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Los cuentos de Guy de Maupassant han sido recopilados en castellano por la editorial Páginas de Espuma. :: DM
CAVEAT LECTOR

Todo Maupassant: compasión y denuncia

Los 'Cuentos completos' del escritor francés se publican por primera vez en castellano

JAVIER MENÉNDEZ LLAMAZARES

Jueves, 22 de diciembre 2011, 01:26

Así, a primera vista, sobre la mesa del escritorio, estos 'Cuentos completos' de Maupassant impresionan. Dos gruesos volúmenes, en tapa dura, y presentados en caja. Una edición con sabor a bibliofilia, a la que ni siquiera falta la cinta marcapáginas. Casi tres kilogramos de literatura, en cerca de tres mil páginas. Sus dimensiones imponen, y mucho. Por primera vez, se recopila en castellano toda la narrativa breve del brevísimo escritor francés. Son trescientos un relatos, y un apéndice con seis piezas a medio camino entre el relato, la crónica y el ensayo. Una fiesta de la lectura.

Distancias cortas

La edición de esta obra, que podríamos considerar un acontecimiento editorial, surge del feliz encuentro de dos especialistas en las distancias cortas, como son el propio escritor, Guy de Maupassant (1850-1893), y la editorial Páginas de Espuma. Este sello madrileño, capitaneado por el inquieto Juan Casamayor, apostó desde sus inicios por la narrativa breve, y desde hace dos décadas es la referencia de este género en nuestra lengua. Además de singulares antologías -como el celebrado 'Sea breve, por favor'-, es habitual que autores consagrados, que publican sus novelas en editoriales de primera línea, escojan invariablemente Páginas de Espuma para editar sus colecciones de relatos.

Aroma a papel prensa

Basta con hojear el libro para que nos inunde un intenso olor a papel de prensa. Y es que, como se indica al inicio de cada relato, todos fueron publicados originalmente en periódicos. En su momento de máximo esplendor, Guy de Maupassant solía publicar cada semana un relato y una crónica en Gil Blas, y otro relato y otra crónica en Le Gaulois. Según nos aclara el encargado de la edición, Mauro Armiño, tras revisar varios contratos del escritor, «por cada cuento cobraba, extrapolado al cambio actual, unos 900 euros», lo que le convierte en uno de los escritores mejor pagados de la historia. No es de extrañar que no se privase de ningún lujo, incluyendo mansiones y yates.

El dato de que los relatos fueran escritos específicamente para periódicos no resulta baladí: influye en el estilo literario, el lenguaje e incluso en tramas y ritmos. Por ejemplo, en todos ellos la acción es trepidante, y la narración se presenta fuertemente influida por los usos orales. Incluso, es habitual que muchos cuenten con una introducción 'oralizante', en la que el Maupassant presenta una escena que da pie a un diálogo, en el que se desliza el verdadero relato, puesto en boca de alguno de los personajes.

Respecto al estilo, se presenta altamente depurado, pensado para un lector apresurado, poco amigo de florituras. La narración en prensa podría considerarse como un verdadero subgénero de la época.

A destacar, además, la habilidad del autor a la hora de seleccionar destinatarios. Y es que existen sutiles diferencias entre los relatos que enviaba al liberal Gil Blas y los publicados en el conservador Le Gaulois. Los contenidos más procaces, nos cuenta Armiño, y las críticas sociales aparecían en los foros más tolerantes, mientras solía reservar textos menos atrevidos para los diarios de mentalidad menos abierta.

Cicerone de excepción

Si a la materia prima, los relatos del autor decimonónico, le añadimos el exquisito tratamiento de un auténtico amante de la literatura como es Mauro Armiño, el resultado ha de ser, por fuerza, excepcional. Y es que Armiño, además de escritor, es un reconocido traductor y especialista en literatura francesa. A través de sus versiones, muchos lectores hemos podido acceder a las obras capitales de autores como Camus, Genet, Rimbaud, Balzac, Marcel Proust. La nómina completa sería enorme.

Lectura apasionante

Esta no es la primera vez que Armiño nos acerca la obra de Maupassant; hasta la fecha había recopilado media docena de antologías del francés; las dos últimas centradas en los relatos de terror, una, y la otra en los cuentos sobre mujeres. Mucho más ambiciosa, no obstante, resulta esta nueva edición, de vocación completista, en la que incluso recoge un relato habitualmente excluido de anteriores colecciones. Se trata del cuento 'Tos', una hilarante pieza en la que abundan las flatulencias; los anteriores antólogos del francés habían preferido pasar por alto esta 'frivolité', demasiado escatológica para la timorata sociedad del momento.

Precisamente, al pensar en los lectores de su tiempo, no podemos reprimir la duda acerca de la vigencia de unos textos ideados para un consumo inmediato. «Maupassant es el único cuentista de su época que publicaba en periódicos cuya obra sigue viva», nos aclara Armiño. Y es que sus relatos no pierden vigencia porque se centran en la condición humana, y hoy día «por suerte o por desgracia, seguimos siendo básicamente igual que entonces: igual de hipócritas, igual de mezquinos, incluso igual de cándidos».

El carácter de crónica social es lo que termina por seducir al lector: a través de estos cuentos es posible reconstruir cómo era la vida del gran París del momento, la cotidianidad de grupos como los artistas o los funcionarios, o incluso el entramado de clases sociales y los mecanismos para pasar de unas a otras. También es impagable el retrato de la provincia bretona, paradigma del atraso en su momento. En su mirada no hay reproches, ni juicios morales, sino enormes dosis de indulgencia, especialmente con los más humildes; no obstante, se muestra implacable con la hipocresía burguesa de su tiempo, especialmente reflejada en el relato que le lanzó a la fama, 'Bola de sebo'.

Una vida trepidante

Para el lector, el atractivo de Maupassant continúa intacto. Quizá porque fuera una versión decimonónica de los héroes de la cultura popular, y cual estrella de rock vivió demasiado deprisa y murió joven, apurando la vida. No le faltaron reconocimiento y dinero, y su vida de excesos adquiere hoy proporciones legendarias, las de un hombre que bromeaba con la sífilis, el mal que terminaría con él. Nos quedan, eso sí, sus obras. A quien se acerque a ellas le esperan largas horas de impagable lectura.

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