Ia ia oh
El FMI ya ha calculado que un pinchazo como el de las 'dotcom' a comienzos de siglo provocará una pérdida de 20 billones de dólares al inversor americano
Una canción infantil americana con el estribillo del titular (se encuentra en internet) me ha inspirado. Habla de que el viejo Donald tiene una granja ... donde todo se armoniza con susodicha jaculatoria. La inteligencia artificial –ia– es la varita mágica que va a resolver –oh– todos los problemas de la América trumpista.
El problema es que la mezcla del trumpismo y la IA resulta ser un cóctel explosivo, no una receta para la estabilidad social. La coincidencia histórica del hiperdesarrollo de la IA y la resurrección de un Donald Trump triunfante, con un proyecto 2025 muy radical, anuncia grandes oportunidades para un reducidísimo grupo de megaempresarios tecnológicos cada vez más estrambóticos. Y un futuro muy poco prometedor para las legiones de oficinistas condenados a ser irremediablemente sustituidos por algoritmos.
Pocas dudas de que, en el corto plazo, la coincidencia de ambos fenómenos enmascara las estridencias de las erráticas políticas presidenciales. A los ojos de una clase empresarial y de unos inversores en bolsa que miran fascinados la evolución de las compañías tecnológicas, todo el monte es orégano. No es así a los ojos del ciudadano de a pie, que se siente atascado cuando no en caída libre por la evidente descomposición de la gestión gubernamental del día a día; lo que verdaderamente les afecta. Dos mundos paralelos, enfrascados en sus propios problemas, que no acostumbran a comunicarse.
La élite empresarial y financiera ha decidido que, si bien le perjudican las desmesuradas tarifas arancelarias y la brutal campaña contra la inmigración, estas pérdidas se compensan sobradamente con los evidentes beneficios del boom generado por la IA. Por lo demás, no le hacen ascos a los sustanciosos recortes de impuestos que tanto les favorecen. Pero si miras de Tejas abajo, la sensación de armonía generada por el maridaje de conveniencia entre IA y Maga es más aparente que real.
Las tensiones sociales y políticas producto de la draconiana actuación de Trump no favorecen en absoluto el clima de estabilidad necesario para la buena marcha del negocio. Por el contrario, propulsan la precariedad. Huelga decir que tal sentimiento pone a la ciudadanía en contra de la IA, percibida como desestabilizadora del modus operandi cuando no usurpadora de sus mismísimos puestos de trabajo.
Para empezar, entre la gente del común hay una ubicua sensación de decadencia que inquieta a las élites pensantes. Sensible a esta inquietud, el gobierno de Biden trató de atar en corto a las grandes empresas tecnológicas mediante estrictos controles, a la vez que restringía la exportación de los chips de tecnología más avanzada. Todo esto no solo desagradó a los fabricantes de semiconductores, sino que estimuló los esfuerzos creativos de empresas chinas como Huawei y Deepseek. El gobierno de Trump ha incrementado exponencialmente el proteccionismo, a la vez que ha desatado la camisa de fuerza impuesta por Biden. Cree que con esto la tecnología americana va a proliferar; pero lo que está consiguiendo es el efecto contrario, agudiza el estado de shock social, y acelera la tendencia a recurrir a la producción propia por parte de sus actuales clientes internacionales. El presidente de Nvidia –empresa americana líder mundial fabricante de chips– ha dicho que en el largo plazo esta carrera la va a ganar China; ¡cómo lo verá!
El objetivo declarado de Trump es reactivar la base industrial de Estados Unidos, y restaurar la estabilidad de la clase trabajadora aumentando su poder adquisitivo. ¿Pero cómo se concilia eso con el descarado estímulo a las grandes tecnológicas, para que inviertan cientos de miles de millones en la eliminación de los puestos de trabajo de dichos empleados?
Muy bien pudiera ocurrir que a fin de cuentas la capacidad de implantación de una nueva cultura radicalmente distinta, por parte de la IA, sea un gran desafuero. El parto de un ratón en el seno de los montes. ¿Qué ocurriría en este posible escenario si reventara la burbuja? El Fondo Monetario Internacional ya ha calculado que un reventón del tamaño de lo ocurrido con las 'dotcoḿ' a principios de este siglo infligirá una pérdida de 20 billones de dólares a los inversores americanos, a los cuales habría que añadir 15 billones del resto del mundo.
Estamos hablando del 70% del PIB estadounidense, más el 20% del PIB de los países restantes. Una recesión que me río yo de la ocurrida en 2008-10, si tenemos en cuenta que hoy es mucho mayor el déficit presupuestario, que tendríamos una Reserva Federal con las manos atadas y un Congreso que sufre de parálisis cerebral.
Tal parece que los citados empresarios e inversores se están agarrando como a un clavo ardiendo a la vana esperanza de que el hartazgo será duro, pero no demasiado; suficiente para disipar la hinchazón de la IA y la intoxicación trumpista, pero no tanto como para provocar una crisis constitucional más grave de la que ya estamos experimentando. Que Dios los coja confesados.
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