«El enemigo invisible que debe preocupar son las bacterias resistentes a antibióticos»

–¿Se ha sobredimensionado el impacto del coronavirus?

–La preocupación entre los profesionales y las autoridades sanitarias entra dentro de lo razonable ante un evento nuevo, pero lejos de lo que se transmite por los medios. La gravedad de estas infecciones no lo marca sólo el virus, sino que de forma semejante a la gripe, viene condicionada por el paciente. Es decir, en personas con una inmunidad debilitada (ancianos, diabetes, inmunodeprimidos, etc), la incidencia de cuadros respiratorios graves es mayor.

–¿Debe preocupar más la gripe, pese a ser un virus conocido?

–La diferencia importante es que, en la gripe, la población tiene memoria inmunitaria debido a las vacunas y a los pasados episodios, por lo que está parcialmente protegida. Eso no ocurre con el coronavirus, bautizado como SARS-CoV-2, y por tanto la población es más susceptible a infectarse. La preocupación no viene dada tanto por la letalidad, que no está demostrada aún, si no de la capacidad de los sistemas sanitarios para atender afectaciones masivas. El problema en China, además de ser el origen, viene agravado por la masificación de la población, que contribuye a la transmisión del virus, y eso ha hecho que las infraestructuras sanitarias en Wuhan se hayan podido quedar colapsadas.

–¿El miedo a la propia mutación de un virus desconocido es lo que ha avivado la alarma?

–Generalmente estos virus están presentes en distintos animales y, por sus características genéticas, están sometidos a continuos procesos de mutación. El peligro está en que en el transcurso de estos cambios genéticos se produzca una adaptación al hombre. Por ello este tipo de brotes suelen empezar en los países asiáticos, donde son habituales los mercados con animales vivos. Una vez que el salto al humano se ha dado, el virus dentro de la célula humana sigue mutando, puede adaptarse mejor, y facilitar de este modo, una mayor transmisión entre humanos. Pero eso forma parte del ciclo natural de los virus, por lo que no debería haber una preocupación exagerada por esta razón.

–¿El riesgo de que llegue a ser un problema en España es remoto?

–Es aún pronto para saberlo, pero la parte positiva es que los sistemas de vigilancia y alerta internacionales han respondido con celeridad, y está teniendo éxito de momento a la hora de contener la expansión a nivel mundial. España, que tiene uno de los sistemas sanitarios más avanzados del mundo, está preparado para afrontar este tipo de situaciones, y mantiene una vigilancia activa de la evolución de este brote.

–¿Qué diferencia hay en tasa de mortalidad de gripe y coronavirus?

–No tenemos aún datos fiables, pero nada indica fehacientemente que la mortalidad sea mayor. Se requiere más tiempo para analizar la tasa de mortalidad del coronavirus, aunque se habla del 2-3%. Hay que tener en cuenta que probablemente en el epicentro de esta epidemia, sólo se estén conociendo los casos con síntomas y que acuden a los centros sanitarios. No olvidar tampoco que la calidad de los sistemas sanitarios tienen un impacto en el pronóstico de las enfermedades, y ahí partimos con cierta ventaja.

–¿Cree que lo peor de la epidemia de coronavirus ya pasó o su evolución genera inquietud?

–Es difícil de prever todavía, aunque hay datos que parecen indicar que se está ralentizando la transmisión del virus y no está sucediendo un crecimiento exponencial que es lo esperable si no se hubieran aplicado las medidas de contención. Pero todo puede ocurrir, y aún existe la posibilidad de una transmisión global a buena parte del mundo, lo que se conoce como pandemia. Las últimas noticias de Irán e Italia preocupan en este sentido.

–¿Alertas como la del coronavirus serán cada vez más frecuentes?

–Efectivamente, de hecho en 2018, la Organización Mundial de la Salud incluyó en la lista que confecciona sobre las bacterias o virus que representan una mayor amenaza para la salud global, por su potencial epidémico, una nueva entidad que denominó como 'enfermedad X'. Con este término la OMS ya advertía que podría surgir en el futuro una bacteria o virus desconocido que pudiera causar una infección generalizada a nivel mundial, y a su vez sensibilizaba a los estados miembros sobre la necesidad de estar preparados ante esta eventualidad

–En este contexto, ¿cuál es la amenaza sanitaria que más debería preocuparnos en la actualidad?

–Ahora mismo hay una realidad preocupante, un enemigo invisible y mediáticamente no demasiado 'popular': las bacterias resistentes a antibióticos. Se calcula que 3.000 personas mueren al año en España como consecuencia de infecciones hospitalarias causadas por bacterias resistentes, y este problema va en aumento. Si no se toman medidas urgentes las infecciones por bacterias resistentes a antibióticos puede llegar a convertirse en la primera causa de muerte dentro de 30 años, desplazando así al cáncer, y se estima que en 2050 alcanzará los 300.000 muertes al año por esta causa en Europa. Son datos dramáticos, y el gran aliado para el avance de este gran peligro, es que en mi opinión no hay demasiada conciencia de ello en la población.