Chinatown maña
Cómo convertir una fábrica de baterías en un caso de éxito de diplomacia cultural
Todo lo que implica a China adquiere dimensiones colosales. La 'joint venture' que han firmado Stellantis (antigua Opel) y el mayor productor mundial de baterías ... para coches eléctricos (la empresa china CATL), también: 80 hectáreas y 4.100 millones de euros de inversión en una gigafactoría que generará 3.000 empleos directos y producirá cerca de un millón de baterías en el año 2028. Pero de todas las cifras grandiosas que envuelven a este proyecto, hay una que ha generado especial expectación: la llegada de casi 2.000 chinos a ese punto del mapa regado por las aguas del Ebro, el Jalón y el Canal Imperial de Aragón. Los lugareños se preguntan cómo dar alojamiento, cobertura legal, laboral, sanitaria y educativa a tanto chino en un entorno eminentemente rural que carece de suficiente infraestructura. Y es que no existe ningún precedente, en Europa, de semejante cantidad de trabajadores enviados desde el otro lado del mundo bajo coordinación directa de una empresa matriz china.
Aunque la llegada masiva de mano de obra china es el dato que ha generado más revuelo mediático, la noticia ha eclipsado un aspecto muy relevante del proyecto ya en marcha: gracias a esta nueva empresa mixta, España se convertirá en uno de los pocos lugares del mundo –fuera de China– en el que se producirán baterías LFP (litio-ferrofosfato) de última generación y alta capacidad, lo cual refuerza la posición estratégica de nuestro país en la industria automovilística global. Existen casos (en otras plantas de CATL en Alemania o Hungría) de ensamblaje de baterías en suelo europeo, pero la de Aragón se convertirá en la primera que fabrique esas 'celdas' (o unidades básicas) que almacenan la energía dentro de una batería. En Northvolt, Suecia, se puso en marcha una planta de producción de tecnología similar, pero el proyecto resultó un fiasco y cerró sin llegar siquiera al 20 % de la capacidad prevista… y aquí es donde merece la pena hablar de esa 'Chinatown' maña que está a punto de inaugurarse, pues de una adecuada integración de esa plantilla emigrada en el tejido social y laboral local depende el que la nueva fábrica no se convierta en un búnker impermeable. La ingeniería de este nuevo proyecto debe tener en cuenta el riesgo de que la operación derive en un 'enclave industrial chino' dentro del territorio nacional, con escaso arraigo y baja integración.
Y es que, la mejor manera de guardar un secreto es cifrarlo y me arriesgo a imaginar que las máquinas que se instalarán para producir las baterías serán chinas y operarán con caracteres chinos, los 2.000 operarios hablarán en chino entre sí, comerán chino y vivirán dentro de una burbuja chinesca en la que los contactos con el exterior serán anecdóticos. Conociendo como conozco a los chinos, imagino que durante los meses (o años) que dure la puesta en marcha de esa fábrica con tecnología de vanguardia –que justifica semejante aluvión chinesco– se mantenga una absoluta opacidad en torno a los procesos, en contra de un modelo híbrido y con huella local duradera. Ese es el verdadero reto para este y otros proyectos de implantación productiva china en España: transformar la llegada de tamaño regimiento de chinos en un catalizador de convivencia intercultural, aprendizaje mutuo y transferencia real de tecnología. Sólo con visión estratégica, anticipación y gestión eficaz de este proceso de integración se permitirá trascender lo industrial, convertir este en un caso de éxito humano y económico a escala europea, generando transferencia efectiva de conocimiento a nuestro país y no sólo dependencia estructural. Otras regiones deberían tomar buena nota pues CATL no es el primero ni será el último mastodonte chino que desembarcará en España. Se precisa, por tanto, imprimir reciprocidad estratégica pues resultaría paradójico que China exija estrictas condiciones a la inversión extranjera en su territorio —como la creación de empleos locales, transferencia tecnológica y 'joint ventures'— si nosotros permitimos importar su modelo sin apenas contrapartidas.
Los chinos tienen una cultura del trabajo que entiende de manera muy diferente –casi antagónica– el liderazgo, el tiempo, el esfuerzo o la jerarquía, a cómo los entendemos en España. ¿Qué incentivos se van crear –desde las empresas, desde las instituciones o desde la propia sociedad civil – para estimular una colaboración real y no solo funcional? Cada uno de esos 1.847 trabajadores –hombres y mujeres–, ingenieros, técnicos y operarios chinos altamente cualificados, desembarcará en el valle del Ebro portando a la espalda una invisible mochila cargada con valores, prioridades, lógicas, hábitos, expectativas, costumbres y ritmos muy diferentes a esos de la comunidad que los va a acoger y con la que van a trabajar en la fábrica de marras. ¿Qué será más necesario, impartir clases de chino a los maños o clases de español (y cultura aragonesa) a los chinos? Ojo, no es la primera vez que Aragón está a la altura del reto: en su día, la fábrica de Opel establecida en el municipio de Figueruelas, ya se convirtió en la primera planta automovilística del mundo en fabricar ininterrumpidamente durante las 24 horas del día. Todo un hito al alcance de pocos.
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