Vulnerabilidad de la democracia
Subconscientemente, el ciudadano percibe que los políticos actuales son sucedáneos que suplantan a los políticos genuinos
Aquiles tenía un solo talón vulnerable; los pies sobre los que se sustenta la democracia tienen como mínimo dos. El más evidente es la necesidad ... del compromiso, de acuerdos básicos entre las partes para que el sistema funcione correctamente. Para poder funcionar la dictadura no solo impone sus reglas del juego, sino que gobierna a golpe de decreto para obviar la necesidad de llegar a acuerdos entre las partes. En esto, la dictadura juega con ventaja sobre la democracia. Pero a costa de conculcar ciertos derechos del individuo considerados inalienables: vivir a mi manera, dar sentido propio a la existencia, libertad de expresión, ver oír y leer sin restricciones, etcétera.
En sociedad hay que respetar los derechos de los demás y cumplir con las obligaciones propias. Para hacer realidad esta máxima, en democracia es preciso un compromiso voluntario de obrar con honestidad en público, en privado, y sin vigilancia. Cuando el sistema recurre a la coacción y a la vigilancia indiscriminada, lo hace para proteger ese talón vulnerable; pero al hacerlo está poniendo en marcha un estado de excepción que se sabe dónde empieza pero no dónde termina. La degradación de la democracia empieza donde termina el compromiso voluntario de actuar con honestidad. Que esto sea así pone de manifiesto que nos encontramos ante lo que solemos calificar como un talón de Aquiles.
El otro talón vulnerable tendría que ver con el sistema de partidos políticos propio de la democracia representativa. Ocurre que, en este sistema, aquellos que van a encargarse de representar a los ciudadanos, suelen ser designados como candidatos por un grupo oligárquico: la cúpula de sus respectivos partidos. Para remediar esto se han establecido elecciones primarias donde votan los militantes y, en algunos casos, los simpatizantes. De nuevo, una competición entre dos o tres figuras promocionadas por la citada oligarquía. Quienes a pesar de esto se presentan por libre a las primarias, muy raramente las ganan.
Se llega así a una completa ausencia de democracia interna. La participación de los militantes es tan inane como la del propio electorado. La militancia aprueba las propuestas de la dirección con porcentajes que harían palidecer de envidia a la dirección del Partido Comunista Chino. Por su parte, los dirigentes se apresuran a hacer carne picada de cualquiera que se atreva a llevarles la contraria más allá de palabras que se lleva el viento. Esta falta de democracia interna es, pues, evidencia de un nuevo talón de Aquiles en el sistema democrático. Por lo demás, en todos los casos ha de tenerse en cuenta que la militancia no representa ni de lejos al electorado.
Dos talones de Aquiles que, por sí solos, sirven para explicar porqué termina por degradarse fatalmente un sistema político que, espontáneamente, el ciudadano de a pie elegiría con los ojos cerrados como preferible a cualquier otro. Lo que ocurre es que, subconscientemente, el ciudadano percibe que los políticos actuales son sucedáneos que suplantan a los políticos genuinos; los cuales, en lugar de gobernar, se dedican a una lucha por el poder no como medio sino como fin en sí mismo. Es decir, como mero sostenimiento del actual estado de cosas. Solo que las cosas no se mantienen estáticas, hoy cambian a una velocidad tal que por mucho que los políticos corran los acontecimientos les dejan atrás.
Los ciudadanos les culpan del fracaso desencantados, decepcionados y hartos de no sentirse representados. Y abren los ojos para, una de dos, rechazar el estado de cosas, quizá prestando su apoyo a sistemas alternativos donde el autoritarismo es lugar común; u optan por soportar con mansedumbre lo que se les ha venido encima, buscando resolver su situación personal y que se salve quien pueda.
El problema se compone porque otra de las razones de que la política democrática haya devenido tan disfuncional es que sistemáticamente sobreestimamos lo que los políticos pueden hacer. Pedimos que salven a la humanidad, que salven nuestras tradiciones, que terminen con el sexismo y el racismo, que se creen puestos de trabajo agradables y bien remunerados… Y cuando se hace evidente la imposibilidad de dichas tareas nos volvemos contra los políticos. Lo cierto es que no existe un movimiento político en el mundo capaz de frenar y dar marcha atrás al cambio que se está produciendo en nuestras sociedades.
Como es lógico, en España se acusa a ambos partidos mayoritarios de haber llegado por este camino a traspasar límites inimaginables hace no mucho tiempo; para luego adoptar actitudes en línea con las más arriba indicadas. Sin sugerir que «el mal de otros es consuelo de tontos» diré que lo que está ocurriendo en Estados Unidos reduce a pelea de gallos lo que ocurre en España. Téngase en cuenta que lo que ocurre y ocurrirá en Estados Unidos va a tener serias consecuencias en el resto del mundo, cosa que no ocurrirá con lo que ocurre en España.
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