Azucena Jiménez: «Salsasón, el sabor que nació de unas vacaciones en el Valle de Asón»
Dejó Madrid para empezar de cero y ya tiene más de 30 referencias
Llegó a Cantabria casi por azar, de vacaciones, y se quedó para siempre. Azucena Jiménez se define con orgullo como «madrileña, vallecana», alguien que ni ... siquiera tenía pueblo de referencia hasta que descubrió Ramales de la Victoria y el Valle del Asón. Aquel primer verano se repitió al año siguiente y al siguiente, hasta que, de vuelta a Madrid, empezó a notar que le faltaba algo. «Me faltaban el verde, los prados», confiesa. El río, la montaña, las barbacoas, la posibilidad de disfrutar en el mismo día de la playa y del campo fueron inclinando la balanza.
Tras varios sustos de salud, ella y su marido decidieron dar el paso: dejar Madrid, apoyarse en unos alquileres y venirse a vivir a Cantabria «humildemente, sin trabajar», con la idea de ganar tranquilidad. Alquilaron una casa y pasaron seis meses recorriendo la región. Pero pronto descubrieron que eran «demasiado inquietos y emprendedores» como para no hacer nada. En el Valle de Ruesga, un vecino les ofreció tierras y el marido de Azucena empezó a sembrar alubia y carico.
Noticia Relacionada
Todas las entrevistas de 'En la mesa con...'
La chispa de Salsasón surgió, como tantas cosas importantes, casi de broma. Él, muy «cocinillas», preparaba una salsa de tomate, pimiento, cebolla y un toque picante que entusiasmó a unos vecinos de Bilbao. Fueron ellos quienes les animaron a comercializarla. «Críamos que aquí todo el mundo tenía huerta y envasaba tomate», recuerda. Buscaron un local en Ramales, se dieron de alta y dieron con la vía natural para empezar: las ferias agroalimentarias. Faltaba el nombre y Azucena lo tuvo claro: salsa y Asón, Salsasón.
Profesionalidad
Desde el minuto uno, el proyecto nació con vocación profesional. Obrador convencional primero, ecológico después –para poder transformar los arándanos de la Granja de la Sierra, en ecológico–, registro sanitario, laboratorio de apoyo y una premisa firme: nada de conservantes. «Probé un conservante y no me gustó cómo cambiaba el sabor y la textura; lo teníamos claro, todo natural, aunque suponga jugar con las fechas de caducidad», explica.
De la salsa de tomate –en versión natural y picante–, Salsasón pasó a las mermeladas y al arándano: mermelada ecológica con un 76% de fruta, concentrado sin azúcar cuando casi nadie hablaba de ello, zumo, vinagre, sirope, infusiones, polvo de arándano, una especie de 'membrillo' de manzana y arándano e incluso una salsa picante de esta fruta. Muchos de estos desarrollos nacen de la experimentación en casa, del método de prueba y error y del trabajo conjunto con un laboratorio.
Otro de los hitos fue el snack de plátano macho, testado casi en directo en una feria de Puente Viesgo, donde comprobaron, dando a degustar, que el producto funcionaba. Lo estrenaron en la Feria del Producto de Cantabria organizada por El Diario Montañés y fue un éxito tal que tuvieron que volver al obrador a las ocho de la tarde para hacer 22 kilos más y poder abastecer al día siguiente. De ahí se derivaron la harina de plátano para rebozados y una infusión de plátano para dormir, muy apreciada por consumidores celíacos, ya que la mayoría de sus productos son aptos para ellos.
Colaboraciones
La lista actual ronda ya las 35 referencias, entre salsas, mermeladas, caramelizados (cebolla, pimiento, tomate), infusiones y elaboraciones a medida para otros productores y restaurantes. Con Sidra 45 Amigos transforman sus manzanas en mermelada y compota, y con Estela Hojaldres, a quien Azucena llamó tras leer su historia, trabajan el cabello de ángel y otras preparaciones que viajan de Cantabria a Madrid. También abastecen a hostelería en formatos grandes.
Hace dos años, la familia dio otro paso: vender dos pisos en Madrid para comprar una cuadra en Ogarrio (Ruesga), tirarla y levantar sobre ese terreno la vivienda y el nuevo obrador. A 7 km de Ramales, el trabajo y la vida se mezclan: mientras las máquinas pasteurizan, se puede subir un momento a casa a descansar. «Yo vivo tan feliz en un pueblo de 157 habitantes», afirma.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión