Bienvenida y adiós al cuartel

Paralelamente aparecía la orden del coronel del regimiento, notificando que los capitanes de compañía tenían que realizar y enviarle una relación de los soldados del cupo de instrucción de sus respectivas unidades, que a su juicio tuvieran ya adquirida la instrucción teórica y práctica que preceptuaba la Ley de Reclutamiento y el Reglamento, para su aplicación. A estos se les incluía en un grupo llamado segundo, del cual se eliminaban aunque tuvieran dicha instrucción, los analfabetos, los que se les hubiera puesto algún correctivo por su conducta, los que no hubieran cumplido los cuarenta días de permanencia en filas por haberse incorporado después del día dos de diciembre o hubieran estado más de cuatro días de baja por enfermedad en el dormitorio u hospital. De todos estos, más los que no hubieran adquirido el grado de instrucción, se hacía otra relación anotando las correspondientes observaciones.

Por otro lado se hacía una revista de inspección por dicho coronel y les arengaba: «Soldados: Al reintegraros a vuestros hogares, os encargo que cumpláis exactamente las instrucciones, insertadas en los pases que os entregarán, siempre en todos los momentos de vuestra vida, las virtudes civiles y militares de que habéis dado pruebas durante el corto tiempo que habéis estado a mis órdenes y que no olviden, sino por el contrario acrecentarla en lo que puedan, la educación militar recibida en el Cuerpo al que perteneceréis durante siete años más, son las principales recomendaciones que al despediros afectuosamente en nombre de todo el regimiento os hace vuestro coronel». Seguidamente el Teniente Coronel Mayor, auxiliado por toda la oficialidad y clases del Regimiento, procediera al licenciamiento de los soldados del cupo de instrucción de referido segundo grupo.

Se les formaba por grupos de pasaporte y se les conducía hasta el embarcadero del vapor Zarceta para transpórtales a Treto. La banda de música les despedía desde la escollera. Esto se hacía a horas distintas para coincidir con los horarios de los trenes, según fueran hacia Santander o Bilbao, para seguir a sus residencias.

Al día siguiente, después del desayuno, se efectuaba una limpieza general del cuartel, sacando el personal de las compañías, todo su equipo, utensilios y menaje a los patios, extendiéndolo en lo posible para su aireación; en los dormitorios se sacudirán las paredes y fregarán los suelos; a las cuatro de la tarde se restituirá todo a su sitio, efectuando entonces el cambio de locales, las compañías a quienes correspondía según orden dada.

Más tarde se daba otra orden: «Con los soldados del cupo de instrucción que quedan en filas, por haber sido clasificados en el tercer grupo según la Ley, más los comprendido en el segundo grupo, que por haber demorado su incorporación no llevan en filas los cuarenta días reglamentarios, se constituirán dos batallones, a las que se les asignaba un mando (dos tenientes, auxiliados por las clases). Los comprendidos en el segundo grupo serían licenciados al día siguiente de cumplir los cuarenta días de la fecha de su incorporación a filas. Ni que decir tiene que los que se licenciaban marchaban felices, pues lo bueno, dice el refrán, a todos da contento.