Destino y Planeta.
Teresa, en cambio, era la mariscal de campo, la directora de operaciones, el cerebro detrás de cualquier movimiento. Suyas eran las decisiones económicas, la estrategia, la gestión del día a día. Por ejemplo, la iniciativa de instalar un puesto de libros en la UIMP, que regentaba personalmente, lo que le otorgaba el título oficioso de 'librera del palacio de la Magdalena'.
Muchos años después, ya cerrada la galería, Teresa y Manolo continuaron implicados en la vida cultural y política de la ciudad. Muy atenta a la actualidad, y de férreas convicciones socialdemócratas, –Germán Gullón destacó su «claridad mental, ideológica, (…) un ejemplo de compromiso moral»–, ejercía también la 'jefa de prensa' de la pareja, y era, por ejemplo, quien administraba el derecho de admisión: ella abría o cerraba las puertas de su casa, 'Barlovento', que gobernaba con mano de hierro, dejando para Manolo el guante de seda.
Y en esa casa con vistas al Puntal recibía a las constantes visitas, desde premios Nobel como Camilo José Cela hasta los jóvenes de la ciudad que aspiraban a convertirse en escritores. Todos convenientemente registrados en una memoria que nunca flaqueó, hasta que Manuel falleciera en 2018.
Un año más tarde, la alcaldesa Gema Igual descubrió una placa en el edificio de la antigua Galería Sur reconociendo la labor de ambos para convertir Santander en «ciudad de la cultura».
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión