Ver fotos
Acampados junto al río
Un grupo scout de Salamanca huye del calor de la Meseta a la ribera del Nansa
Vienen huyendo del calor en busca del contacto con la naturaleza. Suelen instalarse cerca de ríos en prados llanos lo suficientemente grandes para albergar toda ... la logística. En este campamento de verano, a las afueras de Puentenansa, hay cien niños y veinte monitores. Son del Grupo Scout Mafeking de Salamanca. No es el único a la ribera del Nansa. Más abajo, cerca de Celis, hay otro. «Aquí todos disfrutan porque nadie viene por obligación», explica Noemy, que es la coordinadora en prácticas.
Introducirse en una acampada es retroceder en el tiempo. Viajar al lugar de la juventud donde el estío era eterno y divertirse era la única obligación diaria. Y eso que la jornada comienza bien temprano con el toque de diana. Tras izar las banderas en el mástil –el punto de reunión adonde acuden tras cada llamada– es momento de asearse, desayunar y disfrutar de un poco de tiempo libre. Después, llega el momento de las actividades.
Un simple vistazo a esta miniciudad evidencia que la organización y la disciplina son las señas de identidad de los boy scout. Hay una carpa gigante que sirve de comedor, que el día anterior tuvieron que bordear cavando un desagüe para el agua de la lluvia. No hay campamento que se precie sin su tormenta. Y Puentenansa no iba a ser una excepción. A un lado, una gran tienda militar que hace las veces de cuarto de estar para los juegos.
A continuación, dos sectores de iglúes, el botiquín (bajo un chopo, para que no se calienten demasiado las medicinas), las letrinas, los lavaderos y la cocina. La electricidad, para ser autosuficientes y sostenibles con el medio ambiente, la consiguen gracias un par de paneles solares. También tienen una pequeña piscina, a pesar de que el río está cerca. «En los días de más calor, que aquí también ha hecho aunque menos que en Salamanca, ponemos turnos para que los más pequeños se refresquen».
Los que no paran, al menos unas horas antes del turno de las comidas, son los cocineros. Dentro de la carpa sobrepasan los cuarenta grados. Han hecho pasta en ensalada de primero y alitas de pollo fritas de segundo. «No es difícil, estamos acostumbrados a dar de comer a tantas bocas», dicen. «Cuando les gusta, nos aplauden», eso es lo mejor. La logística es milimétrica. La carne para toda la campaña la tienen congelada en un arcón y compran cada dos días los alimentos perecederos.
Pero lo que da vida a una acampada son las vivencias. «Lo bueno es que aquí aprenden sin saber que están aprendiendo», explica Loreto, que es la coordinadora. Carlos y Noemy asienten. «Se fomenta la solidaridad, pero de forma espontánea. Unos se ayudan a otros», añade. «Por ejemplo, con las tormentas. Los pequeños, que son los que peor lo pasan, son animados por los grandes, que les cantan o les entretienen», explican.
Aquí hay niños entre 7 y 18 años. Marta cumple hoy la mayoría de edad y está encantada. «Sobre todo por el calor, que aquí se soporta mejor que en Salamanca», ríe. En cambio, Sergio, de un año menos, disfruta más con los juegos nocturnos. Anoche, hasta la madrugada, jugaron al pirata. Construyeron refugios imaginarios y tuvieron que robar objetos los unos a los otros. «Si te ven y te enchufan con una linterna, estás eliminado», explica.
La vida en este asentamiento no se limita únicamente a lo que sucede dentro. También salen. Y exploran. Como hay diversos rangos de edad, cada excursión o marcha está adaptada. En los días más calurosos se desplazan hasta San Vicente de la Barquera. La playa es una de las grandes atracciones.
Lo peor, desmontar todo
El campamento es para este grupo de boy scout el culmen de las actividades que realizan a lo largo de todo el año durante los fines de semana. El punto final antes de iniciar la siguiente temporada. Aún les queda una semana en Puentenansa, donde se encuentran «encantados». «El año que viene tenemos previsto ir a Noriega, en Asturias. Solemos alternar. Un año allí y otro aquí en Cantabria».
Cuando la acampada llegue a su fin, les toca lo más duro: desmontar, empaquetar y trasladar toda la infraestructura, lo que les lleva unos días. Pero hoy no es ese día. Aún pueden seguir disfrutando de su verano infinito.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión