Ver 14 fotos
Fernando Adrián impone su ley ante la zurda de Fortes y la sinceridad de Jiménez
El toreo es durísimo. No por las cornadas, que esas van en el oficio, sino por el propio sistema, que excluye y deshereda a toreros ... que, con tiempo, paciencia y tesón logran hacerse un hueco en los carteles. Es el caso de la terna de ayer, marginados durante años y que ahora, en cada tarde, cada toro, cada oportunidad y cada lance buscan dejar su sello. Su zurda de poso y cadencia Fortes, su explosión de bullicio Adrián y su sinceridad en la colocación, sobre todo al natural, Borja Jiménez. En la plomiza tarde de los Juan Pedros el triunfo fue para el segundo, que cortó dos orejas para lograr la segunda puerta grande de la feria.
Antes de entrar en detalles de luces, los toros. La corrida de Juan Pedro Domecq fue una escalera del suelo a la primera planta (para llegar al ático de hechura les faltaba mucho), con 123 kilos entre el más pesado y el más ligero y varias alturas de presentación entre el descorazonador y el escaso. Prototipo de toro moderno, molestaron poco, se movieron algo más, embistieron lo justo y transmitieron un múltiplo de cero.
Dos festejos ya sin triunfo rotundos quizá eran mucho en una feria que lleva varios años de deriva triunfalista. Por eso Fernando Adrián, el público y el Juan Pedro que hizo segundo, que salió después de ser devuelto el titular y de que el madrileño corriera turno, se aliaron en una faena que hibridó entre el intento de toreo fundamental y el accesorio, entre una serie de mérito por el derecho, otra por el izquierdo en la que faltó naturalidad en la pose y hubo limpieza en el recorrido y un arrimón con lanzamiento de muleta incluido que enardeció al graderío. Siempre sincero en sus intenciones, la estocada entró tendida, el animal cayó rápido y la petición derivó en dos orejas. A todo esto el toro, rajado, se movió con soltura tras hacer amago de meter riñones en el caballo, donde el picador recibió una ovación por no picar.
La ficha del festejo
-
Ganadería Cinco toros de Juan Pedro Domecq y uno, el quinto, que sustituyó al devuelto segundo al correr turno Fernando Adrián, de El Pilar. Salvo cuarto y quinto, los de Juan Pedro fueron flojos de presencia, con el remate justo y escasos de trapío. Mansos en general, sin raza y con movilidad en el último tercio, El de El Pilar, mejor presentado, fue más brusco.
-
Saúl Jiménez Fortes Pinchazo, estocada y aviso (silencio). Pinchazo, estocada y aviso (vuelta al ruedo).
-
Fernando Adrián Estocada tendida (dos orejas). Pinchazo hondo y descabello (ovación con saludos).
-
Borja Jiménez Pinchazo, estocada y aviso (ovación con saludos). Estocada y aviso (silencio).
-
Incidencias Plaza de toros de Cuatro Caminos, tres cuartos de entrada en tarde nublada. Presidió Manuel Martín.
El quinto de El Pilar mejoró la presentación de los titulares, al menos en cuanto a trapío, aunque, basto de formas y basto de comportamiento, manseó desde los primeros compases. Adrián volvió al seis tras arrancar la faena de rodillas en busca de cariño, agotado tras el triunfal segundo de la tarde. De nuevo animoso y sincero, saludó desde el tercio.
De largo se le fue a Borja Jiménez el castaño tercero, un animal largo, con kilos y pobre de cara que se desplazó con distancia en un inicio en el que el de Espartinas no llegó a acoplarse. Mejoró el trasteo cuando cogió la tela con la zurda, adelantó la pata y solo un enganchón a destiempo adormeció la altura del encuentro. De vuelta al derecho acortó distancias, metió al animal en la muleta cuando el Juan Pedro ya alzaba la testuz, ligó en la periferia y arrancó muletazos de mérito antes de un final de pellizco y de un pinchazo previo a la estocada.
Incierto en su embestida, muy corta, y probador de su oponente, el sexto toro de la tarde puso a prueba de nuevo al sevillano, que hizo un esfuerzo sin reconocimiento ante un animal que nunca quiso. Cruzado por la zurda, más afuera por la diestra, Borja sabía que la batalla era complicada de ganar, pero no quiso irse de Santander sin dejar su sello.
Había abierto plaza el animal más chico del encierro, un burel sin presencia, sin remate, sin trapío y que tampoco se empleó en su lidia. Fortes se aceleró demasiado en sus ganas de agradar en un planteamiento de faena de estrecheces ante un enemigo que quería respirar más. Tropezado tras un lance, se repuso en busca de un final que tampoco tuvo el compás del triunfo.
Larga, muy larga, fue la faena al cuarto, siempre enraizada en las distancias cortas, encimista si se quiere, en el que la insistencia del malagueño le dejó como premio un ramillete de naturales con poso, clase y sentido que no llegaron a calar en el tendido. Faltó continuidad y no había transmisión animal, pero el malagueño logró dar una vuelta al ruedo.
Antes, Antonio Muñoz había dejado un puyazo meritorio agarrando al animal en el sitio. Si no hay más referencias a la suerte de varas es porque no las hubo.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión