Barcos hundidos. Familias hundidas
Cantabria es una potencia pesquera en el Cantábrico y necesita un centro de salvamento que nos ofrezca garantías, bien dotado de medios y personal
MIGUEL FERNÁNDEZ PÉREZ PATRÓN MAYOR DE LA COFRADÍA DE SANTOÑA
Sábado, 11 de septiembre 2021, 07:41
Señor presidente del Gobierno de España, presidente del Gobierno de Cantabria y ministro de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana. (No suelo enviar este tipo de ... cartas. Lo mío es la mar. Y claro, me asaltan las dudas. Supongo que con estos destinatarios es suficiente; pero si ustedes consideran que mi petición no les compete y determinan que no tienen ninguna responsabilidad sobre lo que les comento, remitiré una cuarta al sursum corda. Siempre le tengo de comodín, aunque esta vez quiero pensar que al final encontraré a alguien en la Administración al que le importe la vida de mi gente y la actividad económica de mi tierra).
Aquel día, ese maldito 15 de julio de 2021, en el muelle de Santoña nos faltaba el aire. Es una sensación trémula difícil de explicar porque los recuerdos encadenan el sentimiento y hace que se hibriden sensaciones muy dispares: tristeza que alumbra rabia, impotencia que supura dolor... Es fácil de entender; un ladrillo para digerir. Uno de los nuestros, el 'Maremi', se iba a pique en Cabo Mayor con otro de los nuestros a bordo, Nando.
En la mar desgraciadamente estamos acostumbrados a las fatalidades. Son ley negra de agua azul. Poco después del 'Maremi', de hecho, nos faltó otro de los nuestros, el 'Siempre al Alba', que se hundió en Cabo Villano, aunque afortunadamente toda la tripulación pudo regresar a casa. Curiosamente fue el que rescato a parte de la gente del Maremi', junto al 'Itsasoan'. Y si miramos hacia atrás, los ejemplos se multiplican. Son decenas de siniestros, miles de miradas perdidas.
Pero hay algo a lo que, y perdonen si me excedo, no podemos acostumbrarnos. No queremos hacerlo tampoco. Y sobre todo, no vamos a consentirlo más.
Cada vez que nos embarcamos, y en mi caso hace tiempo que la edad forzó que cediera el puente a mis hijos y saltase a tierra, asumimos que corremos un riesgo. Somos conscientes de ello, de que soltar el chicote de popa puede ser una despedida definitiva y de que los contratiempos existen, pero tanto como lo somos también de que hacemos lo que nos apasiona (unos días más que otros) y, sobre todo, de que tenemos que hacerlo para ganar un jornal que llevar a casa. Para comer. Lo que no podemos asumir es que se pierda un barco y tengamos que decir adiós a un compañero después de que la alerta del 'Maremi' se lanzase a las 5 de la madrugada de aquel 15 de julio. El barco se hundía a las 16.30 horas; doce horas oscuras en las que la incompetencia de los servicios de salvamento y su ausencia de sensibilidad son inadmisibles. Y más en Santoña, porque llueve sobre mojado: precisamente por esa impericia y falta de sentido común perdimos también al 'Pilín' hace 20 años.
Es imposible entender, y mucho menos tolerar, que en aquellas horas críticas hubiese que esperar la llegada de buzos desde Cartagena y Ferrol, que Salvamento Marítimo renunciase a desplegar parte de sus medios que todos pagamos (ni buceo a saturación, ni buques de posicionamiento dinámico... Ni siquiera disponían de una cámara acuática que cuesta 100 euros y que todos los pesqueros tenemos a bordo para bajar cinco metros y revisar el barco, o unos 'putos' globos para aguantar el 'Maremi' y que no se fuera a pique con Nando. La flota hubiésemos puesto 500 en apenas una hora, pero se nos ordenó retirarnos y no participar).
En 2021 se ha aplicado el mismo protocolo de salvamento que ya padecimos con el 'Pilin'. ¿No han pasado 20 años? Y el resultado fue idéntico: barcos hundidos. Familias hundidas.
Podría extenderme en el dislate de lo que sucedió, pero prefiero centrarme en lo que no puede volver a suceder. Cantabria es una potencia pesquera en el Cantábrico y necesita un centro de salvamento que nos ofrezca garantías, bien dotado en medios y con personal cualificado suficiente. Y en esa tarea, además de revisar los protocolos hasta dotarnos de un documento solvente -aquí podemos ayudarles-, deben de trabajar de inmediato los Gobiernos de España y de Cantabria. En eso, y en la atención psicológica a los familiares de las víctimas. Aquí llegó tarde.
Acabo diciendo lo que ya dije: No vamos a consentir que esta situación de vacío y desesperanza se prorrogue durante más tiempo. No es impaciencia; tampoco intransigencia. No me malinterpreten. Sólo hablo de lo que es justo, pero sobre todo de amor a los nuestros y a lo que hacemos. A nuestra vida. Hablo de salir a la mar más tranquilos. Pero sobre todo hablo de volver.
Hablo de aquello que Ángela Álvarez nos decía con 'La estación de las moras': «Esta noche dormiremos en la cofradía de pescadores aguardando nuestra porción de cielo intacto». Despiértenme mañana con ese sueño cumplido.
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