Dos maletas y un colchón en el Panteón del Inglés
Este inmueble, de más de 130 años de antigüedad, tiene un candado en la entrada y su nuevo inquilino ha colocado una cortina que no permite ver el interior
El Panteón del Inglés se construyó hace más de 130 años en honor a un amigo fallecido. Nunca albergó restos, sino que se erigió en ... recuerdo de una amistad. El monumento es muy sencillo. Una planta de poco más de diez metros cuadrados; tejado a dos aguas coronado por una cruz; una puerta y una especie de ventanal sobre ella. El interior siempre ha estado vacío, excepto por la placa que explica la historia del inmueble. Hasta ahora. Hace apenas unos días, alguien lo habita. Al menos, así lo demuestran los objetos que hay dentro, entre los que se encuentran dos maletas y un colchón.
El Panteón del Inglés siempre ha tenido un candado para impedir el acceso, aunque por su puerta –de rejas y cristal– se podía ver su austero interior. Ahora, aunque cuesta verlo a simple vista, se aprecian cambios. Hay un candado, pero es otro. Si antes era cuadrado, ahora es redondo y se desconoce si quien ahora habita la edificación lo ha cambiado para poder entrar, salir y cerrar cuando no esté. Hay una tela en la ventana que hace las veces de cortina, por lo que no sorprende que los vecinos de la zona no hayan visto a nadie entrar. Pero, por el hueco que hay entre la puerta y la fachada, se puede ver qué hay entre esas cuatro paredes. A principios de esta semana, en su interior había dos maletas grandes, un colchón, una mochila, una bolsa de plástico con latas, botellas de agua, algunos cubiertos y un mechero. Y a mediados, había también una bombona de butano, lo que demuestra que quien ha entrado allí visita el inmueble con cierta frecuencia como para llevar más objetos.
La zona, en medio del recorrido de Costa Quebrada, es idílica para pasear y por sus vistas de la costa, aunque no es la más recomendable para vivir por el viento que corre allí, al ser un área muy desnuda y a escasos metros del acantilado. A la Policía Local y la Nacional no les ha llegado ningún aviso sobre el inquilino del Panteón que, según su ficha catrastal, pertenece a una empresa privada –de la que no ha trascendido el nombre– que no ha denunciado el acceso de terceras personas.
Aunque no son los propietarios, el Ayuntamiento de Santander ha iniciado las gestiones oportunas para tramitar las actuaciones necesarias ante la situación generada en el panteón. De esta manera, la Policía Local se personará en la zona para verificar la situación y emitir el informe correspondiente. Además, personal municipal se reunirá con la empresa que aparece como propietaria en el catastro con el fin de determinar la propiedad de los terrenos y poder llevar a cabo las actuaciones necesarias para solucionar la incidencia.
Homenaje a la amistad
Este monumento, localizado en Cueto, está entre el puente del Diablo y la playa de El Bocal. Construirlo fue idea del telegrafista y autor teatral José Jackson Veyán. Aunque era de Cádiz, Santander fue su primer destino tras opositar al Cuerpo de Telégrafos, y encargó el panteón en memoria de un amigo inglés, William Rowland, que murió mientras montaba a caballo en la misma zona donde hoy está el panteón. La construcción finalizó en 1892, tres años después del accidente. En unos escritos de Jackson que la escritora santanderina Matilde Camus transcribió se explica lo ocurrido. Rowland visitaba habitualmente a Jackson en verano y otoño y cabalgaban juntos por la zona de los acantilados. Fue en septiembre de 1889 cuando el caballo que montaba Rowland se asustó y lo derribó. El hombre falleció a instante de un golpe en la cabeza y Jackson envió sus restos a Inglaterra, aunque mandó construir el panteón en el mismo lugar donde había muerto su amigo en su recuerdo. Lo construyó el maestro cantero Serafín Llama y fue restaurado por última vez por la Escuela Taller de Santander en 2011.
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